Periodista, especializado en información cultural / Kazetaria, kulturan espezializatua
Entrevista
Enrique Urbizu
Director de ‘Libertad’

«El western nos debe unas cuantas cosas, ya va siendo hora de cobrarlas»

Diez años después del éxito cosechado con ‘No habrá paz para los malvados’, Enrique Urbizu (Bilbo, 1962) vuelve a estrenar en pantalla grande. Lo hace con una propuesta atípica, ‘Libertad’, un filme que, paralelamente, será exhibido como serie, en su versión íntegra, en Movistar+.

Enrique Urbizu2
Enrique Urbizu2

A Urbizu se le nota ilusionado, no solo por el hecho de haber cumplido el sueño de rodar una película de bandoleros, sino por el hecho de volver a estrenar en salas. El director nos confiesa que ‘Libertad’ es su obra más reposada y es consciente de que la película admite una lectura contemporánea.

​‘Libertad’ se estrena este jueves en salas de cine como película pero, paralelamente, llega a Movistar + como serie. ¿Se trata de una única producción con dos montajes o estamos ante dos obras autónomas?
La verdad es que es algo que ha surgido sobre la marcha. Cuando hicimos el montaje final de la serie, proyectamos los cinco capítulos en una sala de cine y todo el mundo nos dijo que qué pena que con las calidades que habíamos conseguido aquello no pudiera verse en pantalla grande. Al día siguiente me llamaron para ver qué me parecía realizar una edición unitaria de la serie para explotarla como largometraje y yo me mostré de acuerdo siempre y cuando el resultado final tuviera entidad cinematográfica. Luego, con la montadora, nos dimos cuenta de que la serie era muy caleidoscópica y que estaba repleta de meandros narrativos pero que la historia, despojándola de esas tramas paralelas, daba para un largo. La película tiene diferencias sustanciales respecto a la serie en lo que se refiere al orden de determinadas secuencias, al sonido, a la banda sonora… Al final hemos conseguido alumbrar dos obras complementarias pero autónomas.

Además, me imagino, que volver a estrenar en pantalla grande una década después resulta, en lo personal, algo bastante ilusionante.
Sí, de hecho todos los del equipo andábamos con muchas ganas de hacer un largometraje porque desde ‘No habrá paz para los malvados’ ya han pasado diez años. Pero luego las cosas ocurren de la manera más insospechada: llevo toda la vida con el proyecto de rodar una película de bandoleros y, cuando al fin consigo cumplir ese sueño, es para una serie que, no obstante, me brinda la posibilidad de estrenar el largometraje que siempre había querido hacer.

¿Estas nuevas dinámicas de exhibición no corren el riesgo de desnaturalizar el cine convirtiendo las películas en un simple contenido?
Hace poco Scorsese ya se pronunció en ese sentido y yo estoy bastante de acuerdo con él. El cine no puede convertirse en un simple contenido, debe atesorar un respeto por el lenguaje audiovisual y generar un diálogo con el espectador donde se valore la inteligencia de este. Es peligroso anteponer las condiciones de exhibición a la obra en sí, porque eso ya no tiene nada que ver con la creación sino con el comercio. Dicho lo cual, yo estoy convencido de que la gente, tarde o temprano, va a salir huyendo despavorida de su sofá y de que va a volver a participar de lo que supone salir y formar parte de una experiencia colectiva viendo el cine en pantalla grande, sin poder intervenir en el desarrollo de la proyección.

¿Cómo definiría ‘Libertad’? Muchos han dicho que con este trabajo colma sus deseos de rodar un western.
Bueno, ‘Cachito’ ya era un western y tanto ‘La vida mancha’ como ‘No habrá paz para los malvados’ tenían un aire de peli del Oeste. Yo creo que he estado rodando westerns toda mi vida (risas). Aunque suene a cachondeo yo creo que ‘Libertad’ puede ser asumida como un pre-western. Es una historia de hombres libres que andan a caballo por el monte cincuenta o sesenta años antes de que se inventara el colt. Yo creo que, en este sentido, el western nos debe a nosotros unas cuantas cosas que ya va siendo hora de que empecemos a cobrarlas.

En todo caso se trataría de un western atípico en tanto que despoja de romanticismo la figura del forajido, del fuera de la ley. ¿Hay en ese gesto un posicionamiento político?
Yo creo que sí. La figura del bandolero siempre ha estado relacionada con el concepto de justicia o con el de patriotismo y a nosotros eso no nos interesaba para nada. El bandido rural era un ser cruel, analfabeto, violento, un tipo que no solía tener mucha conciencia ni de clase ni del contexto social. Sus acciones respondían al puro instinto de supervivencia. En ese sentido eran personas fácilmente manipulables por parte de la autoridad política para conseguir sus fines. Ese es el perfil de personaje en el que nos interesaba profundizar porque, además, a través de él la historia quedaba muy bien anclada a comienzos del siglo XIX, que fue un momento histórico muy importante. La Historia política de un país puede contarse fácilmente a través del delito.

