Raimundo Fitero
DE REOJO

Sarcasmo


Hay palabras que las soltamos y empiezan a dar volteretas hasta que caen de pie o haciendo el pino y entonces nos entra la tentación de reubicarlas en nuestro código de entendimiento y significados. Cuando decimos de alguien que es sarcástica, ¿qué estamos diciendo exactamente? Pues no lo sé, pero al conocer la muerte de la actriz y presentadora de televisión Joan Rivers a los ochenta y un años no me viene a la cabeza otra palabra para definir lo que era su actitud ante las famosas.

Quizás ustedes no la conozcan nada más que de referencia, pero era una de las lenguas más viperinas, divertidas, despiadadas y sarcásticas de la televisión alrededor de los famosos. Era, antes que nada, un magnífica actriz cómica, que basó su poder de comunicación poniéndose al mundo por montera. Con su apariencia de mujer clásica, con unos peinados cargados de laca, era su mirada a los seres humanos, la política y el mundo, la que la convertía en una demoledora crítica sin piedad. Un prototipo de cómica que saltó por encima de las barreras sexistas para convertirse en reina de la televisión de humor a base de dar palos a diestra y siniestra, pero con una gracia afilada, con lo que a uno, hoy, le sale en llamar sarcasmo.

Los últimos años participaba en un programa de esos que podríamos considerar del corazón, pero muy centrado en los famosos y las estrellas del cine, la música o la televisión del imperio del entretenimiento, lo que le daba un material sobradamente proteico en cuanto a posibilidades de poder clavar su mirada forense. Era demoledora. Criticando el vestuario de las famosas o hablando de sus capacidades actorales o de sus insuficiencias intelectuales de manera inmisericorde. No dejaba un segundo de transición. Su cerebro funcionaba de manera automática, respondía con una celeridad fuera de serie y siempre con unas frases ingeniosas, unas consideraciones ajustadas a unos códigos de no permitirse una instante de tregua, pero siempre en clave humorística, lo que uno llama hoy sarcástica. En el estudio tenía compañeras que le contradecían, y en esos debates llegaba al paroxismo de la gracia destructora de mitologías baratas. Por eso la queremos tanto.