Beñat Zarrabeitia
Julen Guerrero al lado de Amorrortu celebrando un título en juveniles.
Julen Guerrero al lado de Amorrortu celebrando un título en juveniles.
Roberto ZARRABEITIA

Julen Guerrero antes de la Julenmanía

El 6 de septiembre de 1992, el Athletic ganaba por dos a uno al Cádiz en San Mamés en lo que supuso el primer partido oficial de Jupp Heynckes como técnico rojiblanco. Junto al preparador alemán se estrenaron también tres jóvenes leones: Juanjo Valencia, Carlos García y Julen Guerrero.

Todos los focos estaban sobre este último, un portugalujo de 18 años, que había convencido al entrenador durante la pretemporada y que era una de las grandes esperanzas de la cantera. Los tantos que anotó durante el verano refrendaron dichas expectativas.

Sin embargo, todo empezó mucho antes y tuvo su punto álgido durante la primavera de aquel ya lejano 1992. Guerrero, que entró con apenas ocho años en Lezama, había sido la principal referencia ofensiva del Athletic juvenil sub19 que bajo la dirección de Jose Mari Amorrortu hizo doblete sumando Liga y Copa. Asimismo, fue una pieza para la salvación del filial que entrenaba Blas Ziarreta en Segunda gracias a su aportación goleadora durante el último tramo del curso. En total, el jarrillero anotó 27 tantos durante la temporada 1991-1992, 21 con el juvenil y otros 6 con los cachorros -incluido el hat-trick que marcó en su primer partido ante el Compostela-. Su talento y determinación, unido al nuevo estilo de juego implantado por Heynckes, le abrieron la puerta de la élite.

El germano era el sexto técnico del club en apenas tres años, en el marco de una convulsión que terminó con los ciclos de Kendall, Rojo, Clemente -en su segunda etapa-, Iñaki Sáez y Aranguren, en 1990 Lertxundi relevó a Aurtenetxe como presidente y el primer equipo llevaba cuatro temporadas sin clasificarse para Europa. Así las cosas, la masa social del Athletic ansiaba un golpe de timón que devolviese al equipo a los puestos cabeceros. Con Kendall debutaron Alkorta, Ander Garitano, Eskurza, Lakabeg o Urrutia, que junto a Mendiguren, estaban llamados a formar la columna vertebral, pero no habían logrado tener ni la continuidad ni los resultados necesarios. Tras la salida de Zubi y Julio Salinas en 1986, el Athletic acudió al mercado para fichar a Loren -por una cifra récord en la época-, Valverde y Ziganda, pero el equipo no salió de la mitad baja de la tabla. Derrotas como el cero a seis ante el Barcelona, el dos a cero que le costó el puesto a Clemente en Castellón o un bochornoso cuatro a cero en Albacete pasaron a formar parte de la caja negra histórica del Athletic.

La primavera de 1992 se especuló con el posible fichaje de Julen Lopetegi o con los retornos de Ayukar, Ferreira y Pizo Gómez. Sin embargo, la solución estaba en Lezama, con el ascenso al primer equipo de Valencia, Carlos García y Guerrero. El portugalujo marcó su primer gol en la tercera jornada ante el Rayo y el equipo, con un juego de toque y marcado por el rombo de Heynckes, sumó importantes victorias ante el Sevilla de Maradona o en los derbis ante Real y Osasuna. En la décima fecha, el Athletic visitó el Camp Nou, en un partido televisado, plantando cara al campeón de Europa y ofreciendo una imagen de equipo de alegre y ambicioso. Tres semanas más tarde, los leones golearon por cero a cuatro al Sporting en Gijón y Guerrero se marchó aplaudido de El Molinón. Para entonces, ya estaba en boca de todos, ya que la revista Don Balón le había llevado a la portada de su edición número 890. La Julenmania estaba a punto de desatarse.

