Floren Aoiz
www.elomendia.com
JO PUNTUA

Decisión democrática frente a juego sucio

El concepto de antisoberanismo ha sido utilizado en «El País» para referirse al «plural» acto de Tarragona y deslegitimar la multitud de Barcelona. Para el españolismo merecen más atención cientos de personas que hablan de los pueblos de España, el sentido común y la pluralidad, que una movilización de centenares de miles que reclama decidir democráticamente el futuro.

El concepto de antisoberanismo nos presenta un movimiento a la contra, pero lo mejor es, precisamente, aquello que niega, si bien en esto caben dos interpretaciones. La primera, antisoberanismo sería la negación de la soberanía popular, pero también podrían ser enemigos de cualquier soberanía, bien por rechazo de toda forma de poder o simplemente porque encuentran razonable que en el mundo manden, pongamos, los mercados y el capital. Esto encaja más con el perfil de la gente que reúnen, por cierto, aunque no parece que quieran reclamar esta etiqueta.

La segunda interpretación nos sugeriría que lo que rechazan no es tanto la soberanía como el soberanismo, una corriente ideológica y política que reclama para un determinado demos-sujeto la capacidad de decidir, esto es, de actuar soberanamente. Pero no son contrarios a la soberanía del pueblo español. De hecho, es lo que reclaman. Así, bien podrían ser considerados antisoberanistas catalanes, pero soberanistas españoles. ¿Por qué iban a preferir la denominación que subraya lo negativo?

Hay una explicación: quieren huir de cualquier identificación como nacionalistas. ¿Nacionalismo español? Vaya que sí existe, escribía un experto en la materia. Pero ocurre, continuaba, que niega ser un nacionalismo, utilizando ese concepto como una descalificación contra otros movimientos. De hecho, ésta es una de las características principales del nacionalismo español.

Estamos ante un viejo recurso de los nacionalismos de estado. Demonizan categóricamente los nacionalismos, presentando el suyo como sano patriotismo, incluso como patriotismo constitucional. Los españoles llegaron a recurrir a Habermas, como si eso bastara para tapar el hedor del casposo nacionalismo nostálgico de aquel imperio en el que nunca se ponía el sol. Este juego sucio a nivel ideológico no es, por desgracia, sino la punta del iceberg. Ya lo estamos comprobando y por desgracia, vamos a ver mucho más juego sucio.