Dabid LAZKANOITURBURU
EL CAIRO

El presidente egipcio insta a votar para legitimar su farsa electoral

Con los Hermanos Musulmanes en las catacumbas y la oposición de izquierdas y liberal laminada, el tempranero voto del mariscal golpista y nuevo rais egipcio, Abdelfattah al-Sissi, fue una orden para que los electores legitimen su farsa, flanqueados por soldados armados y con vales de descuento en tiendas y atracciones a cambio de su voto.

El rais egipcio, Abdelfattah al-Sissi, votó ayer en un colegio del distrito cairota de Heliópolis dos minutos antes de que los centros electorales abrieran sus puertas para las elecciones presidenciales, en imágenes emitidas la televisión estatal egipcia en una conexión en directo.

Toda una orden del mariscal golpista y presidente egipcio al electorado para que vote en los tres días de escrutinio. Y es que, con todos sus potenciales rivales vetados (prohibidos, encarcelados o simplemente conminados a retirarse) en unas elecciones en las que concurre como única «alternativa» uno de sus mayores admiradores, Mustapha Mussa, la única preocupación del régimen es lograr una tasa de participación que pueda legitimar los comicios. En las presidenciales de 2014, en las que Al-Sissi logró un 96,9% de votos frente al rival de izquierda Hamdeen Sabbahi, la participación no superó el 37% y llegó a un 47,5% tras la prórroga de un día más de la votación.

Premio por votar

Pese a que siempre es y será posible inflar la participación, en las puertas de los colegios electorales la música atronadora de dj's, grupos organizados de jóvenes que cantaban loas al rais y tiendas que ofrecían regalos a cambio de votos trataban de arrastrar a los electores a las urnas. Frente a un colegio electoral reservado a mujeres, en el centro de la capital, un joven repartía a las votantes una tarjeta de descuento del 10% en la famosa peluquería Al-Saguir.

El parque de atracciones Dream Park ha ofrecido un descuento del 50% a los que muestren el dedo con la tinta con la que se marca a los electores.

Como contrapunto de la algarabía orquestada por el régimen, los vehículos blindados en las principales arterias de la capital, los soldados armados y encapuchados y los detectores de metales confirmaban la evidencia de que las de estos días son todo menos unas elecciones normales (el pasado sábado dos policías murieron en un atentado en la ciudad de Alejandría).

Varios grupos opositores, como el Movimiento revolucionario 6 de Abril, han instado a boicotear las elecciones y lanzaron el hashtag «no salgas (de casa)».

«Son una farsa», escribió el movimiento en su cuenta de Twitter, en la que denunció «la campaña más grande de detención, represión y matanza», llevada a cabo por el régimen. «No hay garantías ni candidatos ni libertades», constató Sabbahi, líder del partido Karama.

 

Un gigante secuestrado

Abdelfattah al-Sissi se perpetúa como el «nuevo faraón» del atribulado Egipto. Y lo hace sin resolver ninguno de los ingentes problemas que asolan a ese inmenso país y que prometió atajar con su asonada.

La izquierda y los liberales que aplaudieron con las orejas su golpe de Estado contra los Hermanos Musulmanes se han dado cuenta, al final, pero tarde, de su error estratégico. El régimen de Al-Sissi es mucho más retrógrado que el de los islamistas a los que masacró en las calles. El salafismo egipcio le apoya, como le apoya, paradójicamente, buena parte de la población cristiana copta, aterrorizada por los atentados. Unos atentados que no cesan. La enésima ofensiva contra el ISIS en marcha en El Sinaí se antoja, otra vez, ineficaz.

Todos los proyectos faraónicos del rais se han revelado un fiasco y han dejado al país en bancarrota y en manos de los petrodólares saudíes. Su único «éxito» ha sido el recorte de los subsidios. Nadie osa levantar la voz.

Al-Sissi tiene secuestrado al país árabe más poblado, al Egipto que lideró el panarabismo en los cincuenta, que llamó a la Primavera en 2011 al derrocar a Mubarak y que ensayó la frustrada toma del poder del islam político.

Como tiene secuestrada a la «comunidad internacional». Al-Sissi respondió a las críticas de Obama echándose en brazos de Putin. Ahora, todos, empezando por Trump –y sin olvidar a Macron–, le hacen la ola en una región en llamas. La ola a costa de un país, Egipto, llamado a liderar el mundo árabe y hundido, irremisiblemente, en la nada.