
Hace un siglo comenzaban los trabajos para levantar la actual plaza de toros de Iruñea, que iba a sustituir al primer coso permanente con el que contó la ciudad principalmente para las corridas sanfermineras y como punto final del recorrido del encierro.
Antes de que se construyera esa plaza en el siglo XIX, las corridas de toros tenían lugar en Iruñea en un cuadrante de la Plaza del Castillo, concretamente en la esquina noroeste, la más próxima al pasadizo de la Jacoba. Allí se encontraba la Casa del Toril, que albergaba los corrales donde se custodiaban los toros.
Esa plaza improvisada había que montarla y desmontarla cada vez que se utilizaba y por ese motivo, en 1830, el Ayuntamiento empezó a plantearse la posibilidad de construir un coso fijo. Para ello, convocó un concurso de anteproyectos, pero el estallido de la Primera Guerra Carlista paralizó el proyecto, que se retomó ya en 1843. El 14 de junio de ese año, el Consistorio aprobó las obras de la nueva plaza según los planos presentados 13 años antes por José de Nagusia.
El solar elegido era la antigua huerta del convento de las Carmelitas Descalzas y varias piezas colindantes, es decir, un solar situado en la salida de la calle Estafeta, junto al actual Palacio de Diputación y donde ahora se encuentra ubicado el Teatro Gayarre.
En ese espacio se tomó «un radio de 144 pies y se trazó con él parte de un círculo», según recogen las crónicas de la época. El contratista fue Rafael Martínez y las obras se adjudicaron en subasta pública a Lorenzo Mutilva por 31.500 duros, quien comenzó los trabajos el 19 de septiembre.
El arquitecto municipal, Simón Martinez Abad, supervisó las obras y el 15 de diciembre se quejó por escrito de que no se le estaba haciendo caso y advirtió del perjuicio que las heladas iban a causar a las obras. A pesar de ello, se continuó con el proyecto, en el que tanto el Ayuntamiento como el constructor habían introducido algunos cambios.
Como no podía ser de otra manera, la plaza se inauguró un 6 de julio, el de 1844. Constaba de tendido, grada cubierta y cien palcos, y tenía capacidad para 8.000 espectadores.
Reedificada en 1852
Tan solo cinco meses después de su inauguración, empezaron los problemas que ya había pronosticado el arquitecto municipal. El 31 de diciembre, Isidoro Salanueva, veedor municipal de edificios, informaba de que había observado que «la mayor parte de la bóveda que sostiene el tendido tiene por su medio una grieta o abertura y que con las humedades y heladas que son por venir hará mucho más». Aseguraba que si no se actuaba a tiempo, amenazaba con la ruina del edificio.
A pesar de sus alarmantes palabras, nada se hizo, de tal manera que a las alturas de 1848 los defectos saltaban a la vista. Entonces, el Ayuntamiento hizo una reclamación al constructor Martínez y tras su muerte, a su viuda, aunque el Consejo de Nafarroa le absolvió de responsabilidades en los defectos del inmueble.
Como el edificio suponía un peligro, finalmente se decidió demolerlo, tarea que se realizó entre mayo y julio de 1851, respetándose solo los cimientos. Sobre ellos se levantó el nuevo edificio siguiendo los planos de Mariano José de Lascurain, arquitecto de la Diputación de Gipuzkoa. Costó 535.953 reales de vellón y se dio por terminada en agosto de 1852.
Durante la construcción, las corridas se celebraron en una plaza provisional levantada en lo que hoy en día es la plaza del Vinculo.

