Dabid Lazkanoiturburu

La marea verde sube imparable y amenaza a Macron y a los otrora grandes partidos

Lyon, Burdeos, Estrasburgo… al lograr unas victorias históricas, los Verdes franceses, que cabalgan sobre una ola a escala europea, surgen como los grandes vencedores de las municipales. Toda una advertencia para el presidente Macron. Pero no solo para él.

Dabid Lazkanoiturburu (Gorka RUBIO/ARGAZKI PRESS)
Dabid Lazkanoiturburu (Gorka RUBIO/ARGAZKI PRESS)

Tres meses después de una primera vuelta amenazada por la pandemia, la reválida del domingo volvió a estar marcada por una abstención récord, de cerca del 60%.

Una desafección del electorado ante la que el presidente francés, Emmanuel Macron, ha mostrado «preocupación». Pero que no ha impedido que la marea verde llegara a las grandes ciudades, incluso a París, donde la alcaldesa socialista saliente, Anne Hidalgo, ha salido reelegida tras hacer totalmente suyo el programa ecologista al lado de sus aliados de EELV (Europe Ecologie-Les Verts).
 
Los verdes han ido de victoria en victoria, solos o liderando alianzas políticas. En Lyon ganando por partida doble, el poder metropolitano y el Ayuntamiento de la tercera ciudad del país. Al igual que en Estrasburgo y en Burdeos, ciudad bañada por el Garona que llevaba 73 años gobernada por la derecha.

Besançon, Tours Poitiers,  Annecy, Colombes (Altos del Sena, al oeste de París)… todas ellas se han rendido a los ecologistas, que han revalidado además Grenoble, la única gran alcaldía que lograron hace seis años.

En Marsella, donde la miembro de EELV Michèle Rubirola lideraba una alianza de izquierda, el resultado era muy ajustado y la candidata del LR, Martine Vassal, intentará que no acaben los 25 años de reinado de la derecha en la segunda ciudad del país en la elección de la alcaldía por el nuevo consejo municipal del viernes.

«Es un día histórico para la ecología», se felicitó el secretario general de EELV Julien Bayoum quien destacó asimismo la victoria en localidades y barrios populares como Schiltigheim [Bajo Rhin], Bègles [Gironda], Arcueil [Vallle de Marne)...

A modo de acuse de recibo, Macron recibió ayer en El Elíseo a los 150 miembros de la Convención Ciudadana sobre el Clima, a quienes encargó hace un año que presentaran un paquete de medidas para luchar contra la emergencia climática.

El jefe de Estado, que anticipó «un discurso ofensivo, respuestas fuertes y ecológicamente ambiciosas, a la altura de los retos y las expectativas», deberá precisar en los próximos días su intención de «reinventarse» de cara a los dos últimos años de mandato, con una más que anunciada remodelación ministerial y con la cuestión ecologista como mandato.

El jefe de filas de los Verdes, Jannick Jadot, ha excluido toda posibilidad de que EELV pueda entrar en el nuevo gobierno y ha instado a Macron a «dejar de marear la perdiz» y hacer suyas las 149 recomendaciones de la CCC. Y que van desde un referéndum para incluir la lucha contra el cambio climático en la Constitución hasta la instauración del delito de ecocidio, pasando por medidas contra el coche individual, la prohibición de las semillas transgénicas, la renovación térmica obligatoria de los edificios y la reducción del límite de velocidad en autopista de 130 a 110 kilómetros por hora.

Esta es rechazada en las encuestas por la mayoría de los franceses y una medida similar (la de reducir a 80 la velocidad en las carreteras secundarias) fue la chispa que encendió el fuego de los chalecos amarillos.

Ya hay quien, desde la mayoría presidencial de LREM (La República en Marcha) califica a los proponentes del CCC de «jemeres verdes», en referencia al movimiento comunista milenarista que llenó de cadáveres Camboya en los años setenta.

Quien no parece muy ansioso por aplicar todas esas medidas es el primer ministro, Edouard Philippe, quien ha sido reelegido en la ciudad de Havre. Prácticamente única victoria que, siquiera de refilón, puede reivindicar LREM. Y no solo porque Philippe decidió, hábilmente, no presentarse bajo esas siglas, sino porque su triunfo consolida su popularidad frente a un Macron en horas bajas.

No se descarta que el presidente se lo quite de encima tras felicitarse por su «bella victoria», lo que, en cualquier caso. ahondaría en la creciente división interna en la mayoría presidencial.

Pero yerra quien piense que Macron es el único amenazado por la marea verde.

La derecha (LR), muy debilitada a nivel estatal, ha confirmado su implantación en las localidades de más de 9.000 habitantes en las que sigue sin tener rival. Y ha amarrado Niza y, por los pelos, Toulouse.

Por lo que toca al otro «otrora» gran partido, el PS, ha hecho lo propio, además de en París,  en Rennes, Nantes, Le Mans, Clermont-Ferrand y Dijon, sin olvidar Nancy y Montpellier. Y conserva por los pelos Lille frente a un candidato ecologista.

Los verdes ya son la primera fuerza del magma de la izquierda francesa, como reconoció ayer mismo el número uno del PS, Olivier Faure, dispuesto a ponerse detrás del «candidato que encarnará el bloque social-ecologista».

Ya hay quien compara las elecciones del domingo con las municipales de 1977, que ganó la izquierda y que anticiparon la victoria de François Mitterrand en 1981.

Malos augurios también para la extrema derecha que aspira a utilizar su victoria en Perpinyà, ciudad de más de 100.000 habitantes y capital de Catalunya Nord, como palanca en su proceso de desdiabolización en su camino hacia El Elíseo.