Amalur ARTOLA
DONOSTIA
Entrevista
ARANTXA ECHEVARRÍA
DIRECTORA

Arantxa Echevarría: «Si cuento todo lo que pasa de verdad, la película hubiera resultado irreal»

Arantxa Echevarría (Bilbo, 1968) narra en su ópera prima «Carmen y Lola» la historia de amor entre dos mujeres de etnia gitana. Se trata de una cinta que ha suscitado polémica entre el colectivo gitano y, por contra, ha sido bien recibida por la crítica. Se estrena el 7 de setiembre.

¿Cómo surge la idea de narrar una historia de amor entre dos mujeres de etnia gitana?

Yo siempre quise hacer una historia sobre el primer amor, porque todas las que había visto son una pastelada, y quería recordar mi propio primer amor. Recuerdo cómo jugábamos, sentíamos, me parecía algo tan universal... pero no lograba ver la historia. Un día de 2009, vi la noticia de la primera boda entre dos gitanas: la foto era de espalda para no reconocerlas, con nombres falsos, y relataban que no había ido nadie de su familia. Pensé, ‘¿cómo sería ese primer amor entre ellas?’. Ese fue el germen de “Carmen y Lola”. La quise titular así, porque es el estereotipo de los nombres gitanos, y porque la película es una ruptura absoluta de todos los estereotipos gitanos.

Es una historia que tiene como base la comunidad gitana. ¿Qué relación tiene con ellos?

Soy vasca, mujer, y no conocía absolutamente nada sobre los gitanos. Hice una zambullida absoluta y estuve cuatro años investigando, conociéndoles, hablando con asociaciones, con gitanos “de palabra” (es decir, gente con poder) y también con gente que está metida en el mundo del flamenco y está acostumbrada a tratar con payos.

Trata la homosexualidad. ¿Fue fácil dar con las protagonistas?

Fue complicadísimo. Tenía un guion que me parecía estupendo, pero tenía que dar con ellas, así que fui a varias asociaciones, colectivos LGTB... Pero ellas con el mundo payo no sienten ninguna identificación, es otra cultura que no tiene nada que ver con ellas. Desesperada, pensé que tenían que comunicarse de alguna manera, y me metí en todos los chat LGTB que encontré: un día, una chica me preguntó ‘¿de qué familia eres?’. A la media hora le dije quién era y estuve dos años hablando con ella y un grupo de quince chicas que nunca he conocido en persona y que quieren mantenerse en el anonimato. Me contaban sus experiencias: a una la encerraron en su casa con un candado cuando se enteraron de que era homosexual, a otra la habían obligado a pedirse, otra se había escapado con la novia y no tenían de qué vivir, otra tenía un padre pastor y la desterró... En la película he contado esas experiencias, pero rebajadas: si cuento todo lo que pasa de verdad, se me tiran a la cabeza, y, además, hubiera resultado irreal.

¿Cuando les plantea qué quiere hacer, cómo reaccionan?

La mayoría fatal. Me decían que estaba loca. Para ellos la homosexualidad es un tabú, lo verdaderamente importante es la familia, y que algo en su familia no sea “normal” implica que la comunidad te señale, que vayas a ser infeliz. Los gitanos me decían que “eso” [la homosexualidad] era algo de payos, que con tanto mezclarnos lo estábamos metiendo en su comunidad. Otros conocían casos concretos, pero siempre llevados a escondidas. Lo bueno de todo es que, durante los seis meses de casting nos íbamos conociendo, surgió un vínculo y los 150 gitanos que participan en la peli sabían de qué iba y estaban encantados de participar.

La Asociación de Gitanas Feministas cargó contra usted tan solo con ver el tráiler. ¿Ha entablado contacto con ellas?

Estoy esperando a que la vean, porque creo que cuando lo hagan se va a acabar todo esto.

¿Cómo recibió las críticas?

Fatal. Venía de la Quincena de Realizadores de Cannes, de hacer varias entrevistas, las niñas orgullosas de su trabajo, y me encontré con voces que criticaban la película sin haberla visto. Me da mucha rabia que la película se conozca más por la polémica que por ser la primera película de una mujer en la Quincena o por estar, junto a “Handia” y “Petra” en los Premios de Cine Europeo.

¿Qué han podido ver ellas?

Creo que están cansadas de la mirada patriarcal del payo, de que siempre estemos contando su historia a través de nuestra mirada, nuestros clichés y estereotipos. Eso lo comprendo. Yo como vasca criada en Madrid, te lo aseguro.

¿Ve factible que esta historia pudiera ser narrada por una directora de etnia gitana?

No, porque no hay guionistas ni directoras de cine gitanas. Ellas decían que la voz tenía que ser la del colectivo gitano, querían haber decidido sobre el guion, decían que por qué no podían ser abogada y médico, pero resulta que el 80% de los gitanos con los que me he relacionado trabajan en la venta ambulante, y quiero meterlos en mi historia. Esa película que la hagan ellas si quieren, yo hago la mía.

En la película, Lola dice: «Las gitanas, por no tener, no tenemos ni sueños».

Eso se lo dijo una niña gitana a una asistente gitana tras una charla sobre igualdad. Si tú ves que una paya tiene acceso a la universidad, puede ir a Londres... una serie de cosas a las que una gitana no tiene acceso, es lo normal. Solo el 3% van a la universidad, y terminan Secundaria un 15%. Con ese futuro, ¿qué esperas? Tienen una juventud efímera, están muy asexuadas desde niñas y prácticamente pasan de jugar con muñecas a tener un bebé entre brazos. Las mujeres tenemos que tener nuestra vida: de eso va la peli.

¿Que acogida espera que tenga?

Estoy supernerviosa (ríe). Espero que vaya gente a verla. Sobre todo porque es una película hecha con mucho amor y corazón, me parece mágico que hayamos podido acabarla, porque hemos estado apunto de tirar la toalla cuatro o cinco veces. Que la vayan a ver, y luego hablamos.