Periodista, especializado en información cultural / Kazetaria, kulturan espezializatua
Entrevista
Majid Majidi
Director de cine

«Las sanciones que EEUU impone a Irán generan un escenario inhumano»

Tras ganar el Premio del Jurado en Zinemaldia con ‘El padre’ (1996) fue el primer cineasta de su país en optar al Oscar con su película ‘Los niños del cielo’ (1997). Veinticinco años después vuelve a dirigir su mirada al drama de los niños de la calle en ‘Hijos del sol’.

Majid Majidi, director de ‘Hijos del sol’. (NAIZ)
Majid Majidi, director de ‘Hijos del sol’. (NAIZ)

​​En ‘Hijos del sol’, que acaba de llegar a las pantallas tras haber participado en el último festival de Venecia, Majid Majidi se inspira en el cine neorrealista para dar voz a esa legión de menores en situación de exclusión social que son explotados laboralmente en las calles de Teherán y para reivindicar la educación como instrumento de cohesión social.

​‘Hijos del sol’, como casi todas sus películas anteriores, pone el foco en la situación de vulnerabilidad en la que viven muchos menores de edad en Irán. ¿Por qué ese interés?
A mí siempre me ha preocupado la infancia. Creo que para cualquier país del mundo los niños son su principal activo, ya que representan su futuro. Como tal, creo que todos deberíamos prestar una especial atención a su formación, sobre todo hacia la de aquellos niños que pertenecen a las clases menos pudientes, que se ven forzados a buscarse la vida desde muy corta edad y que, como tal, están sujetos a ser explotados de mil maneras. Según iba conociendo la realidad de estos menores, me convencí de que a mí como cineasta me tocaba convertirme en la voz de aquellos que no la tienen, dar cuenta de su realidad y de su sufrimiento.

¿Cuál es el porcentaje de niños que viven en esta situación? ¿Es un fenómeno general o se da sobre todo en las ciudades?
No manejo unos datos precisos, pero tampoco creo que el fenómeno de los llamados “niños de la calle” sea algo que distinga a la sociedad iraní en particular, es algo que sucede en muchos países tal y como reflejan distintas instituciones internacionales que hablan de que en la actualidad existen más de 150 millones de niños trabajando en el mundo. Eso es lo que dicen las cifras oficiales, por lo que, probablemente, esa cantidad sea aún mayor. De ahí que yo, a través de mis películas, lo que intento es apelar a la responsabilidad de todos los espectadores, sea cual sea su nacionalidad, para tomar conciencia sobre la situación de estos niños.

​​A mí como cineasta me toca convertirme en la voz de aquellos que no la tienen, dar cuenta de su realidad y de su sufrimiento

En todo caso, han transcurrido casi veinticinco años desde que usted diera a conocer, por primera vez, la situación que viven estos menores en Irán en su premiado largometraje ‘Los niños del cielo’. En todo este tiempo, ¿cree que la situación ha mejorado o empeorado?
La sociedad actual es muy distinta a la de hace veinticinco años pero, por mucho que el mundo cambie, la pobreza persiste y si tengo que hablar del caso concreto de Irán, a pesar de todas las riquezas que tiene mi país, tengo que decir que la situación es mucho peor a la que teníamos entonces, porque las sanciones a las que hemos sido sometidos por parte de EEUU han generado un escenario inhumano. En la práctica esas sanciones han afectado duramente a la población civil, a las economías familiares y, singularmente, a las familias con menos recursos, por lo que han incidido negativamente en la situación de muchos menores de edad. Y más allá de las sanciones están las guerras que han sufrido muchos de nuestros países vecinos, como Iraq, Afganistán o Siria, guerras promovidas también por EEUU que han generado inseguridad, desplazamientos y que el gasto dedicado a temas sociales haya menguado en muchas de estas economías. En el caso concreto de Irán, nos enfrentamos a unas sanciones que hacen que, ni siquiera en una situación de pandemia, el país haya podido acceder a ciertos medicamentos. Por eso digo que la presión que padecemos por culpa de EEUU ha creado un escenario inhumano.

