Arantza Santesteban
Historialaria
JO PUNTUA

Independencia para cambiarlo todo

Hay una frase que dice que el tiempo no es únicamente distancia, que de ser algo, el tiempo es sentimiento. Hoy hace 300 años que caía Barcelona en manos de las tropas borbónicas durante aquella guerra de sucesión española que una vez más dejó sembradas de muertos las calles de muchas ciudades.

Si el tiempo (tan solo) fuera distancia, y no sentimiento, la cadena de transmisión no funcionaría. Sin embargo, es la suma de las vivencias y de las voluntades encadenadas entre generaciones la que hace que eso que llamamos Historia sea cíclica, prospectiva, dinámica.

Ahora bien, por mucho que la historia sea circular, no quiere decir que todo sea previsible. De hecho, si algo tiene de especial la situación actual es la sensación de incertidumbre respecto a multitud de procesos cambiantes que estamos viviendo. Las transiciones en marcha en Paisös Catalans, Escocia o Euskal Herria, nos enseñan que los puntos de inflexión materializados en consultas por el derecho a decidir pueden ampliar los límites de lo hasta ahora posible.

Y es que a fuerza de aprender y de intentar, han surgido nuevos imaginarios políticos en los citados movimientos de liberación nacional, y cada vez más, se están articulando mayorías sociales que demandan, sobre todo, poder de decisión real. Poder decidir sobre todo tipo de cuestiones desde la subjetividad y también desde lo colectivo.

Si durante años las cuestiones culturales y/o históricas han dotado de contenido la identidad de todas estas colectividades, en el actual contexto de crisis generalizada, la cuestión independentista está adquiriendo un valor mucho más práctico. Prueba de ello son las palabras de Cat Boyd, portavoz del movimiento Radical Independence Campaing en Escocia: «La independencia de Escocia no es una cuestión de fronteras o banderas, sino de la vida de las personas y cómo cambiar a mejor».

El cambio real, pues, está en dotar el concepto Independencia de valor práctico. La independencia no puede ser un fin en si mismo sino una herramienta eficaz que solucione el conflicto existente entre capital y vida. Una camino que permita transitar hacia la sostenibilidad de la vida basado en las características culturales de cada lugar.

Los movimientos sociales y políticos en los Paisös Catalans hoy lo dirán alto y claro: queremos la independencia para poder cambiarlo todo.