En el western tradicional, además, la libertad es el cobijo del inadaptado pero a los personajes de su película es justamente la libertad lo que les convierte en unos marginados.
La película reflexiona sobre la libertad como un ideal imposible de materializar. La protagonista lo que pretende es alcanzar una plena autonomía, junto a su hijo, huyendo de la violencia. Ese plano final, con la puerta cerrándose delante suyo, deja al espectador con la duda de si en esa huida ha logrado llegar a algún sitio o no. Pero, en todo caso, el anhelo de ser libres conlleva un proceso de búsqueda que muchas veces puede llegar a ser frustrante.

Todo eso confiere una lectura muy contemporánea a su propuesta.
La serie es difícil de verla sin trazar claros paralelismos con el momento actual. Doscientos años después hay cosas que aún siguen muy vigentes: el concepto de ciudadanía, los feudos, la monarquía como orden de gobierno, la España rural… En cuanto te asomas al siglo XIX es inevitable no confrontarte con nuestro presente, pero eso también te pasa si vas al Museo del Prado y te dedicas a ver los cuadros de Goya, que parece que te están hablando del hoy.

Hay otros aspectos que rompen con el canon de representación tradicional para este tipo de historias, como el hecho de que la protagonista de ‘Libertad’ sea una mujer. ¿Por qué tomó esta decisión?
El personaje vino con la idea original. Miguel Barros, que es coguionista, había escrito una historia sobre el pasado de Lucía ‘la llanera’ y su relación con el bandolero Lagartijo hasta que a él se le da por muerto y ella, estando embarazada, es encarcelada y condenada a muerte. Cuando desde Movistar dieron luz verde al proyecto, Miguel y Michel Gaztambide retomaron esta idea y nuestra película arranca con la salida de Lucía de la cárcel, donde ha tenido a su hijo y donde ha permanecido diecisiete años, pese a lo cual en ella no hay ánimo de venganza, lo único que quiere es alejar a su hijo de ese clima de violencia. Desde este punto de vista dista mucho de ser una wonderwoman, una de esas heroínas rebosantes de testosterona que tanto se estilan hoy en día en el cine de acción, donde la única manera de reivindicar a la mujer parece ser la de revestirla de atributos masculinos.

¿Por qué eligió a Bebe para el papel?
La jefa de casting me trajo unas pruebas que había hecho a varias actrices y entre ellas había un recitado de Bebe que me dejó impresionado, por su voz, por su expresión. Poco después la conocí en persona y ya no me quedaron dudas de que ella era ‘la llanera’. El recorrido que tiene el personaje creo que se ha beneficiado de esta elección, porque ella ha encarnado a Lucía de una manera muy natural, muy orgánica, muy poco fingida.

Tanto en ‘Libertad’ como en ‘Gigantes’ los repartos resultan muy heterodoxos, llenos de actores con poco nombre pero mucha presencia. ¿Es algo deliberado?
A mí me gusta currarme los repartos, es algo que me divierte mucho, conseguir esa mezcla de físicos potentes que, aunque no tengan mucha experiencia, transmitan cosas al espectador y le hagan preguntarse ¿y éste quién es? ¿de dónde sale? En el caso de ‘Libertad’, además, yo creo que se imponía buscar rostros genuinos y por eso hay actores de aquí y de allá y se escuchan todo tipo de acentos, porque también queríamos deslocalizar la historia. No nos interesaba rodar la típica película de bandoleros ambientada en Andalucía.

Usted definió ‘Gigantes’ como una serie kamikaze que trascendía los rigores del realismo. ¿‘Libertad’ entra dentro de esa misma pauta? En cierta medida sí, aunque es una serie que lleva otro trote.
En ‘Gigantes’ con lo de ‘kamikaze’ me refería a lo afilado de la propuesta, a que era una serie que a veces rozaba lo inverosímil, lo mitológico. En ‘Libertad’, por el contrario, tienen mucha importancia el itinerario y el paisaje y, en ese sentido, me he dado el gusto de filmar las transiciones, que es algo que me parece muy difícil de hacer en la medida en que eso te lleva a pausar el relato, algo que cuando ruedas un thriller no te puedes permitir. Eso hace que la película tenga un ritmo más cadencioso y que el espectador pueda mirar y contemplar la historia con un cierto sosiego.