Usted pone el énfasis en el valor de la educación como elemento de integración social, una idea que persiste en el grueso del cine iraní desde las primeras películas de Kiarostami. ¿Cómo justifica esta preocupación?
Es un asunto que los cineastas de mi generación hemos venido abordando influidos por una serie de circunstancias históricas, ya que en el Irán de los años 50 y 60 había un porcentaje muy elevado de población sin acceso a la educación, sobre todo de población rural. Eso empieza a cambiar con la revolución de 1979, tras la cual se hace un gran esfuerzo no solo para lograr la escolarización de los niños de grandes áreas rurales sino para la alfabetización de la población adulta. En los años 80 y, sobre todo, a partir de los primeros 90, esos esfuerzos estuvieron en el centro del debate público y muchos intelectuales y artistas apoyaron esas iniciativas encaminadas a que nadie, en nuestro país, se viera privado de un derecho tan básico como es el derecho a la educación.

De hecho, ‘Hijos del sol’ es una película que surge cuando usted conoce de primera mano el trabajo desarrollado por un grupo de docentes en la escuela que aparece en la película, ¿no?
La idea de rodar esta película nació, efectivamente, después de que yo visitase las instalaciones de un centro educativo creado por una ONG en un barrio conflictivo. Me pareció que allí se estaba haciendo una labor muy valiosa por parte de unos jóvenes maestros que habían impulsado este lugar para dar clases a aquellos niños que trabajan en las calles de la ciudad durante el día y que, como tal, no tienen tiempo material para ir a la escuela convencional. Al visitar el centro hablé con varios niños, pude conocer su vida y su contexto familiar y entonces asumí que tenía que hacer una película que les sirviera de ayuda, que visibilizase su situación poniendo el énfasis en el derecho que tienen, como cualquier otro niño, a la educación.

¿Cómo seleccionó a los niños protagonistas? ¿Qué cree que aporta a sus películas el trabajo con actores no profesionales?
No siempre trabajo con actores no profesionales, pero en el caso de ‘Hijos del sol’, al ser una película que parte de una investigación que llevé a cabo sobre el terreno en un escenario real, sentí la necesidad de que quienes la interpretasen fuesen gente ligada a ese lugar. Por eso decidí aprovechar las potencialidades de esos niños para que fueran ellos mismos los que contaran su historia. Durante cuatro meses estuvimos entrevistando a cerca de tres mil niños hasta seleccionar a los cinco protagonistas de la película. Fue un proceso arduo, porque encontré mucho talento entre ese amplio grupo de chavales. Para mí lo más importante es que gracias al rodaje conseguí dotar de autoestima a muchos de estos niños. El propio protagonista de la película, Roohollah Zamani se mostraba muy escéptico respecto a lo que me podía aportar como actor, su propia familia también dudaba de sus capacidades. El problema de muchos de estos niños es que la vida que llevan les ha hecho perder la confianza en sí mismos y en algunos casos les ha arrebatado incluso su identidad. Con esta película conseguimos devolvérsela y cuando Roohollah recibió el premio como mejor actor emergente en Venecia fue una satisfacción muy grande. Más allá del galardón, él se ha convertido en un ejemplo para otros niños en su situación, haciéndoles ver que pueden salir de ese bucle de frustración, que pueden aspirar a algo mejor.

​​El problema de muchos de estos niños es que la vida que llevan les ha hecho perder la confianza en sí mismos e incluso su identidad. Con esta película conseguimos devolvérsela

El cine iraní gozó de un gran prestigio internacional hace dos décadas, sin embargo, hoy en día, salvo casos concretos como el de su película, parece que ha perdido algo de proyección. ¿Cómo lo explica?
Llevas razón, durante la década de los 90 y aun en los primeros años del siglo XXI, el cine iraní gozó de una gran reputación y hoy su presencia en los principales festivales de cine no es la de antaño. En parte porque muchos de los directores estrella que pusieron el cine iraní en el mapa como Kiarostami o Makhmalbaf fueron dejando de hacer películas. Ahora hay una nueva generación de cineastas con mucho talento que buscan su propio modo de expresarse pero cuyas propuestas no han alcanzado aún la repercusión que tuvieron las películas de quienes les precedieron, en parte también porque los gustos cambian y ahora parece que las miradas de Occidente se dirigen más hacia las propuestas que llegan desde China o desde Corea. Pero yo no pierdo la esperanza de que algunos de los jóvenes directores que están emergiendo en Irán vuelvan a poner nuestra cinematografía en el lugar que merece.