@albertopradilla
IRUÑEA

Los consensos están claros, solo falta blindar el cambio con votos

La debilidad aparente provocada por el hecho de que UPN boicotease el debate entre candidatos a la presidencia de Nafarroa en ETB terminó convirtiéndose en virtud, al menos a priori. Sin Javier Esparza interrumpiendo constantemente y monopolizando el discurso con el «Navarra seguirá siendo Navarra», las fuerzas llamadas a compartir el Gobierno post-régimen tenían la oportunidad de dialogar sobre urgencias programáticas. No estaba el «sparring» de UPN a quien recordar todos los males de dos décadas de «navarrismo», por lo que se podía abrir juego y perfilar. Adolfo Araiz (EH Bildu), Uxue Barkos (Geroa Bai), Laura Pérez (Podemos) y José Miguel Nuin (Izquierda-Ezkerra), con María Chivite (PSN) como invitada, podían aprovechar para ahondar en contenidos. El problema es que esta ha sido una campaña estática, más de mirar de reojo al de al lado e intentar no cometer un error que de grandes discursos. Así que la discusión se cerró sin desvelar la gran incógnita: preferencias de pacto, que siguen condicionadas por los guiños de Barkos al PSN disfrazados de «no poner líneas rojas» y las propias matemáticas, que son las que marcarán la diferencia entre el deseo y la realidad.
El bajo perfil de la campaña tiene dos lecturas: la primera, que no han sido dos semanas, sino casi tres años de carrera. La segunda, que a pesar de los cantos de sirena electorales sigue existiendo una emergencia política y social y la mayor garantía para un cambio real es que quien se ha mostrado claro en su apuesta transformadora lidere el próximo Ejecutivo.
Sobre pactos no hay más de lo que ya se ha dicho u omitido. Únicamente Adolfo Araiz ha dejado claras cuáles son sus preferencias. Lo ha hecho durante toda la campaña y en el debate volvió a insistir por respeto al votante. Salió a morder en la recta final recordando, papel en mano, los fraudes perpetrados por el PSN en engaños como el «agostazo». «Hemos generado frustración», admitía una balbuceante María Chivite que se aferraba a los cambios estéticos en Ferraz. Su «que Navarra siga siendo Navarra» como único argumento sirvió para recordar quién es y de dónde viene. Uxue Barkos, que basa su campaña en intentar liderar el bloque del cambio, no le echó ningún guante pero tampoco jugó a machacar. Por si acaso. La garantía para que ese posible recambio que se ve entre bambalinas no se materialice son los números. Y eso se consigue a través de un voto que blinde líneas de actuación clave que, según lo escuchado tanto en el debate como en campaña, forman parte del consenso del cambio.
Si nos abstraemos del «con quién» y vamos al «para qué», es evidente que hay quorum entre EH Bildu, Geroa Bai, Izquierda-Ezkerra y Podemos sobre cuestiones clave. Por ejemplo: una auditoría que determine los responsables de los desfalcos y cómo se evitan a futuro; la democratización de Nafarroa y el fin de las políticas de exclusión o convertir a las personas en prioridad frente al cemento. Si alguien se ha dado cuenta de eso es UPN, que ha terminado recurriendo al cavernario Ollarra para advertir del cataclismo desde «Diario de Navarra». Son tan claros los mimbres y está tan cerca el objetivo que el voto tiene una inmensa responsabilidad: blindar una Nafarroa distinta desde ya.