Miguel CARVAJAL

El infierno de fuego que sigue generando preguntas relevantes

«Hay claros indicios de actos criminales», aseguró Nikos Kostas, ministro de Orden Público y Protección Ciudadana, en relación a la ola de incendios que han asolado el Ática y que se han cobrado la vida de 91 personas. El Gobierno ha anunciado una investigación y un paquete de ayudas. La oposición ha cuestionado «los mecanismos de respuesta» utilizados.

Superada la necesidad de acción inmediata, Grecia respira y se pregunta qué ha pasado y quién es el responsable. El equipo de Gobierno compareció en una tensa rueda de prensa en la que aseguró tener pruebas del carácter intencionado de los incendios. El ministro Kostas puso como ejemplo el breve intervalo de tiempo transcurrido entre el primer incendio, en Kineta, cerca de Corinto, y el segundo, a 70 kilómetros, en la zona de Mati. Una y otra población flanquean Atenas desde el este y el oeste.

Kostas aseguró haber puesto su dimisión sobre la mesa del primer ministro, Alexis Tsipras, a lo que éste se habría negado. No obstante, rechazó las críticas sobre la gestión de la crisis por parte del Gobierno, que ya ha anunciado una investigación al respecto. Desde la oposición, Maria Spyraki, portavoz de Nueva Democracia, ya ha anunciado que realizará «preguntas relevantes» en la sesión correspondiente. El patriarca de Kalavita, cargo eclesiástico equivalente a arzobispo, explicaba ayer los incendios como un «castigo divino» por tener un primer ministro ateo.

Por su parte, Panos Kammenos, ministro griego de Defensa, ha puesto el foco sobre el modelo de planificación urbanística de Mati, la población costera y turística que ha registrado más muertes. «Es un crimen que hunde sus raíces en el pasado; muchas casas no tienen licencia y bloquean la costa», explicaba Kammenos a un medio de comunicación británico.

La ciudad-trampa

Un equipo de 200 ingenieros de la Universidad Nacional de Atenas se desplazó al lugar el pasado martes para buscar las causas y evaluar el alcance de los daños. Al día siguiente, emitió un informe en el que calificaba el entramado urbano de Mati de «trampa». Las calles estrechas y cortas, algunas sin salida, así como lo escarpado de la costa en algunos puntos, fueron factor clave una vez que el fuego bajó del monte Penteli. Luego cruzó la Avenida Maratón, la principal carretera de la zona, y alcanzó las viviendas.

Kammenos, líder del partido nacionalista ANEL y aliado circunstancial de Syriza, fue increpado cuando acudió ayer a la zona de Mati.

Dimitrios Stergiou-Kapsalis, alcalde de Penteli, zona montañosa donde comenzó el fuego, aseguraba que la respuesta de los servicios de emergencia fue «excelente» ya que «quince minutos después de prendido el fuego, ya había aviones Canadairs y helicópteros echando agua desde el cielo».

Pero los bomberos tardaron más. Según Georgos Papadias, Jefe de la Federación Forestal Griega, los bomberos concentraban sus esfuerzos en el oeste, en el monte Gerania Ori. Es aquí donde en octubre pasado las autoridades del Ática declinaron una oferta de prospección minera por parte de una empresa privada que buscaba bauxita.

Mientras tanto, vecinos de Mati han asegurado que vieron las primeras llamas entre las 17.30 y las 18.00 horas. A las 18.30 el fuego ya había cruzado la Avenida Maratón. «Recuerdo como mínimo cinco incendios en Penteli, pero el fuego nunca había cruzado la carretera», explica Lina, vecina de la localidad. «Cuando vimos eso cogimos los ordenadores portátiles y salimos corriendo. La celeridad nos salvó la vida. Los primeros bomberos no llegaron al hotel, situado a 500 metros, hasta las 23.00. Tardaron casi cinco horas, es inexplicable», denuncia la vecina.

