Imanol  Intziarte
Redactor de actualidad, con experiencia en información deportiva y especializado en rugby
Entrevista
Enrique Ballester
Escritor

«El fútbol sin afición es como salir con 38 años; no vas a dejar de salir, pero no es lo mismo»

El periodista y columnista Enrique Ballester estará este martes en el Teatro Principal de Donostia en una mesa redonda en el marco del Korner Festibala, que organiza Real Sociedad Fundazioa. Cinco autores de la colección ‘Hooligans ilustrados’ hablarán sobre el corazón del fútbol, las aficiones.

Enrique Ballester.
Enrique Ballester.

Viendo que sus dotes como mediapunta zurdito no le iban a permitir vivir del fútbol, Enrique Ballester (Castelló, 1983) hizo lo que muchos, pasarse a la tecla para al menos ver gratis los partidos de su equipo en el campo. Escribe semanalmente una columna titulada ‘Barraca y tangana’, antes en el diario ‘Levante’ y ahora en ‘El Periódico de Catalunya’. Por ahora suma dos libros recopilatorios, ambos editados por Libros del KO.

Ballester utiliza el fútbol como trasfondo para hablar de la vida en general, de su familia, de la paternidad con su hija Delia y su hijo Teo, de sentimientos, de triunfos y fracasos. Su éxito radica en que, contando sus cosas, muchas veces parece que cuenta las tuyas. «Este tío me representa», se lee con frecuencia en Twitter.

Este martes visita Donostia como parte del quinteto titular de una mesa redonda en el Teatro Principal (19.00), en el marco de Korner Festibala, que organiza Real Sociedad Fundazioa. La edición de este año está dedicada a la gran ausente de la temporada, la afición, y la charla reunirá a cinco autores de la colección ‘Hooligans ilustrados’, también publicada por Libros del KO. El donostiarra Ander Izagirre jugará como local junto al propio Ballester (Castellón), Marta San Miguel (Racing de Santander), Manuel Jabois (Real Madrid) y Lucía Taboada (Celta).

De los hinchas, del amor a unos colores, de cómo vive y sufre cada uno este deporte, de ese fútbol que antes era de gravilla y barro, charlamos un rato con este aficionado ‘orellut’.

¿Con qué cuerpo llega uno a una mesa redonda para hablar de las aficiones, cuando su equipo acaba de descender a Segunda B y sus vecinos han ganado la Europa League?

Una de la cosas de envejecer es que he aprendido a relativizar mucho el fútbol. Creo que es algo que en ‘Infrafútbol’ –el título de su libro sobre el Castellón– se ve mucho. Cuando el Castellón baja a Tercera y está a punto de desaparecer (2011), me afecta tanto que mis amigos me dicen: ‘Aprende a desdramatizar’. A veces desde el periodismo deportivo tendemos a exagerar.

Esos titulares de «partido a vida o muerte» y similares…

Claro, la utilización de términos bélicos, la batalla… De esa desgracia aprendí a reírme de mí mismo, de la incapacidad de una persona adulta y supuestamente madura como yo para que su estado de ánimo no dependiera del resultado de su equipo. En ese trauma aprendí a tomar distancia, encontré en el humor una salida para saber llevar todo eso.

Otra cosa interesante es que aprendí a vivir en el largo plazo. El fútbol es muy cortoplacista siempre, hay un drama por semana, partidos históricos cada cuatro días… Y ahí me dije: ‘Yo lo que sé es que dentro de 40 años quiero ir con mi nieto a Castalia, estemos en Primera o en Cuarta’.

A veces cuesta. Al día siguiente de bajar el Castellón fui al súper a comprar helado de Ben & Jerry’s y pizzas, que yo soluciono así los problemas, con comida basura, o metiéndome en la cama y esperando que los resuelvan otros o se resuelvan solos.

Y lo del Villarreal fue la final soñada de cualquier hincha de club modesto. En el fútbol a veces caemos en la superioridad moral del hincha del equipo pequeño, del que piensa que su amor por el club es el amor de verdad. A veces los equipos pequeños se apropian del sentimiento futbolero, pero cualquiera del Villarreal que haya vivido una historia similar a la mía, su sentimiento hacia ese equipo es igualmente válido. Es algo que en las rivalidades se niegan los unos a los otros, algo absurdo del fútbol.  

Algo que llama mucho la atención es la fidelidad del aficionado blanquinegro hasta en los peores momentos, con cerca de 13.000 abonados en Tercera…

De hecho, en los peores momentos ha sido cuando más abonados ha habido. Hasta mediados de los noventa el Castellón era un club con un trayectoria de once temporadas en Primera División repartidas en diferentes etapas, pero sin ninguna característica especial. Un club de provincias, en una ciudad con mucha afición al fútbol pero que luego no se reflejaba en el número de abonados.

Pero la irrupción del Villarreal le descabalgó de su relato tradicional, de su relato de ser el equipo de la provincia. El Villarreal le arrebató la hegemonía económica, deportiva, política, empresarial… y el Castellón quedó un poco desorientado. Y tuvo que estar a punto de desparecer para reinventarse con un relato ya no basado en decir ‘soy el mejor equipo de aquí’, porque no podía ser con un equipo que jugaba Champions a 7 kilómetros, pero sí ‘soy el equipo que representa a esta ciudad’. Y eso de alguna manera caló, primero de manera espontánea, y luego el club lo ha sabido potenciar y alimentar.

