El cine alimenta sueños

Sigue la descarga neuronal en la que siempre se traduce la selección de películas de Punto de Vista, un certamen que como no quiere encerrarse en los fundamentos inamovibles de la tradición festivalera (esto es, apoyarse excesivamente en una Sección Oficial compuesta por largometrajes que basan su presunta importancia en las temáticas abordadas, o directamente en el pedigrí autoral de quien los firma), nos invita a mirar más allá. A aventurarnos en un programa que nos tiene preparadas sorpresas detrás del que en teoría es su principal escaparate.
Por ejemplo, en Sesiones Especiales encontramos dos joyas que nos hablan, en euskera, sobre la embriagadora magia del séptimo arte, esa fuerza que alimenta nuestros sueños... y a lo mejor también nuestras pesadillas. Dos cortos que en total suman poco más de veinte minutos, pero que igualmente podrían provocar horas de intenso y apasionado debate. Un año más, en Iruñea se predica con la buena palabra de un cine documental entendido como vía de expresión libre, que no entiende de ataduras... que incluso se rebela contra estas.
En ‘Quebrantos’, por ejemplo, Koldo Almandoz y Maria Elorza recuperan una entrevista radiofónica en la que se dio voz a Ziortza Linares, mujer que sufrió en su propia piel el infierno de la violencia machista. Un escalofriante testigo al que, respetando el formato del material original, nunca le vemos la cara. Solo la oímos, a ella y a la presentadora; las imágenes corren a cargo de esa máquina que, como se ha dicho, modula nuestras fantasías.
El deslumbrante mundo de las películas, ese en el que queremos ver reflejada nuestra propia existencia, ilustra una historia que, como muchas otras, empieza como un idilio... pero que repentinamente se descubre en un intolerable calvario. Mediante un montaje que opera como una moviola diabólica, las escenas y fotografías que al principio nos tentaban con promesas de romances azucarados y familias felices, ahora operan como el amargo y doloroso recordatorio del terror que se esconde detrás de las ensoñaciones con las que queremos construir nuestra propia vida.
En ‘Zerua blu’, de Lur Olaizola, sucede algo similar. Ahora recuperamos el relato de Mamaddi Jaunarena, otra voz «anónima» de la que, no obstante, se puede aprender mucho. Esta anciana originaria de Ortzaize rememora su juventud. Allá por la década de los 50 del siglo pasado, nos cuenta que entró en una sala de cine, y allí quedó prendada. Se enamoró de ese sueño americano que Hollywood le vendió. Con este punto de partida, la directora donostiarra habla de migraciones, del hogar, de la identidad... y con todo esto, reflexiona sobre el nacimiento y la transmisión de esos relatos que, al fin y al cabo, encapsulan a la perfección la esencia de cada persona. Así se comporta la propia película, como el precioso receptáculo de una experiencia que ahora nos pertenece.

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