Mikel Insausti
Crítico cinematográfico

El que esté libre de pecado que tire la primera piedra

Fotograma de la película ‘Los inocentes’.
Fotograma de la película ‘Los inocentes’.

La pregunta ¿quién mató al antidisturbios? podría servir de punto de partida para un thriller policial o una intriga detectivesca, pero en la ópera prima del madrileño Guillermo Benet es utilizada como detonante para un retrato generacional de grupo, en el que aparece como característica más señalada el individualismo a ultranza y la falta de conciencia colectiva. Aunque “Los inocentes” (2020) es la versión extendida del cortometraje homónimo de 2018, su estreno llega en un momento en que el debate sobre los altercados callejeros está en el foco, aunque la película no termina de arrojar luz en torno a las verdaderas motivaciones de la respuesta ciudadana y el origen real del actual conflicto entre represión uniformada y violencia urbana. Son dudas que aquí se asocian a la propia forma de ser y de manifestarse de la juventud post 15-M, cuyo comportamiento exaltado sufre una desideologización que lleva a ver a la policía en lugar de como enemigo político, más bien como el muro a derribar de las frustraciones acumuladas por vivir en una sociedad tan capitalista y vacía de oportunidades.

La confusión de ideas alcanza también al dilema ético planteado, y, por último, al tratamiento visual y estético. El discurso subjetivo relativo a las opiniones de los seis protagonistas se supone novedoso en cuanto a relativizar los hechos y ofrecer diferentes y encontrados puntos de vista de los mismos, cuando el maestro Kurosawa ya instauró dicha técnica narrativa en “Rashomon” (1950). Otro tanto sucede con el formato cuadrado 1:1, que pretende hacer pensar en las pantallas de los móviles, y a la vez aislar a los personajes para así potenciar el fuera de campo. Los distintos episodios dedicados a cada uno de los implicado(a)s en el desalojo que acabó con una pedrada mortal refuerzan la tendencia al anonimato, ya que los nombres que figuran en los rótulos resultan ilegibles, con lo que al final no se asume postura alguna.