María SUÁREZ

GRAN BRETAÑA SE PREPARA PARA UN OTOñO FRENÉTICO

A punto de cumplirse dos meses del referéndum que decidió la salida del Reino Unido de la Unión Europea, Gran Bretaña se enfrenta a un otoño políticamente caliente a la espera de los primeros pasos del Gobierno conservador para hacer efectiva esa salida.

En Gran Bretaña, la cosa va para largo. Hoy por hoy, la situación política de Reino Unido se asemeja a la elaboración de un pan. Primero se amasa, luego se deja reposar. Lo mismo ocurre en la política británica. En el primer mes después del referéndum, la nueva primera ministra, Theresa May, removió los ingredientes y amasó suavemente la harina y en agosto la masa resultante reposa esperando de nuevo ser manipulada. Las frenéticas primeras semanas posreferéndum, repletas de conciliadoras reuniones con diferentes mandatarios, han dado paso a un clima de calma –mucho tiene que ver el período estival, sin actividad parlamentaria y con la mayoría de representantes políticos de vacaciones– en el que se aprovecha para analizar lo que hasta ahora se ha conseguido y, sobre todo, todo lo que se hará a partir de setiembre.

Los deberes más urgentes ya se han realizado. Theresa May ha conseguido en tiempo récord algo que antes del 23 de junio se antojaba casi imposible: reunificar el Partido Conservador, completamente dividido entre quienes apoyaban la permanencia en la Unión Europea (con David Cameron a la cabeza) y entre quienes respaldaban las tesis del Brexit. En estos momentos, no existe confrontación alguna ni voces internas –al menos que se escuchen públicamente– en contra de la líder del Gobierno británico. May movió magistralmente las piezas en su nuevo Ejecutivo para contentar a propios y a ajenos. De los 27 integrantes de su gabinete, sólo siete hicieron campaña por el Brexit.

A cambio, May se ha deshecho de figuras claves para su antecesor como George Osborne o Michael Gove. Y gran parte de esos siete ministros pro-Brexit ocupan posiciones relevantes en el panorama de las relaciones internacionales. Además, May ha conseguido equilibrar de cara a la galería las simpatías y repulsas que genera Boris Johnson entre el electorado conservador dándole la cartera de Exteriores, pero quitándole poderes sobre las materias actualmente más importantes en política exterior de Reino Unido: comercio internacional y la negociación con la UE sobre el Brexit. Como cuando a un niño se le deja sentarse en el asiento del conductor de un coche sin arrancar para simular que conduce. «El papel de Boris Johnson como ministro queda en algo más bien ceremonial», explica a GARA el profesor Christopher Raymond, experto en estudios políticos de la Queen's University de Belfast. De esta manera, y en tiempo récord, ya nadie habla de la división del Partido Conservador.

No parece tan sencilla la labor de contentar a un Reino tan desUnido. El resultado sobre el Brexit ha puesto de nuevo en primera plana los deseos soberanistas de territorios como Escocia o las peticiones de unificación de Irlanda. Pocos días después de ser elegida primera ministra, Theresa May realizó una ronda de reuniones con la ministra principal escocesa, Nicola Sturgeon, cuyo gabinete trabaja con la posibilidad de un segundo referéndum de independencia, y con Arlene Foster (Partido Unionista) y Martin McGuinness (Sinn Féin), líderes del Gobierno del norte de Irlanda, donde también suenan voces pidiendo una consulta sobre la unificación del territorio. Ambos encuentros tuvieron lugar bajo un talante conciliador y dejaron buen sabor de boca a las partes, pero carecieron de concreción alguna.

Según Raymond, Theresa May «ha tratado de allanar el terreno a corto plazo para calmar los ánimos y poder trabajar sobre el largo plazo a la vuelta de vacaciones». Y se augura mucho trabajo, porque todavía nadie se explica cómo se las arreglará para tener en cuenta la voluntad de permanencia en la UE de Escocia y del norte de Irlanda, con sus demandas políticas subyacentes, en un contexto en el que Europa no parece muy dispuesta a poner fácil el «divorcio amistoso» y con la presión de quienes votaron por salir, que ven además cómo hay voces que ya mencionan escenarios como el mantenimiento de la libertad de movimiento de los ciudadanos comunitarios en Reino Unido a cambio de mantener las ventajas comerciales del mercado único.

