Ainara LERTXUNDI
Entrevista
EMMA PUIG DE LA BELLACASA
EXPERTA EN PROGRAMAS DE IGUALDAD DE GÉNERO EN AMÉRICA LATINA

«Lo que pasa en la esfera privada no es un asunto de puertas adentro»

Emma Puig de la Bellacasa es especialista en programas de igualdad de género e inclusión social para América Latina y el Caribe de Plan International. Cuenta con más de 15 años de experiencia en el trabajo por la defensa de los derechos de las mujeres.

Emma Puig de la Bellacasa, licenciada en antropología social y especialista en programas de igualdad de género de la ONG Plan International en América Latina y el Caribe, alerta en entrevista a GARA de «la gravísima situación» de las mujeres y niñas en la región, del retroceso en materia de leyes y políticas públicas, y de la estigmatización de organizaciones y activistas. «Otro de los problemas más grandes es que las niñas están invisibilizadas; lo que no se ve, no se considera», subraya.

Un reciente informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe denuncia que una media de 12 mujeres mueren cada día por el hecho de ser mujer. ¿Qué factores están propiciando el incremento de la violencia de género?

Las cifras hablan por sí solas. Estamos ante un escenario de emergencia, sumamente grave, pero que no es considerado por los gobiernos como una prioridad. A la gravísima situación de las mujeres, hay que sumarle la violencia de género hacia las niñas y mujeres jóvenes, que no se está tomando en cuenta. A día de hoy, hay grandes retrocesos en leyes y políticas públicas en las que se había avanzado. Gobiernos que considerábamos progresistas no están impulsando acciones concretas para que las mujeres y las niñas sean transformadoras de sus vidas. Sino todo lo contrario, vemos un retroceso en materia de programas de educación integral para la sexualidad, en programas educativos para la igualdad de género que contribuyan a construir sociedades más igualitarias y que deconstruyan las prácticas sociales y culturales patriarcales que perpetúan la violencia de genero. Vemos también una tendencia en aumento en la que se estigmatiza el trabajo por la igualdad de género de las organizaciones sociales, de jóvenes y de mujeres. Otro de los problemas más grandes que observamos es que las niñas están invisibilizadas; lo que no se ve, no se considera.

Cuando se habla de violencia contra la mujer, ¿a qué tipo de violencias nos referimos?

La violencia contra las niñas y mujeres se expresa de diversas formas y se necesita una mirada interseccional para abordar todos los tipos de violencias que puede sufrir una niña y mujer debido a su condición y posición social. Por ejemplo, una niña perteneciente a una comunidad indígena en el área rural de América Latina se verá expuesta a violencias adicionales. No solo por ser niña está ya expuesta a ser violentada, sino también por su condición de niña perteneciente a una comunidad indígena, lo que la expone a la discriminación y el racismo que también es violencia. La violencia de género se manifiesta de numerosas formas –física, sexual, obstétrica, sicológica y económica–, produciéndose tanto en los espacios de lo público (mundo laboral, medios de comunicación, en el lenguaje que utilizamos) como en los espacios de lo privado (en el seno de la familia). Sabemos también que adquiere formas muy dramáticas en el ámbito de la pareja y de los noviazgos, así como en lo doméstico, en el que muchas mujeres son asesinadas a manos de sus parejas. En Plan International estamos muy preocupados por las consecuencias que tienen en la vida de las niñas algunas de las violencias que se ejercen contra ellas, entre las que quisiera destacar el matrimonio forzado a edades tempranas, cuyas consecuencias son graves, ya que a menudo son forzadas a abandonar su educación y tienen un mayor riesgo de sufrir violencia, abusos, relaciones sexuales forzadas y embarazo precoz, que también lo identificamos como una violencia contra las niñas. América Latina y el Caribe registran la segunda tasa más alta de embarazos adolescentes del mundo, detrás de África. Aproximadamente una de cada tres jóvenes mujeres son madres antes de cumplir 20 años. La mayoría de esos embarazos son producto de violencia sexual en el seno de las familias.

En mayo, una joven de 16 años fue violada en grupo en Brasil y las imágenes de la agresión fueron difundidas en las redes sociales. La violación, tortura y muerte de otra adolescente de 16 años en Argentina a principios de octubre generó una ola de indignación en el país por la brutalidad del caso. ¿Qué factores se esconden detrás de tanto ensañamiento y sevicia?

