Beñat ZALDUA

Convergència: adiós a 42 años de dominio de la política catalana

Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) celebró ayer su XVIII y último Congreso, en el que decidió liquidar las históricas siglas fundadas en 1974 por Jordi Pujol, sin las cuales resulta imposible entender el devenir de Catalunya durante estas cuatro décadas.

El resumen de la secuencia acontecida ayer en el Centro de Convenciones Internacional de Barcelona habla por sí sola: un grupo de gente celebró el último congreso de un partido político y, acto seguido, ese mismo grupo de gente inició el Congreso fundacional de una nueva formación. Con esta secuencia en mente, costará vender el nuevo partido como algo realmente nuevo, más teniendo en cuenta que una de las opciones para nombrar la formación es Catalans Convergents (la otra es Més Catalunya). Ayer finalmente decidieron posponer la elección del nombre, vistas las numerosas quejas que suscitaron los dos nombres propuestos.

Pero sea como sea, ayer, 8 de julio de 2016, quedó políticamente liquidada CDC, las históricas siglas fruto de una asamblea celebrada el 17 de noviembre de 1974 en Montserrat y sin la cual es imposible intentar entender el devenir de Catalunya durante las últimas cuatro décadas.

Aunque por razones prácticamente opuestas, tanto la fundación como la liquidación de Convergència están indefectiblemente ligadas a la figura de Jordi Pujol i Soley, que a mediados de los 70 era una figura antifranquista de trayectoria indiscutible (dos años y medio en la cárcel), además de catalanista militante, católico practicante y acérrimo anticomunista. ¿Qué más se le podía pedir a una figura llamada a liderar un catalanismo moderado de centroderecha? Las características de Pujol encajaban al dedillo con las necesidades de la Transición y, probablemente, con las aspiraciones de buena parte de la población catalana que sí, que querían cambio pero cuidado, que no tanto, que el terreno desconocido siempre es frío y los sables militares todavía están calientes.

Así lo confirmaron las primeras elecciones al Parlament de 1980: tras los sustos dados por el PSUC en las municipales y estatales de 1979, Convergència (ya junto a Unió, partido pequeño pero con pedigrí republicano) ganó las elecciones. Gracias a los votos de la UCD y de ERC (que pagaría su apoyo con una larga irrelevancia) Pujol fue investido por primera vez president. Ni él ni CDC abandonarían el Palau de la Generalitat hasta 2003. 23 años de reinado que apuntalaron el régimen autonómico en Catalunya, con luces que no ciegan, pero sería absurdo no ver (empezando por la implantación de la inmersión lingüística), y sombras que resulta imposible esconder, desde la masiva corrupción al establecimiento de un sistema clientelar tanto dentro de Catalunya como en las relaciones con Madrid, dominadas por el muy catalán juego de «la puta y la Ramoneta»: una tensión siempre controlada, basada en el intercambio de competencias a cambio de fidelidad y estabilidad. Qué tiempos aquellos en los que “ABC” nombró a Pujol «español del año». Tampoco es fácil olvidar el apoyo de CDC a Aznar y a iniciativas como la Ley de Partidos que sirvió para ilegalizar a la izquierda abertzale.

Tripartit y Procés

Pujol sorprendió a propios y extraños al nombrar como sucesor a Artur Mas, a quien le tocó pilotar la nave durante la travesía del desierto que supusieron para Convergència los siete años de Tripartit. Pero el partido siguió tocando poder: inolvidable la foto de Mas pactando el Estatut con Zapatero a espaldas del Govern. Y de aquellos polvos, estos lodos por todos conocidos. CDC recuperó la Generalitat en 2010 con Mas, pactó con el PP y trató de recuperar la dinámica pujolista a través del pacto fiscal. Tanto Rajoy como la mayoría de Catalunya, por motivos evidentemente opuestos, le dijeron que no, y el hoy expresident, sea por interés o convencimiento, supo leer el giro dado por el país y se subió al carro ya en marcha del «Procés». Sin embargo, ello no le ha permitido soltar el lastre de la corrupción y mantener la hegemonía en el panorama político catalán. De ahí la eutanasia de ayer a CDC.