Todas las personas mayores de Zangozaldea salen del frontón vacunadas
Nafarroa emplea puntos de vacunación efímeros para vacunar ancianos por zonas de salud. Hoy le tocaba el turno a Zangoza, donde el montaje se ha llevado a cabo en el frontón Cantolagua. Un día ha bastado para inyectar la primera dosis a todas las personas octogenarias.

Bastaba acercarse al frontón Cantolagua, en Zangoza, para que las expectativas se rompieran. Lo esperable, por las prisas que tenemos todos, era encontrar una maquinaria engrasada y ágil que vacunara con celeridad a los ancianos de la zona. Pero aquello ni ha ido rápido ni mucho menos ha funcionado como una máquina, sino que lo ha hecho todo de una forma mucho más humana.
Las personas mayores han llegado al frontón a paso de bastón en una jornada soleada. Unos en pareja con los brazos entrelazados, otros en compañía de sus hijas o hijos, o de nietos que empujaban sillas de ruedas. Correr, no ha corrido nadie. Ni falta que ha hecho.
En la puerta, unas voluntarias de la Cruz Roja les han recibido con cariño, tranquilizadoras. Les han indicado por dónde entrar, les han ofrecido gel y les han entrado una mascarilla desechable en caso de que alguno se tapara la boca con una de tela. Con amabilidad, sin reproches.
Estas voluntarias de Cruz Roja de la zona no han querido hablar, porque decían que solo ayudaban y que el montaje no era cosa suya. Sin embargo, han acertado en resumir bien qué estaba pasando: «Mira, nosotras somos de aquí. Los conocemos. Estos son nuestros tíos, nuestros abuelos, nuestros vecinos. Por eso todo es emocionante y esperanzador».
Mientras una voluntaria ha ido a buscar a Blanca Nasarre, la enfermera responsable del dispositivo –«que anda muy liada»–, ha dado tiempo de sobra de entender cómo va el tinglado.
Biombos de tela blanca que recuerdan un hospital de campaña demarcan cuatro carriles de vacunación. Tres se usan para las personas que han entrado al interior. El cuarto consiste en una suerte de puesto móvil que se usa para vacunar a los ancianos que no se bajan del coche, que en la jornada de ayer fueron significativamente menos que los otros.
La vacunación dentro del coche ha funcionado de forma simple e ingeniosa. El coche aparca en un espacio preparado junto a la puerta de acceso y desde la calle dan el aviso al interior del frontón. Sale la enfermera, da el pinchazo y pega un papel post-it en la luna del vehículo con la hora anotada a boli. En cuanto pasan 15 minutos y ven que no ha habido ninguna reacción alérgica, les han dejado arrancar y marcharse.
De cara a la pared
Volviendo al interior del frontón, junto antes de acceder a la zona de vacunación, había mesas de administrativos con ordenadores. Casi han trabajado ellos más que el personal de enfermería. No solo les han tomado los datos para registrar que van a recibir el preparado de Pfizer, sino que deben han tenido que citarles para la segunda dosis. A Zangozaldea le toca el 1 de abril. Alguno se ha sorprendido, pues cae en Jueves Santo. La respuesta ha sido que esto no va a parar, que los 690 a los que han vacunado hoy van a tener que volver.
Una vez tramitada la cita, el anciano entra en el cubículo, recibe la vacuna y pasa a la siguiente zona, la de reposo. Esta tercera zona consistía en sillas de plástico blancas, de tipo terraza de chiringuito. Estaban dispuestas de cara al frontis para que los cubículos ganaran privacidad. Los vacunados aguardaban en esas sillas por parejas –de vacunado y acompañante, por lo general– esos 15 minutitos de rigor.
Esta ha sido la parte más aburrida y fascinante del proceso, porque las parejas no hablaban demasiado y muchos se cogían de las manos o se pasaban el brazo sobre el hombro. Era imposible no preguntarse en qué pensaban, con lo duro que ha sido esto para los octogenarios, cuando miraban aquella altísima pared durante todo un cuarto de hora.
Devolverles la vida
Ya ha llegado la enfermera Nasarre, que ha logrado liberarse un ratito de sus responsabilidades. Empieza a explicar cómo funcionan con una confesión. «Nosotros hacemos esto encantados, ¿sabes? ¿No ves que los conocemos? Aquí ha venido gente que lleva mucho sin salir de casa. El encierro les ha quitado vida, les hemos visto caer mucho en estos meses y ahora la vacuna les va a devolver algo de esa vida».
Nasarre es enfermera en Kaseda, un pueblo mediano que cae cerca. Es la encargada porque el montaje del punto de vacunación efímero (se desmontó por la tarde para volver en Jueves Santo) corre a cargo de la Atención Primaria de la zona, que lo organiza con un equipo de la Unidad Covid, la sección de Urgencias que se han bregado estos meses en el Refena.
A los 690 ancianos a los que había que vacunar se les citó por teléfono. Nasarre cuenta que se montó un call-center y en un solo día lograron citar a todos ellos para que se pasaran escalonadamente a lo largo de la jornada. Hubo algún problemilla, como el que pensó que era un timo porque había oído algo en la tele o el que creyó que le llamaban para la gripe. Reacios a vacunarse, cuenta Nasarre, «muy pocos».
Que atención primaria Atención Primaria lleve la voz cantante resulta esencial por la cercanía. Nasarre relata que pudieron detectar fallos en la lista, fruto de cambios de médico de cabecera a última hora, etc. La sanitaria, además, apunta que la tarea no ha terminado y que les va a tocar insistir para convencer a esos pocos que se han negado. «No podemos forzar a nadie a vacunarse, si no quiere, pero vamos a conseguir que se vacunen. No olvides que nosotras somos enfermeras rurales», dice orgullosa. Ya se nota ese trabajo de convicción. Dos ancianos de una residencia de la zona que no se vacunaron en su día, ayer pasaron por el frontón.
Pablo Olorón es uno de los responsables de la Unidad Covid, que constituye la otra parte del equipo mestizo que organiza los puntos de vacunación efímeros que se usan en Nafarroa. Ellos se encargaron esta mañana de llevar las vacunas hasta el frontón, así como de replicar la estructura que se usa para las vacunaciones: colocar el internet para los ordenadores, diseñar los carriles de vacunación, el parking, las zonas de descanso....
Pese a esto, la responsabilidad de las vacunaciones recae en Atención Primaria, por eso Nasarre tuvo que firmar un recibí de los viales que habían llegado.
En lo que lleva Nafarroa de vacunaciones apenas han tenido casos de reacciones que fueran más allá de un mareo. Hoy, por si las moscas, había una camilla con material de soporte vital básico. Además, durante toda la jornada hubo un médico presente en el frontón cubierto. No se ha necesitado. No ha habido ninguna incidencia.
Una anécdota que describe esta idea de que la vacunación está llevándose a cabo de forma humana y no mecánica es la de una enfermera que, mientras Nasarre y Olorón explicaban los detalles del montaje y el sistema empleado, acabó vacunando a su tía. En el pasillo de al lado, otra de las enfermeras tuvo la enorme suerte de vacunar a sus abuelos.

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