Icono de su tiempo

Julen Guerrero alzando la Copa juvenil. (web de Julen Guerrero)

La trayectoria posterior de Guerrero es de sobra conocida, sumando 430 partidos y 116 tantos en el primer equipo del Athletic en 14 temporadas, convocado para las copas del mundo de 1994 y 1998, actuando en la Euro de 1996, convirtiéndose entonces también en el máximo goleador de Euskal Selekzioa, llamado para el combinado de la FIFA o siendo segundo en el Trofeo Bravo que identificaba a los mejores jugadores de Europa menores de 21 años. También momentos más peculiares como verle presentando documentales en ETB, aparecer en la serie «Médico de familia» o la canción que le dedicó el duo “Iñaki y Ramón”. Pero, más allá de todo eso, Julen Guerrero fue el primer icono posmoderno de la historia del Athletic, un jugador de su tiempo y que conectó al club con el sentir tanto emocional como estético de los noventa.

Era un tiempo de cambio, a nivel futbolístico, el impacto de “La Quinta del Buitre” y el Barcelona de Cruyff había sido notable en La Liga, a lo que había que sumar el cambio que supuso el Milan de Sacchi. Los cuatro extranjeros, las nuevas reglas implantadas en 1992 -prohibiendo ceder el balón a las manos del portero- o la aparición de técnicos como Hiddink, Heynckes, Floro o Valdano aportaron nuevas variantes. Algo a lo que había que sumar un boom mediático con la proliferación de licencias FM, la creación de televisiones privadas y la emisión de programas como «El Día Después», la apuesta de EITB con «El Derbi» y «Kirolez Kirol», el inicio de la guerra nocturna entre García y De la Morena o nuevos videojuegos como el Pc Fútbol.

Con el cambio cultural llegado en los noventa, marcado por el desarrollo tecnológico, y en el que el impacto social de la juventud fue evidente. Algo que un conocido anuncio de coches de la época resumió como los «JASP»: Jóvenes aunque sobradamente preparados. Julen Guerrero fue uno de ellos, rompiendo con la imagen tradicional de un jugador del Athletic, se convirtió rápidamente en un icono que conjugaba el hecho de ser un guapo adolescente con el ser un magnífico futbolista. Todo en un tiempo en el que series televisivas centradas en los jóvenes como «Sensación de Vivir», «El príncipe de Bel Air» o «Parker Lewisek ez du sekula galtzen» -cuyo protagonista Corin Nemec visitó Bilbo en 1993 y fue recibido por jugadores rojiblancos- causaban furor. Asimismo, en la escena vasca, el RRV era sustituido por el mestizaje de Negu Gorriak, mientras que el metal y la triki se hacían un hueco a partes iguales. En las plazas, unos adolescentes de Durango llamados Igor Elortza y Unai Iturriaga se asomaban a las finales rompiendo moldes, como escribiría años después su compañero y también aficionado rojiblanco Jon Maia, «berriak jaio ginen». Eran completamente nuevos y distintos a todo lo anterior, algo que Julen Guerrero también encarnó en el fútbol.

Un grupo inolvidable

En 1986, la federación española (RFEF) decidió sustituir la antigua Liga Nacional Juvenil por una Superliga en la que participarían los 16 mejores equipos juveniles del Estado español. Cuatro años después, la RFEF cambió el nombre al torneo, rebautizándola como Liga de Honor sub 19. Un ensayo que permitió que las mejores canteras midiesen sus fuerzas cada semana. La temporada 1991-1992, por ejemplo, el Barça contaba en sus filias con Christiansen, Jordi Cruyff o García Pimienta, el Real Madrid con Marcos, Morales, Toril o Antía, Osasuna con López Vallejo, Palacios, Mateo, Matito o Arteaga, mientras que Lardín y Codina destacaban en el Espanyol.

El Athletic ganó el título en 1989 con Kike, Galdames, Tabuenka, Larrazabal, Gracia, Cuéllar o Asier Garitano, quedándose a las puertas del doblete al perder la final de Copa ante el Barça. Poco después, el conjunto rojiblanco juntó otra prometedora camada con Jose Mari Amorrortu al frente. El deustuarra, antiguo jugador rojiblanco, llegó al club en 1991 tras haber pasado por los banquillos del juvenil del Zaragoza, Iturrigorri, Amorebieta, Barakaldo y Cultural de Durango.

