Beñat ZALDUA
barcelona

Catalunya reflexiona qué hacer con el 1-O mientras crecen las amenazas

Mossos y líderes sociales declaran hoy en la AN por sedición. Ayer, el TC suspendió el pleno del Parlament antes de que ser convocado, mientras el Banc Sabadell decidió trasladarse a Alicante. De fondo suena el 155 de la Constitución y, entre tanto, el independentismo debate qué forma dar a la declaración que Puigdemont realizará el lunes.

Es 6 de octubre. En España, mucho más que en Catalunya, se recordará que tal día como hoy en 1934 el president Lluís Companys salió a las 20.00 al balcón de la Generalitat y proclamó el «Estado Catalán de la República Federal Española». Once horas después estaba preso en el buque Uruguay. El momento catalán actual está forjado con la materia que luego da forma a los libros de historia, y la comparación es tentadora por lo que conviene aferrarse a los referentes. «Reducir la historia de lo que pasó en Catalunya a los ‘hechos del 6 de octubre’ y al escenario del Palau equivale a convertir un proceso revolucionario complejo en un sainete», escribe el historiador Josep Fontana. Una revolución fallida del PSOE contra la CEDA que en Catalunya tuvo una raíz agraria que a menudo se olvida –la CNT rechazó participar–. Un fracaso estrepitoso que el independentismo de hoy rechaza como espejo en el que mirarse. Normal.

Con el recuerdo del 34 en mente y la mirada puesta en Europa, Catalunya no quiere dar pasos en falso. Tampoco pasos atrás. El independentismo da por válido y vinculante el referéndum del 1-O –aunque todavía no ha se han oficializado sus resultados ni se ha vertebrado un discurso claro sobre su naturaleza–, pero no quiere dilapidar por la vía rápida el inmenso capital político que le permitió acumular, tanto interna como externamente, la atroz actuación del Estado el domingo.

Los equilibrios son complejos y la paradoja evidente: los llamados a la mediación y la negociación son más fuertes cada vez que Catalunya da un paso al frente. Dicho de otro modo, para provocar esa mediación que la parte catalana ansía y la española rechaza, parece imprescindible que Catalunya siga dando pasos adelante. Baste recordar que las peticiones de diálogo y negociación solo se han multiplicado cuando Catalunya ha dado pasos inequívocos hacia la independencia.

Entre esta paradoja y los citados equilibrios se situará, según la poca información de la que se dispone, la declaración que el president, Carles Puigdemont, hará en el Parlament el próximo lunes. Las presiones para que no sea una Declaración Unilateral de Independencia tajante y drástica son enormes. También desde el entorno de la CUP se trabaja en este escenario. De momento se impone la idea de una declaración que deje clara la legitimidad de Catalunya para proclamar y ejercer como Estado, pero que permita abrir un periodo de algunos meses para apelar a la negociación y a la apertura de una mediación a la que se siguen apuntando candidatos y ofertas. La más convincente, con permiso de los discretos esfuerzos eclesiásticos, es la bautizada como Comisión independiente para la mediación, el diálogo y la conciliación, vertebrada en torno al Colegio de Abogados de Barcelona. Pero más allá del largo e ilustre listado de entidades y personajes que apoyan la iniciativa, públicamente nada indica que sus esfuerzos estén dando frutos.

Telaraña de amenazas

Por parte de Mariano Rajoy, la única concesión de ayer, si así se le puede llamar, fue sugerir que se descarte la DUI «para evitar males mayores». No para abrir el diálogo, sino más bien para que la represión no sea mayor. Es difícil en este contexto imaginar salidas para Catalunya que no pasen por seguir adelante.

Porque las amenazas no solo son de Rajoy. El Tribunal Constitucional suspendió ayer el pleno del Parlament del lunes –desde el independentismo se aseguró que no estaba ni oficialmente convocado–, aunque quizá podría acabar celebrándose gracias a una maniobra de Catalunya Sí que Es Pot, que registró la misma petición de comparecencia pero a través del reglamento del Parlament, y no mediante la suspendida Ley del Referéndum, tal y como lo hicieron JxSí y la CUP. Hay quien ha interpretado la jugada como una forma de quitar al soberanismo la opción de justificar la DUI por la ilegalización del pleno del Parlament, aunque resulta difícil creer que la decisión final vaya a depender de pequeñeces de tal calibre.

La noticia estrella del día, sin embargo, fue la decisión del Banc Sabadell de trasladar su sede a Alicante. Hoy es Caixabank la que se reúne para decidir. Sea motivado por razones políticas o económicas –o ambas–, el terremoto es importante, sobre todo si hoy la principal entidad financiera de Catalunya decide hoy marcharse también. Poca broma. Las implicaciones financieras son muy limitadas, pero las simbólicas no.

Quienes también saldrán mañana de Catalunya, pero en contra de su voluntad, serán los presidentes de la ANC y Òmnium, Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, así como el mayor de los Mossos, Josep Lluís Trapero, y la intendente de la policía catalana Teresa Laplana. Todos están acusados de sedición. De lo que ocurra con ellos en Madrid –veremos si el Estado decide hacerse con rehenes– dependerá el transcurso del fin de semana en Catalunya.

Apuntes del día

Aznar a Rajoy: o actúas o elecciones

La fundación FAES, principal plataforma de José María Aznar, se despachó ayer contra el Gobierno de Rajoy, a quien instó a actuar o convocar elecciones: «Si no encontrara el ánimo para hacerlo o hubiera de reconocer su incapacidad, debería otorgar a los españoles la posibilidad de decidir».

La mediación de “Manolo el del bombo”

El hincha más famoso de la selección española de fútbol, “Manolo el del bombo”, intentó ayer mediar para que Piqué no fuese pitado a su llegada a Alicante, donde la selección se concentra. La mediación de Manolo, sin embargo, fracasó estrepitosamente y Piqué fue abucheado.