Los chavales ven que el Castellón les da algo que no les da ni el Madrid, ni el Barça, ni el Valencia, ni el Villarreal, les representa. Cuando yo era chaval era algo que no pasaba, ser del Castellón era una cosa rara, o no rara, pero sí que teníamos un segundo equipo.

Lo bueno es que esa militancia ha perdurado, han pasado unos años pero esa masa social sigue ahí. No se trata de ‘voy a ser del Castellón porque voy a ganar cosas’, sino ‘voy a ser del Castellón, quiero ganar cosas, pero esa no es la base de mi amor por este club’. Ese es un activo súper potente para cualquier empresa o club de fútbol.

Hace 30 años, un equipo de Preferente, un Tercera, tenía su público fiel. Bastaba con que su horario no coincidiera con el equipo grande de la ciudad o de la provincia. Ahora hay fútbol de Primera e internacional a todas horas por la tele, y contra eso es difícil competir. ¿Cómo ves el futuro de ese infrafútbol de cantina y sorteo de jamón en el descanso?

Y no solo le pasa al fútbol. No es que haya partidos el fin de semana a todas horas, o prácticamente todos los días, es que también la oferta de ocio es inabarcable. Está compitiendo con Netflix, Youtube, los videojuegos o mil cosas. Y es complicado.

El fútbol regional ha perdido mucha masa social. En el caso que yo conozco más de cerca, los dos grandes de la provincia han aglutinado mucho de lo de los pueblos de alrededor. Y esos clubes modestos tienen como principal vía de ingresos las taquillas, porque no tienen derechos de televisión y en este contexto no encuentran patrocinadores.

Cada vez vemos más proyectos futbolísticos que han perdido el sentido primigenio de ser el equipo de tu pueblo, de representar a tu pueblo para jugar contra los del pueblo de al lado. Ahora tenemos fondos de inversión, academias de fútbol que van subiendo categorías… y encima estos proyectos tienen la ventaja de no arrastrar deudas del pasado ni tener que mantener una infraestructura muy grande. Se está perdiendo ese vínculo entre el territorio y el deporte.

También te digo que me gusta ese fútbol modesto, ese argot, esos códigos que hay, pero no me gustan para mi equipo. Ir a esos pueblos con el Castellón se hacía duro, porque era un poco como cuando llegaba el circo con la mujer barbuda. Mi sueño de niño no era ’ojalá baje el Castellón a Tercera para que se rían de mí’.

Esa sensación se vivió por estos lares cuando la Real bajó a Segunda, sobre todo con algunos rivales. Por ejemplo cuando visitó campos como el del desaparecido Poli Ejido.

En el libro de ‘Hooligans ilustrados’ de Ander Izagirre (es el dedicado a la Real Sociedad, titulado ‘Mi abuela y diez más’), hay un capítulo que recuerda que cuando baja a Segunda la Real, el primer partido es en casa contra el Castellón, y pierde. Y lo contaba como lo más bajo que le podía pasar, que vaya mi equipo y gane.

Hemos estado más un año sin aficiones en los campos. ¿Es posible un fútbol así?

Para mi es otro deporte. Los jugadores han tenido sobredosis de partidos, hubo que recuperar el tiempo perdido y el ritmo ha sido distinto. El número de cambios ha aumentado. El videoarbitraje. No hay ambiente que pueda condicionar o acelerar el juego.

El fútbol era un deporte, entre otras cosas, de continuidad, de desgaste, de estar tomando decisiones sin freno y sin oxígeno. Eso se está perdiendo poco a poco, cada vez son partidos más controlados por los entrenadores, con más intervención, y creo que eso lo hace más aburrido.

Y sin aficionados falta algo, dice un amigo que es como salir de fiesta ahora que tenemos 38 años. No vas a dejar de salir, pero no es lo mismo que antes. Ojalá volver la próxima temporada a como cuando teníamos veinte años.

Pues no te quiero contar si te estás acercando a la cincuentena…

(Risas) No lo sé, aunque me lo puedo imaginar. El drama no es bajar, el drama es cuando ya te mimetizas con esa nueva categoría y a nadie le sorprende. Es como lo del Zaragoza en Segunda División. El drama no es cuando dejas de salir, es cuando ni te llaman porque ya dan por supuesto que no vas a salir.  

La última. Tu columna se llama ‘Barraca y tangana’. ¿Por qué elegiste ese nombre, qué significado tiene?

Aquí la barraca es una construcción típica, ligada a la agricultura. Pero en el fútbol valenciano el hecho de poner el autobús delante de la portería es ‘montar la barraca’. A un entrenador defensivo se le llama ‘barraquero’.

Como la columna se salía un poco del estilismo imperante en la crónica deportiva y quería que fuera un poco a la contra, un poco batalladora, y los equipos barraqueros suelen ser un poco marrulleros, lo uní con la tangana. Barraca y tangana, que es un modelo de fútbol que era el imperante en esa época en la que el Castellón estaba en Tercera División.