Iraia OIARZABAL

Bienestar y progreso no solo se miden con números

¿Riqueza económica es sinónimo de progreso? ¿Se puede medir la felicidad? ¿Va esta unida al dinero? Estas y otras preguntas rodean el debate sobre los diferentes indicadores para medir el progreso de una sociedad. No hay una única respuesta, aunque se puede afirmar que desarrollo y bienestar no se identifican solo con cifras.

En el ámbito académico y político es común escuchar hablar de progreso y bienestar desde una perspectiva económica, ligada a indicadores como el PIB o la renta per cápita. Efectivamente, este tipo de figuras muestran un parte de la realidad, ligada a los resultados que tiene un país en términos financieros. Pero sería aventurado afirmar que el desarrollo de una región, el bienestar de quienes conforman una sociedad, está determinada únicamente por el crecimiento de su economía.

Esta idea quedó de relieve en el curso de la UPV-EHU que, bajo el epígrafe “¿Cómo medir el desarrollo de una sociedad?”, se desarrolló la pasada semana en el palacio Miramar de Donostia con el objetivo de poner sobre la mesa los diferentes indicadores para medir el progreso. Más allá de datos puramente económicos, los ponentes trataron de exponer que para dar una visión integral del progreso de un país es preciso tener en cuenta otro tipo de variables. Un debate enriquecedor que dejó como principal conclusión que no hay una métrica única o visto de otra forma, que hay numerosos prismas para conformar la figura completa.

PIB: un dato objetivo...

En macroeconomía el Producto Interior Bruto (PIB) es seguramente el indicador más utilizado para evaluar la situación de un país. Cuantifica la producción total y su incremento se relaciona directamente con el crecimiento económico. Es por ello que la economista Paulina Etxeberria defendió el valor de dicho indicador, aunque reconoció que conlleva ciertas limitaciones puesto que hay conceptos que no mide (el ocio, el trabajo del hogar, la salud). Tomando prestadas las palabras que en los años 60 pronunció Robert Kennedy, hermano del presidente estadounidense, señaló que hay quienes critican que el PIB lo recoge todo excepto lo que hace la vida más valiosa. Ante ello, ensalzó la objetividad de este indicador y abogó por trabajar para completarlo.

Y es que, a su juicio, no deja de ser una fuente de datos reales que ayuda a diseñar políticas económicas y que es fácilmente comprensible en la sociedad. «Todo el mundo sabe que si el PIB sube la economía va a ir bien», apuntó. Ahora bien, ¿es el crecimiento económico el único garante del desarrollo social? Etxeberria añadió que, efectivamente, es necesario fomentar avances en otros muchos ámbitos para hablar de bienestar. Eso sí, descartó dar por buena la popular afirmación de que el dinero no da la felicidad e hizo una puntualización al respecto: «Satisfacción y felicidad no son lo mismo. La felicidad es una emoción momentánea. Si la cuestión es cuán satisfechos estamos con nuestra vida, los estudios dicen que cuanto más dinero tiene la gente es más feliz».

También hubo espacio para la reflexión en un contexto en el que la desigualdad entre los más ricos y los más pobres sigue creciendo. Fomentar una educación en igualdad de condiciones, abordar la problemática del desempleo y poner fin al clientelismo y la corrupción son algunas de las medidas que propuso para que el crecimiento económico de un país vaya ligado al desarrollo de su sociedad.

... que no lo dice todo

Ante las evidentes lagunas que presentan indicadores como el PIB a la hora de hacer la fotografía completa del estado de desarrollo de una región, a lo largo de los últimos años han surgido nuevas figuras que abordan la cuestión desde un punto de vista más amplio. Entre ellos encontramos el Índice de Desarrollo Humano (IDH), elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y que toma en consideración aspectos relacionados con la educación y la salud, además de la riqueza calculada según el PIB per cápita. Mikel Mancisidor, miembro del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de Naciones Unidas, desgranó en Miramar sus claves: «no vamos a medir exclusivamente la riqueza, ya que lo importante del desarrollo humano es qué opciones tenemos para ser libres y para construir nuestra vida como queremos construirla. Para ello necesitamos unas capacidades, algunas de ellas materiales», expresó.

