EDITORIALA
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Reconocimiento necesario pero escaso

Tras el reconocimiento de Palestina como estado por parte de Suecia, en la Unión Europea proliferan las iniciativas para impulsar una «solución definitiva» del conflicto palestino-israelí, insistiendo en la vía de los dos estados. Una solución por la que la propia UE no solo nunca ha apostado decididamente, sino que ha dificultado apoyando a una de las partes. Mañana el Congreso español debatirá una proposición no de ley, que están negociando los grupos parlamentarios, para el reconocimiento del Estado palestino. Según el PSOE, quien ha presentado la iniciativa, «ha llegado el momento» de hacerlo. «El momento» ha llegado tras décadas de incumplimientos de resoluciones de la ONU, de bombardeos indiscriminados, torturas y encarcelamientos sin garantías, de expansión colonial imparable. Y de doble rasero frente a todo ello por parte de Europa, incluido el partido que asegura que es «el momento».

El reconocimiento de Palestina como estado, algo tan elemental, es necesario y, por tanto, positivo. Sin embargo, resulta tardío y es insuficiente porque no se basa en una apuesta por una solución justa, que pasaría en primer lugar por la exigencia a Israel de que detenga su locura colonial en Palestina, algo que ayer descartó el ministro de Exteriores israelí, Avigdor Lieberman. Este se quejaba de que la UE pretende condicionar las relaciones con su país al avance del supuesto proceso de paz entre israelíes y palestinos, afirmando que es un enfoque erróneo y no contribuye a la estabilidad. Ciertamente, es un enfoque erróneo, aunque por motivos opuestos a los que llevan a Lieberman a considerarlo así. Es erróneo desde un punto de vista de la justicia y la equidad, porque quien, en el mejor de los casos, ha mirado al otro lado ante una agresión ilegítima y constante de una de las partes no puede ahora pretender ostentar una posición imparcial.

La tensión en Palestina, a la par que la deriva sionista, está alcanzando cotas preocupantes. Ante ello, la UE pretende presionar para para relanzar unas negociaciones fracasadas en aras de una solución probablemente inviable, como Israel se empeña en demostrar.