Ainara Lertxundi
GARAren edizio taldeko kidea / Miembro del equipo de edición de GARA

Desigualdad, pandemia, represión... las protestas no cesan en Colombia

La desigualdad, la falta de expectativas de los jóvenes, un proyecto de reforma tributaria que agravaba la situación de las clases medias y más pobres y la pandemia han llevado a Colombia a una sucesión de protestas, en las que han muerto más de 30 personas. Duque no descarta el Estado de Conmoción.

Cartel de denuncia contra la represión colocado el miércoles en Bogotá. (Juan Barreto / AFP)
Cartel de denuncia contra la represión colocado el miércoles en Bogotá. (Juan Barreto / AFP)

Más de treinta personas han muerto en Colombia desde que comenzara el paro nacional el pasado 28 de abril. El proyecto de reforma tributaria fue «la chispa» que prendió las protestas sociales que se han extendido por todo el país. El uso desproporcionado de la violencia ha sido motivo de condena o de crítica por parte de la ONU, la UE, la Administración estadounidense y embajadas, pero lo cierto es que la represión continúa en las calles. Las redes sociales se han convertido en canales excepcionales de denuncia.

En este contexto, NAIZ ha querido recoger la opinión de tres colombianos con una amplia trayectoria en diferentes campos. Helena Urán, exiliada y autora del libro «Mi vida y el Palacio» –su padre, el magistrado Carlos Horacio Urán, murió en el asalto del Ejército colombiano al Palacio de Justicia que había sido tomado por la guerrilla del M-19 en 1985–; Yezid Arteta, analista político, expreso y director del portal independiente “El Comején”– y Alejo Vargas, profesor titular de la Universidad Nacional y director del grupo de investigación en seguridad y defensa, abordan los factores que han llevado al país a la actual situación, la respuesta del Gobierno de Iván Duque y la «sombra alargada» del expresidente Álvaro Uribe, al tiempo que exploran las posibilidades de un diálogo para encauzar la crisis.

Helena Urán, autora de «Mi vida y el Palacio»

«La reforma tributaria ha sido el detonante pero la crisis social se refleja en los bajos ingresos, en el desempleo, en la situación de miseria en las grandes ciudades y en el campo, los jóvenes no tienen oportunidades, están planteando una reforma sanitaria absolutamente neoliberal, los índices de pobreza en el país llegan al 46%... Todo en medio de una pandemia en la que al ‘subpresidente’, como le llaman en Colombia a (Iván) Duque, se le ocurre comprar aviones de guerra, abastecer al Esmad, gastarse millones en una estrategia de comunicación. La gente está harta de que su calidad de vida merme cada vez más, hay quien no puede permitirse tres comidas al día. Tiene una rabia acumulada desde que en 2019 asesinaron a Dilan Cruz. El Estado casi argumentó que se le había atravesado la bala. En esta ocasión, la ciudadanía ha puesto en segundo lugar el riesgo a contagiarse de covid porque la desesperación es tal que tienen que salir a reclamar. Desde el Estado se dice que es ‘terrorismo urbano de baja intensidad’, ¡hágame el favor! Es querer tapar el sol con una mano y, como han hecho tradicionalmente, criminalizar a quien levanta la voz. Siento que es una sociedad que ha cambiado en los últimos años. No es la sociedad silenciada y disciplinada de años atrás, y eso es positivo. Para mí esto es una oportunidad que tiene Duque de alejarse del uribismo y de conectar con la gente, de escucharla y entenderla. Pero dudo de que lo vaya a hacer porque eso sería ir en contra de su propio partido».

«La gente siente que no se puede hablar con el Gobierno. El único gesto que ha tenido, por llamarlo de alguna manera, ha sido la renuncia del ministro de Hacienda, (Alberto) Carrasquilla. Más de eso no ha habido, no se responde a los reclamos sociales que son absolutamente legítimos y comprensibles; la gente no aguanta más y este Gobierno no está dando respuesta, lo que quiere es mano dura».

«Como exiliada, son muy tristes las imágenes que nos llegan. ¿Qué va a pasar con todas estas personas asesinadas y sus familiares? ¿Quién va a responder por ellos? ¿Quién hizo eso? Siento que estoy viendo la misma película una y otra vez con la única diferencia de que la juventud y otros muchos sectores son activos políticamente. Si Duque recurre al estado de conmoción interior, va a ser un desastre».

«Los militares no están entrenados para este tipo de problemas sociales, una vez que están en la calle empiezan a disparar a todo el mundo. Si el Esmad que supuestamente fue creado para este tipo de disturbios ha matado a más de 30 personas, hay 5 mujeres violadas y se ha denunciado la desaparición de 80 personas, qué podemos esperar del Ejército. El colombiano es un Ejército que ve a su propio connacional como un enemigo. Sería fatal militarizar las calles».