¿Habrá Brexit?

Hay quien ha ido más allá en estos dos meses y ya duda de si efectivamente el Brexit se va a producir. El periodista del “Financial Times” David Allen Green, a quien recientemente la Universidad de Oxford le ha encargado la realización de una publicación sobre el Brexit, es una de las figuras que lleva analizando el escenario posreferéndum (que no post-Brexit) en todo este tiempo. Allen Green recuerda que antes del referéndum los miembros de la campaña aseguraban que, de ganar el «out», el proceso de desanexión se iniciaría cuanto antes. Poco después, tras conocer el resultado de la consulta, el ex primer ministro David Cameron atrasó los plazos a otoño. El pasado mes de julio, Theresa May aseguraba que será a principios de 2017 cuando el Gobierno invoque el artículo 50 del Tratado de Lisboa que permite que un Estado abandone la UE y hace unos días el diario “The Sunday Times” citaba «fuentes oficiales» para asegurar que las negociaciones sobre el abandono de la UE no comenzarían hasta 2019 debido a la complejidad del proceso (se calcula que cientos de leyes de Reino Unido están basadas en el derecho comunitario). Por ello, Allen Green asegura que «aquellos que han ganado la batalla del referéndum no deberían tener tan claro que vayan a ganar la guerra del Brexit».

Cada vez se antoja más complicado la salida de la UE en los dos próximos años. Y habrá que ver en los siguientes. El profesor Christopher Raymond alerta del escándalo que supondría el hecho de que finalmente no hubiera Brexit. «Si May no cumpliera su promesa, el Partido Conservador iniciaría una guerra abierta entre aquellos que apoyan a la UE y los que no, y evidentemente ella quiere evitar a toda costa esa situación».

Crisis laborista

Pero en este momento el mayor ejemplo de guerra abierta en la política de Gran Bretaña tiene que ver con la situación del Partido Laborista, inmerso en la carrera por el liderazgo de la formación. El resultado del Brexit precipitó el estallido de una crisis interna que llevaba tiempo macerándose. De un lado, el bando de Owen Smith en representación de la mayoría de los miembros laboristas del Parlamento, contrarios a Jeremy Corbyn. El líder laborista ha visto cómo algunos parlamentarios han aprovechado la coyuntura para demostrar públicamente un rechazo que venía de antes, y también ha soportado cómo algunos de sus aliados en el Parlamento le daban la espalda por no haberse implicado lo suficiente en la campaña por la permanencia en la UE. Jeremy Corbyn todavía cuenta con el apoyo de los sindicatos y las bases, que hace un año mostraron su preferencia por el actual líder de la formación. Sin embargo, el camino hacia las primarias no es sencillo. Unos 130.000 nuevos afiliados que se habían unido al partido en los últimos seis meses se han quedado sin derecho al voto después de una batalla en los tribunales en la que finalmente el Comité Ejecutivo Nacional prohibía la participación a aquellas personas que se habían afiliado al partido después del 12 de enero. Quienes apoyan al líder laborista denuncian que se trata de una estrategia para que pierda apoyos en las primarias.

El profesor Raymond alerta de que la crisis interna en el Partido Laborista está ocasionando que, en la práctica, no exista una oposición al Gobierno Conservador. «Con todo lo que ocurre en el seno de la formación, no se está presionando al Ejecutivo en el tema del Brexit, no se está ofreciendo una respuesta unitaria y contundente». Y el hecho de que el próximo 24 de setiembre se dilucide quién tomará las riendas del Partido Laborista a partir de entonces, no garantiza que la crisis se vaya acabar. Hay quien habla de una inevitable escisión en el laborismo si Corbyn se volviera a hacer con el liderazgo.

De cara a setiembre también hay que tener en cuenta las iniciativas ciudadanas consecuencia del Brexit. El próximo día 5, el Parlamento estudiará, por imperativo legal, la posibilidad de celebración de un segundo referéndum de permanencia en la UE. No será sin embargo, nada más que algo simbólico ya que, aunque más de cuatro millones de personas firmaron la petición, es seguro que no saldrá adelante.