La Estafeta, parte del encierro
El nuevo edificio no dio problemas y consolidó un cambio sustancial en el recorrido del encierro al introducir la calle Estafeta como parte del mismo. Sin embargo, las modificaciones del trayecto de la carrera habían comenzado desde su inauguración.
Mientras la corridas se celebraron en la plaza del Castillo, el encierro discurría desde el portal de Arrotxapea por Santo Domingo, plaza Consistorial (entonces llamada de la Fruta), Mercaderes y Txapitela.
Al construirse la nueva plaza en 1844, el Ayuntamiento decidió que los toros, que se guardaban en la zona de El Sario hasta que les llegaba el momento de la lidia, entraran en la ciudad por el portal de San Nicolás, ubicado cerca de la actual iglesia de San Ignacio, y a escasa distancia de donde se encontraba el coso.
Ese peculiar trayecto se mantuvo hasta 1856, año en el que el Consistorio acordó recuperar el recorrido original, es decir, partiendo del portal de Arrotxapea, aunque desde Mercaderes, la carrera ya no se dirigiría hacia la plaza del Castillo, sino que continuaría por la calle Estafeta para así desembocar en el coso, incorporando uno de los tramos más conocidos del actual encierro.
Y de esta manera fueron pasando los años, hasta que, a comienzos del siglo XX, llegó el ansiado momento en el que Iruñea pudo expandirse hacia el sur tras ser aprobado el derribo de parte de sus murallas.
El proyecto para el llamado Segundo Ensanche que realizó el arquitecto municipal Serapio Esparza recibió el visto bueno en 1920 y contemplaba una avenida que arrancaba de la plaza del Castillo y era el eje de esa nueva zona de la ciudad. Para ello, era necesario cambiar de emplazamiento tanto el Teatro Gayarre, ubicado en el lateral sur de la plaza, como el coso taurino, situado detrás del liceo y junto al palacio de Diputación.
A la hora de decidir el nuevo emplazamiento de la plaza, el principal condicionante era que debía seguir de alguna manera el trayecto del encierro sanferminero. Así que se decidió ubicar la nueva en un espacio situado unos metros al sudeste de la antigua, de tal manera que el último tramo de la carrera ante los toros en lugar de girar hacia la derecha al salir de Estafeta, como sucedía con la plaza existente entonces, siguiera hacia adelante y terminara escorándose a la izquierda.
El 11 de julio de 1921 se celebró con lleno total la última corrida en la plaza vieja. Para entonces ya estaban en marcha los trabajos para levantar el nuevo coso, una vez que el 28 de febrero habían sido adjudicadas las obras a Martinicorena, Mendizábal y Compañía.

Un incendio sospechoso
Mientras la vieja plaza esperaba su destino final, el 10 de agosto es desató un incendio en el edificio, con el fuego prendiendo por tres puntos de los palcos. Los bomberos acudieron al siniestro y pudieron atajar las llamas, evitando que se propagaran al cercano edificio que entonces albergaba el Archivo General de Nafarroa y a la sede del Crédito Navarro. Finalmente, terminaron resultando dañados por el fuego más de 60 palcos y buena parte de los tendidos.
Algunas de las personas que acudieron al lugar aseguraron después que había un cierto olor a gasolina en la plaza, lo que alimentó la tesis de que el incendio había sido provocado. Incluso hubo quien señaló a Francisco Lorda, presidente de la Comisión de Urbanismo, recordando que el Ayuntamiento tenía suscrita una póliza con la Sociedad de Seguros Mutuos por 100.000 pesetas y los daños podrían alcanzar las 30.000.
El 4 de noviembre, el Ayuntamiento de Iruñea acordó entregar a la Casa de Misericordia la vieja plaza para que procediera a demolerla y sacase de ella materiales que pudieran utilizarse en la nueva, de cuya construcción se encargaba la propia Meca, o los vendiese.
A continuación, la vieja plaza fue derruida, dejando un importante solar que estaba totalmente libre para el 7 de julio de 1922, día de la inauguración del nuevo coso.
En parte de ese espacio se levantaría, ya en los años 30, el Teatro Gayarre tras ser derruida su anterior sede para abrir la avenida de Carlos III y conectar el Segundo Ensanche con el centro de Iruñea, tal y como estaba previsto.
Así finalizaba la accidentada historia de la plaza que fue escenario de los encierros y de las corridas sanfermineras de Iruñea durante cerca de 80 años y que dejó su particular huella en la carrera ante los toros.


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