Noruega, Australia, Alemania, Canadá, Estados Unidos, Dinamarca e Irlanda son algunos de los países que encabezan la lista con un mayor IDH. En la cola se sitúan Níger, República Centroafricana y Eritrea. Atendiendo al contexto económico, es obvio que el desarrollo o la ausencia del mismo en esta materia influye. Según este índice, cuantas más opciones tiene un individuo en su propio medio para ser o hacer lo que desea, mayor será el nivel de desarrollo humano. Aunque para ello es necesario contar con una serie de recursos materiales, Mancisidor explicó que la crisis no tiene porqué influir en la posición que ocupe un país en el ranking del IDH. «Se puede seguir aumentando el índice porque se produce un aumento en los años de educación, la esperanza de vida es igual que antes y la reducción de la renta tampoco es tan espectacular», afirmó.

Ligado a los conceptos que maneja este parámetro, desde 2010 se trabaja sobre Índice de Progreso Social (IPS) que publica la organización sin ánimo de lucro Progreso Social Imperativo, cuyo director de redes, Antonio Aranibar, participó en el curso de la UPV. Este índice consiste en la medición de tres dimensiones: necesidades básicas, fundamentos de bienestar y oportunidades, ya que sus impulsores entienden que las mediciones económicas no son suficiente para evaluar la situación de un país.

Encabezan el listado que mide este índice algunos de los países nórdicos antes mencionados, como Suecia o Noruega, junto con Holanda, Islandia, Suiza, Alemania, Canadá y Gran Bretaña. Pero también llega fuera de las fronteras europeas, obteniendo una alta puntuación Uruguay, Chile y Costa Rica.

Atendiendo al mapa que dejan estos dos índices, se reafirma la teoría de que el bienestar de una sociedad ya no solo se liga a la creación de capital. El acceso a la educación y la creación de oportunidades para que los integrantes de una sociedad puedan desarrollar un proyecto de vida en condiciones dignas son, por tanto, cuestiones ineludibles. El medio ambiente y la salud también figuran entre los factores a tener en cuenta en la escala de medición, por lo que los participantes en el curso abogaron por seguir trabajando para añadir contenido a los índices. «El desarrollo humano es un concepto vivo», remarcó Mancisidor, lo que hace que esté en constante evolución.

Vivir más y mejor

Vivimos en una sociedad cada vez más longeva y también más concienciada con su salud. Jean Marie Robine, director de investigación del instituto francés INSERM y que trabaja con el índice Healthy Life Expentancy (esperanza de vida saludable), relató que cada vez tiene más importancia en países como Japón, Estado Unidos o los socios de la Unión Europea. No se trata únicamente de vivir más años, sino de vivirlos en unas condiciones saludables. Así, por ejemplo, alertó de que en países como Suecia o Dinamarca la esperanza de vida es algo menos que en el Estado español, sin embargo viven más tiempo sin discapacidades.

«No hay baby boom, sino boom de personas ancianas», afirmó en tono amigable para advertir de que es necesario responder a esa situación para poder vivir cuantos más años posibles con un estado pleno de salud. En el marco de lo que Robine define como «revolución longeva», el Healthy Life Expentancy observa el nivel de discapacidad de la población conforme avanza en la edad con dos objetivos fundamentales: eliminar las desigualdades en la salud por sectores sociales y controlar los cambios que se dan a lo largo del tiempo.

La anhelada felicidad

Ciertamente la felicidad es un estado de ánimo y, por lo tanto, subjetivo. Partiendo de ello resulta complicado darle una medida, un número que evalúe del 0 al 10 cuán feliz se siente una persona en un determinado momento de su vida. Con todo, siendo determinante en el desarrollo de cada individuo, desde 2012 la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible publica el Informe Mundial sobre Felicidad teniendo en cuenta el bienestar subjetivo, la esperanza de vida, el apoyo social, los afectos, la percepción de corrupción, la libertad de tomar decisiones... Suiza encabezaba el listado de países más felices del mundo de 2015. Los más infelices, Togo, Burundi y Siria.

Ante ello, no es sencillo acertar qué es lo que da la felicidad, aunque es más fácil comprender qué le pone barreras.