Vivimos en sociedades patriarcales con estructuras sociales y culturales que perpetúan prácticas machistas que contribuyen a construir un imaginario colectivo de que las mujeres y las niñas son cosas que se pueden poseer y por ende decidir qué hacer con ellas. A esto súmale la falta de poder y, por consiguiente, de voz que tienen las mujeres y las niñas, lo que repercute seriamente en la autoestima y en la posibilidad de visualizar que muchas de las cosas que te ocurren en tu día a día son inaceptables, porque son violentas y atentan contra tus derechos humanos y tu dignidad como mujer. La normalización de la cultura machista y violenta permite que estemos presenciando estos crímenes y violaciones colectivas de niñas y mujeres de manera repetitiva e impune. La sociedad envía mensajes constantes a través de la publicidad, de la educación sexista, de la televisión y del cine de que las niñas y mujeres cuando dicen «no», es tal vez un «sí». Imagínate cuán grave es esto y las consecuencias que tiene para nuestras vidas. En este sentido, evidenciamos una alta prevalencia de violencia en los noviazgos de adolescentes en donde se habla de la famosa prueba del amor que obliga a las niñas adolescentes a aceptar situaciones violentas que a veces terminan muy mal. Y que posteriormente se las culpabiliza de la agresión, achacándolas a que ellas dijeron que sí y que aceptaron entregar esa prueba de amor. Después, les dicen que no reclamen, porque ellas habían dicho que sí. Esto demuestra la complejidad de las situaciones en las que se ven expuestas las adolescentes, viviendo situaciones violentas que no siempre pueden denunciar. Lo que además es sumamente grave es la impunidad frente a estas violaciones y crímenes por parte de los gobiernos. Las penas son muy bajas y frecuentemente no se cumplen. Otro factor a nuestro juicio sumamente grave es el miedo a denunciar, debido a que no siempre se cuenta con protocolos de atención a las víctimas y sobrevivientes que aseguren su protección y su no estigmatización. Aún hay grandes desafíos de contar con funcionarios públicos que tengan una formación de género sólida, que asegure el respeto de estas mujeres y niñas que han sido violentadas, para que no tengan que ser expuestas a una nueva violencia institucional, que no las cree y las culpabiliza.

¿Qué lleva a los autores de las agresiones sexuales a difundirlas en las redes sociales?

Si seguimos visualizando que estamos en escenarios patriarcales y machistas que son impunes frente a las violaciones y agresiones sexuales de las mujeres y niñas, podemos imaginar muy bien que para el agresor, el hecho de difundir y compartir estas terribles e inaceptables violaciones de mujeres signifique un momento de fama, en el que comparte lo hombre que es porque ha poseído a una mujer o una niña. Esto es lo que una sociedad patriarcal espera de él, que sea macho, fuerte y dominante. Lo que ocurre es que ahí se están pasando de la raya, y esto significa un crimen o un delito en toda regla.

Es preocupante también el alto índice de agresiones que se dan en el ámbito familiar. ¿Cómo gestionar esta violencia?

Para las niñas este debería ser un espacio de protección, donde las cuidan y las protegen. Sin embargo, y aunque existe dificultad a la hora de tener datos reales de los niveles de violencia por falta de denuncias, sabemos que es una realidad muy común. Esta falta de denuncias está relacionada a que con frecuencia el agresor es el padre u otro familiar. La niña que es abusada sexualmente o maltratada no tiene autonomía para denunciar debido a su edad. A esto se suma la complejidad en las emociones que experimenta la niña cuando el abusador es su padre o un familiar querido. La violencia hacia las niñas y los niños en el espacio privado con frecuencia se convierte en una violencia contra la mujer dentro del hogar. Haciendo daño a sus hijos, el perpetrador está haciendo daño a la madre, y convierte a los hijos en un objeto de chantaje y violencia hacia la mujer. Es vital que dejemos de pensar que lo que ocurre en la esfera privada es un asunto de puertas adentro. La violencia contra las mujeres y las niñas es un problema muy grave que nos debe movilizar a todas y todos. Es fundamental que si conocemos de una situación de violencia busquemos apoyo de los especialistas para poder acompañar a la mujer en esa situación. Asimismo, debemos involucrar a las instituciones que se ocupan de la protección de la infancia para garantizar una intervención temprana.

¿Cómo darle la vuelta a estos datos tan negativos a nivel cultural cuando, por ejemplo, el reggaeton es la música más popular y proliferan las narcoseries en horarios infantiles?

Partamos de reconocer la riqueza cultural que existe en Latinoamérica, que ha generado iniciativas maravillosas. Estoy pensando, por ejemplo, en la rapera de Guatemala Rebeca Lane que, a través de sus letras, desafía las normas machistas. O en las raperas de Costa Rica Nativa y Nakury. Otra iniciativa maravillosa de mujeres jóvenes es el colectivo de chicas ex–señoritas en Panamá. A través de fanzines artesanales invitan a otras mujeres a escribir sobre las normas sociales machistas en las que han crecido y a las cuales dicen basta. Necesitamos que las niñas y mujeres jóvenes se encuentren con estos espacios, que se miren en ellas, para inspirarse y ver que hay otras opciones.Consideramos clave que organizaciones como Plan International apoyemos a estas jóvenes creadoras que están haciendo un trabajo increíble.