Raimundo Fitero
DE REOJO

Fin


Explicaciones teológicas o científicas aparte, al final de la escapada, siempre hay un umbral a traspasar que lleva un frontispicio en relieve que pone fin. O más allá. O lo que algunos poco engreídos lo llaman muerte. Pero la muerte inesperada nos alcanza por redes sociales o medios de comunicación y la convertimos en una semilla de la mitología o de la infamia. Es decir, cuando mueren simultáneamente los ricos, los conocidos y los pobres y olvidados. No nos duele la muerte, nos conmociona una relación impuesta o sentida con el fallecido. Los obituarios son declaraciones de la renta emocional con impuestos directos e indirectos cobrados al instante. Algunos lo hacen como inversiones en fondos buitres que esperan dividendos en instancias intangibles.

No soporto que cada muerto famoso sea el mejor actor, la mejor cantante, el mejor torero, la mejor monja o el mejor individuo. Cada muerto es un muerto que estaba vivo y tuvo su tránsito por la vida y el pudor nos debería llevar a respetar el dolor ajeno y no convertirnos en plañideras desesperadas y ridículas en las redes sociales. La muerte de Robin Williams ha sorprendido a muchos, la rumorología se deja llevar por comentarios policiales y se dice que «parece un suicidio», y el simple nombre nos crea otra capa de moralina, otra máscara. Cada individuo es libre de hacer con su vida lo que le dé la gana, y el suicidio es una manera de acortar sufrimientos y/o precipitar la entrada en otra fase.

Esta muerte del popular actor se ha cruzado con la del primer europeo muerto por el virus del ébola. Y el caso del misionero Miguel Pajares es tratado como un asunto de Estado, con una utilización de su fallecimiento formando parte del show que iniciaron con su traslado de manera tan aparatosa y espectacular pero con los resultados que se han visto. Todos los otros compañeros del cura han muerto también, pero allí en Liberia, sin experimentar con sueros de un coste inusitado, sin hacer un acontecimiento televisivo. A todos nos llegará el fin. Y a este artículo también. Escrito desde una rabia sorda porque se establecen unas clases de muertos y de muertes que dan ganas de cagarse en sus muertos.