Joseba Gorbea, Borja Amezaga, Haritz Lazkano, Aitor Karanka, Jon Ander Lambea, Txutxi Díez, Javi Ruiz Otxoa, Aitor Bidaurrazaga, Patxo Larrinoa, Roberto Urizar, Andres Martínez, Mikel Kortina, Edu Martínez, Iñigo Crespo, Julen Guerrero, Igor Gurtubay, Gotzon Basaras, Gorka Bidaurrazaga, Asier Yagüe, Gontzal Suances, Aitor Huegun, Jon Pérez “Bolo” e Igor Arenaza conformaron una plantilla histórica, ganadora del doblete juvenil y cuya relación trascendió de aquel vestuario. En NAIZ, hemos querido hablar con varios de ellos, para recordar la magnífica temporada 1991-1992 y poner el foco en un entonces joven portugalujo desconocido para el gran público llamado Julen Guerrero.

 

Gorka Bidaurrazaga destaca que «éramos un equipo ganador, ambicioso, que no nos conformamos, teníamos grandes jugadores y trabajamos con mucha humildad, pero todos teníamos en mente el poder dar esos últimos pasos para jugar en el primer equipo». En ese sentido, remarca también la labor del técnico, «creo que nos beneficiamos las dos partes, era un entrenador nuevo en Lezama y tenía grandes ideas, preparaba sesiones buenísimas y nos enseñó mucho, pero también es verdad que contaba con un gran equipo». Aitor Huegun apunta en la misma dirección, «mis recuerdos son inmejorables, probablemente sea la temporada que más me haya marcado. Además de conseguir resultados, que siempre influye, teníamos una gran conexión con el grupo y el entrenador».

Para Jon Ander Lambea, «fue un año espectacular en todos los aspectos, era una liga muy atractiva, cada quince días tenías que desplazarte, hacer muchos kilómetros, pasar el fin de semana con los compañeros y eso reforzaba la unión del grupo. Fue una experiencia muy interesante para todos nosotros, los objetivos se cumplieron, lo que nos hace recordarlo con una sensación muy agradable. Pudimos vivir el jugar contra Barcelona, Madrid, Sevilla, Betis o Espanyol con 18 años y, además, llevando al Athletic a lo más alto».

Ya en la primera jornada, saldada con un triunfo por dos a seis en Vallecas, con sendos dobletes de Gorka y Guerrero, ya se podía intuir el potencial del equipo. Tras un bache de resultados en octubre, mediada la primera vuelta, los de Amorrortu cogieron velocidad de crucero y llegaron a reunir a miles de personas en San Mamés.

Lambea subraya que «había un grupo de juveniles que se hacía fuerte en una liga tan complicada y que dio una esperanza para que la gente también se identificase con la cantera y la realidad es que Lezama se llenaba cada 15 días. El jugar contra los juveniles de Primera era muy atractivo y cuando el club vio que nos jugábamos ganar la Liga y la Copa nos trasladó a San Mamés para tener el empuje de la afición y, además, ver posibles opciones de jugadores para el primer equipo. Estaba claro que uno de los jugadores que sobresalía era Julen y el Athletic como club supo ver que aquello era un poco de aire fresco. Eso nos ayudó a todos los compañeros en partidos vibrantes como el que jugamos contra el Madrid en La Catedral».