Mati, la «zona cero»

Lazarous Dimopouolos avistó el fuego cuando, debido al fuerte viento de hasta 120 Km/h, se disponía a plegar la sombrilla de la terraza de su pizzería. «Fui a mi casa corriendo a coger a mi familia y huir a la playa. En tres minutos el fuego estaba sobre nosotros y tuvimos que meternos en el mar, de donde nos recogieron botes de los servicios de rescate. No tuvimos ningún apoyo por parte de las brigadas de emergencia y tuvimos que combatir el fuego nosotros mismos», explica con mucha rabia Dimoupoulos. Él es uno de los que creen que el incendio fue provocado: «Para construir más casas».

No es de la misma opinión Dimitris Panagioutou, quien tiene un negocio de limpieza en la vecina localidad de Porto Rafti. «Se construyó durante años dentro de un bosque, la gente estaba sentada literalmente sobre una bomba», dice el empresario, quien ha acudido como voluntario a la zona para repartir agua y comida. Sin embargo, los dos vecinos sí están de acuerdo en algo. «Tardaremos muchos años en volver a la situación anterior», lamentaba el voluntario. Dimoupoulos, por su parte, se resigna a ver la temporada «perdida».

Los temores de ambos no carecen de fundamento. La electricidad todavía no ha llegado y solo funcionan los generadores. Muchas casas y locales todavía siguen sin agua. En el lugar, antes un verde bosque de pinos, los arbustos negros y retorcidos testimonian la violencia del fuego. Los rastrojos se encuentran en el umbral de las viviendas, que parecen salidas de una batalla. El aire huele muy fuerte a quemado. Algunas personas han vuelto a sus maltrechas casas. Aunque el Operador Griego de Distribución de la Electricidad, DEDDHE, anunciaba que han reinstaurado el servicio a 3.700 consumidores de un total de 7.500, volver a la normalidad se torna un reto.

La mitad de las más de 2.400 viviendas que había antes en el lugar se han vuelto inhabitables y un tercio sufren desperfectos graves. Los bomberos, la Policía y el Ejército han tomado las calles. Junto con los voluntarios, han organizado varios puntos de recogida de alimentos y de coordinación para la búsqueda de personas desaparecidas. Además, atienden a los animales: perros, gatos, tortugas y pájaros.

Como macabro colofón, las zonas aledañas de Rafina y Maratón, adonde también llegaron las llamas, ha sufrido unas inundaciones que no han dejado daños personales, pero parecen poner a prueba la resiliencia de los lugareños.

También en Atenas, donde las inundaciones arrastraron consigo coches en la zona norte de la ciudad, se improvisó desde el primer momento un rápido movimiento ciudadano de solidaridad. «Una amiga y yo decidimos rápidamente coger el coche, ir al super a comprar agua, comida y medicinas y conducir al lugar», explica la estudiante Christina Geramoni. Sin embargo, también comunica que lo que «ahora hace de verdad falta es dinero».

5.000 euros a cada persona

Ya el mismo lunes, cuando el cielo de Atenas se cubrió de repente de una pátina pesada y ocre y aviones contraincendios sobrevolaban la ciudad, el Ministerio de Economía desbloqueó un fondo extraordinario de 20 millones de euros. El Ejecutivo se reunió con alcaldes de las poblaciones afectadas y con el consejo de la Periferia del Ática para aprobar un paquete de medidas de «ayuda inmediata». Prometió 5.000 euros a cada persona o familia, así como 6.000 a aquellas que tengan tres o más hijos. Por otra parte, se exime de impuestos a los coches y casas afectadas.

«La zona de Mati, Nea Makri y Rafina está muy conectada con la vida cotidiana ateniense», explica Varakis Christos, director del Hospital General Elpis. Este hospital ha sido uno de los habilitados para que la gente que quisiera pudiera acudir a donar sangre. La respuesta fue tan masiva los primeros días que, según Christos, tuvieron que decirles que acudiesen a otros hospitales o volvieran al día siguiente.

Azdine El Arabi es un solicitante de asilo marroquí de 39 años que lleva tres años esperando la resolución de su caso. Él es también una de las personas que han decidido donar sangre. «Esta gente necesita sangre, ellos nos ayudaron desde el principio, luego lo justo es ahora ayudarles a ellos», afirma.

La situación ha dado pie a que se vivan ejemplos de solidaridad internacional como el de los pescadores egipcios, muy numerosos en Grecia: rescataron del mar a numerosas personas aquel trágico lunes en Mati.