El conflicto los militares de Myanmar y la guerrilla del Ejército de Arakán (AA) en el oeste del país se ha recrudecido a pesar del llamamiento de la ONU, Antonio Guterres, de una tregua mundial para combatir la pandemia.
A la petición se han unido varias organizaciones civiles birmanas y un grupo de diplomáticos de la UE y de países miembros.
No hay balance de víctimas por un conflicto apenas visible, que se recrudeció a partir de enero del año pasado, pero que ya ha desplazado de sus casas a más de 60.000 personas tanto en el norte de Arakán como en el sur del estado Chin y la guerra se está recrudeciendo.
«El Ejército birmano está perdiendo terreno ante el AA y emplea métodos cada vez más brutales. Parece que cada vez le preocupan menos las bajas civiles y a veces bombardea pueblos enteros», denuncia un funcionario de la ONU radicado en Sittwe (capital de Arakan).
Apagón informativo
«El Tatmadaw (Ejército birmano) parece estar usando el Covid-19 para perpetrar más abusos mientras el mundo está distraído», concluye. El Gobierno reimpuso en febrero el bloqueo de internet en la región y detiene a periodistas por cubrir la guerra.
En marzo declaró «organización terrorista» al AA, creado en 2009 por estudiantes de la etnia rakáin, predominantemente budista y mayoritaria en Arakan, para luchar por la autonomía.
Otros grupos armados que representan a minorías, como los rohingyas, luchan contra la asimilación por parte del Gobierno central.