Karlos ZURUTUZA

Kobane no está solo

Sabemos que no es más que apoyo moral pero no podemos quedarnos de brazos cruzados en casa». Kamil Jalal, Presidente para el Comité por Kobane de Kirkuk reconoce su impotencia en la manifestación diaria en apoyo al castigado enclave.

Hoy se han reunido en la plaza Suarcha, al noroeste de la ciudad. Jalal dice que conviene cambiar «para que el mensaje llegue al mayor número de gente posible». La segunda razón es que esto es Kirkuk, un lugar donde bodas, funerales y aglomeraciones de todo tipo son objetivo recurrente de ataques suicidas como el de hoy a la mañana. Esta vez fue un restaurante de comida rápida frecuentado por policías.

Para evitar sorpresas desagradables, se ha bloqueado el acceso a la plaza con camiones, donde el número de reunidos rozará el centenar. No obstante, la dolorosa realidad cotidiana queda en segundo plano ante la de Kobane. Jalal apunta directamente a Turquía tras la tragedia: «Llenaron la zona de terroristas y ahora se limitan a observar mientras estos cerdos matan a los nuestros», espeta Jalal, sosteniendo el flanco derecho de una pancarta negra con el eslogan escrito en letras blancas: «Kobane es Kurdistán, protege Kurdistán».

Perwin Hassan sostiene el flanco izquierdo, en representación de la Organización de las Mujeres de Kirkuk. Asegura que Kobane es el «Stalingrado de los kurdos» y confía en que, «a pesar de la destrucción», el desenlace sea el mismo que el de la ciudad rusa: «La pequeña Kobane es la prueba más grande de la determinación del pueblo kurdo a resistir hasta la última gota de sangre», asegura Hassan, justo antes de sumarse a los vivas a Abdula Oçalan, cofundador y líder encarcelado del PKK.

Su retrato en la protesta es casi tan omnipresente como el de Arin Mirkan, la combatiente kurda de las YPG (siglas en kurdo para las Unidades de Protección Popular) que prefirió inmolarse a caer en manos de los yihadistas a punto de tomar su posición. Hasta el momento ha sido la guerrillera suicida más conocida, pero no la única.

Desde la Unión de los Comunistas de Irak, Saman Mahmud se muestra convencido de que el de Kobane «no es sólo un ataque contra los kurdos sino también contra toda la humanidad». «Los kurdos nos hemos convertido en la primera línea de defensa frente a la barbarie. Si Occidente no nos apoya aquí, el cáncer se extenderá hasta sus propias calles», añade este joven activista de 29 años. «Kobane no está solo», reza el eslogan que sostiene en un folio.

Junto a las banderas amarillas con la estrella roja de las YPG se agitan también las verdes del PCDK (Partido de la Solución Democrática de Kurdistán), un partido de Kurdistán Sur que comparte el ideario del PKK. Hoy está representado por Hussein Kirkuk, su líder en la ciudad. No se muerde la lengua: «Massud Barzani (Presidente de Kurdistán Sur) es directamente responsable de esta tragedia. No representa a su pueblo; es solo un kurdo que hace negocios con Erdogan (presidente turco)».

Según Kirkuk, las fluidas relaciones comerciales entre Ankara y Erbil, que incluyen suculentos contratos energéticos, están detrás del embargo impuesto a los kurdos del oeste por ambas partes desde que comenzara la guerra en Siria.

«El plan desde un principio era asfixiar a la población de Rojava (Kurdistán Oeste) hasta que esta se fuera a Kurdistán Sur, o a los campos de refugiados instalados en la frontera turca». denuncia el líder local del PCDK, antes de recordar que las consecuencias del desenlace en la localidad mártir de Rojava son «incalculables».

Proceso de paz

A principios de este mes, Oçalan advertía que una masacre en Kobane podría poner fin al proceso de paz kurdo, señalando el 15 de octubre como fecha límite.

«¿Proceso? ¿Ha dado Turquía algún paso hacia la paz en este último año?», se pregunta Falah Salah, Parlamentario por Kirkuk de la Unión Patriótica de Kurdistán.

«El PKK ha hecho todo lo que se le ha exigido, empezando por el repliegue de sus unidades de suelo turco. La respuesta de Ankara ha sido llenar Rojava de yihadistas», lamentaba el alto representante que llamaba a todos los kurdos a sumar fuerzas «al margen de siglas políticas», así como al boicot a los productos procedentes de Turquía.

Como cada día, la concentración acaba justo antes del anochecer. Los kirkukíes ya están acostumbrados a evitar la noche, más ahora que las banderas negras del Estado Islámico ondean a menos de 30 kilómetros de esta plaza.