«Siempre veías aparecer una melena rubia que la metía para dentro»

Todos destacan el impacto de Guerrero en el equipo. El donostiarra Huegun remarca que «era un líder silencioso, no era un jugador que pegara un grito o de gestos. Pero, siempre aparecía cuando se le necesitaba y lo hacía marcando. Para un delantero era muy complicado, porque muchas veces no le veías, pero siempre aparecía. Tú sabías que estaba por allí y en una descarga, una peinada o tras un fallo en el remate, siempre aparecía él. De repente, veías una melena rubia que remataba de cabeza, mordida o cayéndose, pero la pelota siempre acababa dentro. Fue una gozada jugar con él, te lo hacía todo fácil». Bidaurrazaga incide en que «tenía unas condiciones innatas, yo no he visto mejor finalizador que Julen, acababa las jugadas con las dos piernas, de cabeza, en velocidad o parado, los controles que hacía, era un genio». Lambea, por su parte, apunta a que «destacaba por ese olfato de gol, la llegada desde segunda línea, su agresividad de cara a portería, sus cambios de orientación o la calidad que tenía».

La dinámica del equipo aumentó la expectación e hizo que, poco a poco, varios jugadores fuesen dando ascendiendo al filial. El primero en debutar fue el propio Bidaurrazaga, en el campo del Betis y después llegó el salto de Guerrero en Compostela. Lambea subraya que «creo que tarde o temprano iba a llegar su momento, pero debutar con el Bilbao Athletic marcando tres goles hizo ver que estaba muy enchufado y creo que eso le dio la posibilidad para hacer la pretemporada». Bidaurrazaga, por su parte, destaca que «debutó en Santiago y metió un hat-trick, era algo extraordinario, pero para él era algo normal». Huegun, por su parte, remarca que «estaba claro que tenía un don especial y que quería llegar muy alto. Sin embargo, en aquel momento en la Julen, Txutxi y yo pasamos de una Liga preciosa como la sub 19 al Bilbao Athletic en Segunda, una categoría muy complicada para gente tan joven». Apuntando otra clave, ya que «el Bilbao Athletic tenía a un entrenador que se estaba jugando salvar la categoría como Blas Ziarreta, que era muy buen técnico y gran motivador, pero que proponía otro tipo de juego. Julen llegó al filial, que se suponía que era un jugador físicamente endeble y muy técnico, y en el primer partido contra el Compostela marcó tres goles. Si era capaz de hacer eso en Segunda y con aquel técnico es porque no tenía límite y que su llegada al primer equipo era cuestión de tiempo».

Los siguientes en saltar fueron Ruiz Otxoa y Suances, después llegaría el turno de Huegun y Txutxi, que se mantendrían en el segundo equipo junto a Guerrero hasta materializar la permanencia. El donostiarra explica que «recuerdo todo el equipo, los nombres, anécdotas, todo salió bien, y varios jugadores que subimos al filial. Por encima de todo estaba el grupo, el día después a mi debut en el Bilbao Athletic, el lunes, estaba todo el vestuario felicitándome, había risas y buen ambiente».

Jon Ander Lambea en un cromo de la temporada 94-95.

Tras una gran segunda vuelta, los rojiblancos se alzaron con el título liguero tras golear al Betis en San Mamés. Posteriormente, llegó el turno de la Copa. Tras dejar eliminar a Osasuna, el Athletic superó a la Damm en cuartos, por lo que la posibilidad de consumar el doblete estaba cada vez más cerca. En semifinales, de nuevo, con Guerrero, Huegun y Txutxi en el equipo y sin Gorka Bidaurrazaga por lesión, los de Amorrortu superaron al Valladolid. La final se disputó el 7 de junio de 1992 en Soria, en un partido marcado por el frío y los más de 2500 hinchas rojiblancos desplazados a Los Pajaritos. Guerrero adelantó al Athletic en el primer minuto de juego, pero los verdiblancos lograron empatar. Así, tras 120 minutos de juego, el título se decidió en los penaltis y allí emergió Joseba Gorbea para detener el lanzamiento de Pérez y certificar la hazaña. Pocas semanas después, Guerrero sería llamado por el primer equipo.

Jon Ander Lambea, que también debuto con “los mayores” durante la temporada 1992-1993, señala que «Heynckes llegó con unas ideas muy claras, vio lo que tenía y tomó la decisión de darle la oportunidad. Julen, obviamente, no la desaprovechó. Además, la forma de juego de Jupp le venía muy bien, trabajaba detrás de los delanteros, llegaba en el momento adecuado, tenía la pausa para aparecer o hacer gol, se encontró con un estilo muy dinámico y jugadores de mucha calidad».