Alejo Vargas, profesor de la Universidad Nacional

«La reforma tributaria solamente fue ‘la chispa’ que encendió el movimiento, pero realmente lo que había era una serie de demandas aplazadas desde las movilizaciones sociales de estudiantes de 2018 y, luego, las movilizaciones sociales de 2019, en las cuales los jóvenes fueron protagonistas centrales y que tuvieron su máxima expresión en la movilización del 21 de noviembre y que el Gobierno de Duque trató de neutralizar convocando a una Conversación Nacional que no produjo ningún resultado. Hay que decir que los jóvenes fueron los protagonistas en estas movilizaciones, a tal punto que el Comité Nacional del Paro compuesto por los presidentes de las centrales sindicales se vio obligado a ampliar la representación con voceros de los movimientos de jóvenes. Todo esto quedó en ‘el congelador’ por la pandemia y se vuelve a retomar esa dinámica de movilización social con la convocatoria de paro del 28 de abril. En síntesis, podemos decir que los grandes protagonistas de estas movilizaciones han sido los jóvenes, especialmente urbanos, quienes tienen una gran cantidad de problemas asociados al desempleo, dificultades de acceso y financiación de la educación superior, pocas expectativas».

«Independientemente de la poca valoración que tienen los altos funcionarios del Gobierno sobre el diálogo y la concertación, considero que no hay alternativa distinta a la del diálogo entre diversos, con posiciones distintas, para tratar de construir alternativas de salida a la crisis, por supuesto con una clara condena del uso de la violencia de todas las partes  –miembros de la Fuerza Pública sin duda se han excedido en sus labores de control de la protesta y también algunos pequeños sectores de manifestantes han recudido al uso de la violencia contra miembros de la Fuerza Pública–. En ese sentido, el de propiciar el diálogo, se ha venido moviendo una propuesta desde la Universidad Nacional de Colombia, para contribuir a facilitar esos diálogos, pero por el momento no es claro que el Gobierno la acepte.

«Nuestra historia está llena de experiencias de concertaciones y acuerdos que luego no se cumplen –no solo con los actores armados, sino también con actores sociales–. Pero, a pesar de ello, se debe insistir en el diálogo y los eventuales Acuerdos, probablemente afinando los garantes –seguramente internacionales, tipo Naciones Unidas– para garantizar el cumplimiento de los mismos».

Yezid Arteta, analista político y director del portal El Comején

«Nunca había visto manifestaciones de colombianos marchando en Roma, París, Berlín o Londres. En la concentración del miércoles en Barcelona vi a personas que nunca se han involucrado en nada, sino que viven su día a día; trabajadores de la construcción, mujeres que se dedican a cuidar a personas de la tercera edad… A 8.000 kilómetros estás viendo que ahí donde naciste, donde está tu familia, esa plaza donde tantas veces compartiste con los amigos está siendo atacada y eso ha sido un factor de movilización».

«El diálogo no es fácil porque son movimientos que superan muchas veces hasta a los propios líderes sociales y dirigentes políticos de la oposición. Además, tenemos una mala experiencia en Colombia, esas mesas que ha montado el Gobierno cuando entra en momentos de crisis han sido infructuosas. Ninguno de estos diálogos ha conducido a absolutamente a nada por el talante de la oligarquía colombiana; la violencia es el único instrumento, hay una falta de tacto, de entender el momento, de agachar la cabeza, de pedir perdón, de ceder un poco a la movilización social. Con esto lograrían apaciguarla un poco y ellos entrar en un proceso de regeneración o de prolongación de su estatus. Pero no, mantienen una posición muy cerril y quien realmente está detrás de todo esto es el expresidente (Álvaro) Uribe, que se ha atravesado frente a la posibilidad de una reconciliación, el proceso de paz era la gran oportunidad. Colombia, incluso la propia clase dirigente, perdió la oportunidad con los acuerdos de paz de La Habana. Lo que había en ese acuerdo era la posibilidad de resolver asignaturas pendientes, cosas que realmente no eran revoluciones, sino transformaciones para modernizar el país y regenerar a la clase política».

«Hemos retrocedido y a esto se suma la pandemia que, como decía Mao Tse Tung, ha sido la chispa que enciende la pradera. Eso era una bomba de relojería, la pandemia aceleró y la respuesta del Gobierno ha sido bastante deficiente. La burguesía chilena convocó una constituyente, etc. y se puso en términos de vacuna. Con eso aminoró su desgaste, pero en Colombia la oligarquía no fue capaz de resolver absolutamente nada, es uno de los países más atrasados en la vacunación».