Raimundo Fitero
DE REOJO

Desorientado


No sé si es peor tener cerca un mono histérico con un rifle de repetición o a un ansioso cincuentón con un mando a distancia en una noche rifeña de calores y resoplidos encadenados a una incontinencia de ingesta de frescos vinos y combinados. Definitivamente, la programación televisiva ha entrado en una fase de violenta descomposición y la alteración del compromiso de los resultados, lleva a la más nefasta de las imposturas y descabelladas ofertas. Es decir, uno vive en un mundo más o menos recortado, con ajustes duros, biografías desesperadas, pero pone la televisión y empieza a sentir necesidades perentorias de ir a por la recortada.

Y es que todo vuelve, hasta Ana García Obregón, presentadora de un atraco a las arcas del Estado a través de TVE por el chorizo habitual, José Luis Moreno. Juro que estuve a punto de fastidiar la velada entre amigos, reconozco y pido perdón a todos, que me puse agresivo, que amenacé con cantar yo si insistían en ver ese bodrio. Hasta que alguien me guiñó el ojo y comprendí. Había que mirar eso, no con ojos críticos, sino con anteojos cáusticos. Y empezamos a jugar a las pantallitas, es decir, la tele, los portátiles y alguna tableta que apareció, y nos divertimos un rato. No había visto en las redes sociales tanta acumulación de insultos como durante la emisión de este asunto que espero esté ya investigando la fiscalía general.

Indescriptible la involución del programa, todo enlatado, pero de mala manera con unos artistas cutres, del viejo régimen. La Pantoja y su hijo Kiko, nos depararon una de las joyas televisivas del siglo XXI. Peor imposible. Probablemente estemos ante la gran gala de la corrupción. Lo dicho, un acto delictivo, malversación de fondos públicos, insultos a la ciudadanía, desacato a la justicia artística. Pero llego, miro y me sobresalto: la cosa esta tuvo más de un doce por ciento de audiencia. Me quedo desorientado en la estadística. Menos mal que por el mismo canal me confirman la relación amorosa entre María Teresa Campos y Bigote Arrocet. Entonces comprendo perfectamente, me vuelvo a ubicar, se me acaban los adjetivos, los adverbios y los vomitorios. El pasado nos ataca.