Siguen juntándose

Los exjugadores que formaron parte de aquel equipo juvenil siguen juntándose. (Gorka Bidaurrazaga)

Han transcurrido tres décadas y aquel equipo sigue reuniéndose anualmente, Bidaurrazaga explica que «desde hace años tenemos un grupo de Whatsapp, hablamos de muchas cosas, nos felicitamos y en navidades intentamos quedar con la mayoría de la plantilla, entrenadores, delegados o fisios. Lo pasamos genial». Una cita que tampoco se pierde Huegun, «son unas vivencias muy bonitas, que actualmente todavía recuerdo mucho, porque además es un grupo que todos los años seguimos uniéndonos, algo que no me ha pasado en otros equipos». Lambea añade que «la convivencia rutinaria de juveniles la hemos mantenido con el tiempo, realmente es Julen el que suele organizar la cena en navidad para que nos juntemos. Al final, es revivir y contar las mismas batallas de siempre, pero nos alegra vernos, ver cómo hemos cambiado y sentir que aquel equipo era una familia».

Un colectivo que, como indica Bidaurrazaga, «la mayoría estuvimos juntos desde los 12 años hasta llegar a ese juvenil. Siempre he dicho que el Athletic nos hizo jugadores, pero lo más importante es que nos formó como personas con unos valores muy determinados». En su caso, completó un trayecto muy especial, ya que lo hizo acompañado de su hermano Aitor: «Siempre estuvimos con grandes entrenadores y personas, como Garay, Beitia, Sáez, Estéfano, Goiko, Fidel Uriarte, Amorrortu, Argoitia, Sarabia o Blas. Teníamos el mismo pensamiento, soñando con jugar juntos en el primer equipo. Éramos gemelos, íbamos corriendo al tren o al autobús para llegar a Lezama, Fueron muchos años y un montón de recuerdos. Mi hermano vive ahora en Cáceres, allí le conocen como “el vasco”, es athleticzale a muerte, sus hijos se llaman Iker y Ane, siempre le llama Aita…».

Los tres entrevistados pudieron jugar en el primer equipo, aunque no gozaron de continuidad. El primero en debutar fue Lambea, que disputó ocho partidos en la campaña 1992-1993, dos en la 1993-1994 y cuatro en la 1995-1996. Esa última temporada coincidió con Bidaurrazaga, al que Dragoslav Stepanovic le dio la oportunidad de estrenarse con los leones en el marco de una campaña aciaga. «Únicamente jugué 4 partidos con el Athletic, pero los recuerdo con mucho orgullo. Stepi me hizo debutar y se lo agradezco, pero la temporada fue mala. Los jóvenes entrenábamos y viajábamos con el primer equipo, pero no jugábamos ni con el Athletic ni con el filial. Fue así durante muchas jornadas y eso lo pagamos en Segunda, ya que descendimos». Junto a ello, alza la mirada destacando que «la pena es que no me consolide, he estado como jugador y entrenador en Lezama y sé lo difícil que es llegar al primer equipo».

Huegun, por su parte, completó tres encuentros en la 1993-1994 y formó parte de la plantilla del centenario, disputado unos minutos en San Mamés ante el Deportivo. Para entonces, la carrera de Guerrero había alcanzado una notoriedad extraordinaria. El donostiarra recuerda que «cuando volvimos a coincidir en el primer equipo, Julen ya era una estrella con mayúsculas, ya que su repercusión tanto en Bilbo como en La Liga era brutal. Era un jugador consagrado y muy mediático, también tengo muy buenos recuerdos, mi trato con él seguía siendo el mismo, que siguiera teniendo esa cercanía conmigo, me hacía venirme arriba. Durante los entrenamientos se paraba a hablar mucho conmigo, seguía siendo ese líder en el campo y además conseguimos la clasificación para la Champions contra el Zaragoza».