Joseba VIVANCO

Genética de equipo

La mano de Garitano se notó en la cara ofrecida por los leones, pero la victoria se cimentó en el compromiso inequívoco del vestuario.

«El fútbol, si no se rodea uno de una cuadrilla, y no digamos ya de una provincia, no es fútbol»

Ramiro Pinilla ‘‘Aquella edad inolvidable’’ (2013)

Gen competitivo. Ese mismo del que adolecía el Athletic y que el ‘Loco’ Bielsa nos devolvió, yendo a ganar allá donde fuera y ante quien fuera, pero sobre todo imbuyéndose de esa cualidad que te lleva a competir de tal manera que incluso en los malos días o en situaciones límite, sacas las cosas adelante. El Atlético lo tiene desde hace años, el Sevilla es un buen espejo en el que mirarse, aunando calidad, competivividad y fortuna. Ese saber estar. Ese que te hace plantarte en finales y, quizá, ganarlas. El Athletic lo tuvo hasta no hace mucho.

Pero la noche del lunes el Athletic no ganó de penalti y en el último estertor por haber recuperado dicho gen competitivo, ese que se forja partidos a partidos, el que se construye a base de jugar ‘finales’, de mirar a los ojos al rival, de jugársela. El Athletic ganó apuntalado por la genética de equipo. Sí, esa que se visualizó en todo su dramatismo una semana atrás cuando Muniain se derrumbó sobre el césped del Ciutat de Valencia, la que se puso de manifiesto el lunes cuando Aduriz anotó con más suspense que una peli de Hitchcock y el de la Txantrea se fundió en un infitinito abrazo con cada compañero, los demás con él y todos con todos. Grada, vestuario, entorno. Uno solo.

Que el Athletic lleve 120 años en la máxima categoría, con su filosofía de equipo único en el fútbol, que se haya salvado del descenso a los infiernos sobre la campana hace una década o que vaya a salir de ésta, como quiso demostrar contra el Girona, tiene mucho que ver con la genética de equipo. ¿Recuerdan al capitán charrúa Diego Godín dirigiéndose a sus compañeros antes de las semifinales del último Mundial? «Hoy jugamos para nuestro padre, para nuestra madre, para nuestros amigos, nuestros vecinos. Así, al tener que darlo todo no nos supondrá tanto esfuerzo», les arengó.

Un grupo humano que se convierta en equipo. Eso es un equipo de fútbol. Y eso, el Athletic tiene la particularidad de saber hacerlo como nadie. De mamarlo. La victoria del lunes se festejó como un título, se vivió como como una de esa grandes noches de San Mamés, ante el Napoli, el Barça de Guardiola, el Sporting lisboeta, con la diferencia de que era el Girona. Sí, pero la genética era la misma.

Una imagen vale más que mil palabras. Las del lunes al acabar el encuentro dan fe. Aquella «familia» que coreaba Aduriz desde la balconada consistorial con aquella Supercopa. De ahí, como el maratoniano que saca fuerzas de flaqueza, el Athletic tiene en su interior ese valor, la genética que les falta a la mayoría cuando las cosas vienen mal dadas. Y de la misma manera que el maestro Dante Panzeri decía que «si es imposible hacer escuelas de amor, tampoco se pueden hacer escuelas de fútbol. Ni el amor ni el fútbol son cursos. Son estados de ánimo», esa genética de equipo no se enseña, no se aprende, se mama.

Gaizka Garitano tendrá mucha culpa en que lo visto este lunes no sea un espejismo, como su 4-4-2, su juego por bandas de toda la vida, su objetivo en ser más sólidos en defensa, pero lo que realmente le da el plus necesario a este equipo es su cohesión, compromiso, ese intangible que se respira del primero al último en el vestuario. El genio John von Neuman lo describió en una de sus muchas paradojas: elegir entre la ‘máquina artefacto‘ o la ‘máquina viviente’, elegir entre el motor de un potente coche al que, eficiente, pero un solo elemento que falle lo gripará y necesitará de ayuda exterior, o ese organismo vivo, cuyas células imperfectas, vulnerables, mueren y se renuevan, pero al punto que el organismo se mantiene idéntico a sí mismo. Fiable. Como el Athletic y su genética de equipo.

 

No remataba tanto desde 2015

«Hemos sido un equipo sólido, contundente, ordenados desde la defensa hasta el delantero. Era lo que quería el míster», refrendaba Ander Capa lo visto en San Mamés. «Quitando la que se ha resbalado Unai Nuñez, el equipo ha estado serio defensivamente, ganar desde la defensa es importante, estar sólidos y ordenados, el equilibrio en eso favorece luego al juego ofensivo», convenía el técnico Gaizka Garitano. El Athletic del lunes fue de largo el más incisivo de la temporada, 25 remates –no remataba tanto desde abril de 2015 ante el Getafe, 4-0, vía Adurizpedia–, 11 córners, ¡44 centros al área!, lo no visto esta campaña. «He disfrutado como un niño», reconocía el defensa portugalujo, tanto como los aficionados. Ayer, todo eran sonrisas en la vuelta a Lezama, en la que se vio a Balenziaga integrándose poco a poco en el grupo. Ante el Alavés, Garitano recuperará a Yuri, Iñigo Martínez y Nolaskoain. Veremos entonces su once titular.J.V.