Imanol Carrillo
Kirol-erredaktorea / Redactor deportivo

Equipo de Refugiados: Cuando los anillos olímpicos pueden sustituir a las bombas

Hoy se celebra el Día Mundial de los Refugiados. El Equipo Olímpico de Refugiados del COI tomará parte por segunda vez en unos Juegos. 29 deportistas, 29 historias, y Tokio 2020 será el mejor escaparate para demostrar al mundo que hay vida más allá de las guerras, violencia o muros.

El presidente del COI, Thomas Bach, charló hace pocos días por videollamada con los deportistas del equipo olímpico de refugiados. (COI)
El presidente del COI, Thomas Bach, charló hace pocos días por videollamada con los deportistas del equipo olímpico de refugiados. (COI)

Abdullah Sediqi, Ahmad Baddredin Wais, Ahmad Alikaj, Aker Al Obaidi, Alaa Maso, Anjelina Nadai Lohalith, Aram Mahmoud, Cyrille Fagat Tchatchet II, Dina Pouryounes Langeroudi, Dorian Keletela, Eldric Sella Rodriguez, Hamoon Derafshipour, Jamal Abdelmaji Eisa Mohammed, James Nyang Chiengjiek, Javad Majoub, Kimia Alizadeh Zenozi, Luna Solomon, Masomah Ali Zada, Muna Dahouk, Nigara Shaheen, Paulo Amotun Lokoro, Popole Misenga, Rose Nathike Lokonyen, Saeid Fazloula, Sanda Aldass, Tachlowini Gabriyesos, Wael Shueb, Wessam Salamana y Yusra Mardini.

Es más que posible que esta lista de nombres de mujeres y hombres no les suene de nada. Se trata de los 29 deportistas de 11 países que competirán en los próximos Juegos Olímpicos de Tokio 2020 –del 23 de julio al 8 de agosto– con el Equipo Olímpico de Refugiados, 19 más que en los anteriores de Río de Janeiro 2016.

De esos 29 atletas, seis disputarán sus segundos Juegos: Anjelina Nadai Lohalith (Sudán del Sur) –fue la primera abanderada de este equipo–, Paulo Amotun Lokoro (Sudán del Sur), Rose Nathike Lokonyen (Sudán del Sur), y James Nyang Chiengjiek (Sudán del Sur), en atletismo; Yusra Mardini (Siria), en natación; y Popole Misenga (República Democrática del Congo), en judo.

Nueve de los atletas del equipo son de origen sirio, cinco proceden de Irán, cuatro de Sudán del Sur y tres de Afganistán, mientras que otros proceden de otras zonas en conflicto en Irak, Camerún, la República del Congo, la República Democrática del Congo y Eritrea.

Hoy, 20 de junio, se celebra el Día Mundial de los Refugiados. 29 deportistas, 29 historias. Ojalá no se debiera celebrar nunca más este día, pero es propicio destacar la valentía y coraje de cada uno de ellos para salir adelante. Este evento mundial como los Juegos es el mejor escaparate para sus objetivos y demostrar a todo el mundo que hay vida más allá de las guerras, conflictos armados, violencia, colapso económico y muros. He aquí seis historias de seis deportistas que han salido adelante gracias al deporte.

Yusra Mardini

El perfil de estos deportistas es el de hombres y mujeres que se ven obligados a abandonar sus respectivos países huyendo de las guerras. Es el caso, por ejemplo, de Yusra Mardini quien, antes de la guerra en Siria, era una nadadora competitiva que representó a su país en competiciones internacionales. A medida que la guerra se intensificaba, Yusra y su hermana abandonaron Damasco a principios de agosto de 2015, en una terrible experiencia que incluyó ayudar a remolcar un bote lleno de compañeros refugiados en el Mar Egeo, y llegaron a Berlín en setiembre de ese mismo año.

Fue seleccionada para competir en Río 2016 como parte del primer Equipo Olímpico de Refugiados. Ahora, con 22 años, es una atleta internacional segura de sí misma, autora de best-sellers, embajadora de las Naciones Unidas y mucho más.

«Quiero contar mi historia», relata desde su casa en Hamburgo una Yusra Mardini quien de pequeña odiaba nadar porque el agua estaba muy fría hasta que a los nueve años comenzó a amar la natación. «Pensé que mi historia podría ser algo que ayude a la gente en estos momentos difíciles. Lo estoy usando para motivarlos... para darles una razón para seguir soñando de nuevo y para saber que si tienes una caída, eso no significa que sea el final del camino».

De ahí nació su libro “Mariposa: De refugiada a nadadora olímpica. Mi historia de superación y esperanza”, lanzado y aclamado en la primavera de 2018. Su historia ha llamado las puertas de Hollywood, con una película dirigida por mujeres en proceso antes de que la pandemia del Covid-19 detuviera la producción.

Cyrille Fagat Tchatchet II

La vida de estos deportistas y refugiados no es nada sencilla. Al mero hecho de tener que abandonar sus hogares, se les suman otros problemas como pueden ser tener que vivir sin un centavo, hambriento y desamparado en una ciudad nueva. Es lo que le ocurrió a Cyrille Fagat Tchatchet II, que llegó a Gran Bretaña desde Camerún en 2014.

El africano pasó momentos difíciles, hasta el punto de considerar acabar con su vida, y dice que el levantamiento de pesas lo salvó de algunos de sus peores momentos. «Había pensado en el suicidio durante mucho tiempo», le contó el deportista a BBC Sport. «Solo quería terminar con todo». Vivía duro en las calles de Brighton y no tenía forma de mantenerse a sí mismo. «Llegué al punto en el que pensé ‘¿por qué estoy haciendo esto? ¿Por qué estoy perdiendo el tiempo? Solo mátate’», continuó. «Vivía debajo de un puente en una ciudad nueva en un país nuevo. No conocía a nadie».

Pero Tchatchet tomó una decisión que cambiaría su vida para siempre. Usó lo último de su crédito telefónico para llamar a los Samaritans, una organización benéfica que brinda apoyo emocional a cualquier persona con angustia emocional. El africano fue detenido por la Policía –«lo bueno es que me detuvieron», subraya él–, fue trasladado a un centro de deportación de inmigrantes en Dover y finalmente fue realojado en Birmingham, donde pudo mejorar su salud mental, que se había deteriorado durante sus dos años en Gran Bretaña.

Fue a ver a un médico de cabecera local, que le recetó antidepresivos y ejercicio. Tchatchet comenzó a entrenar en su club local y no pasó mucho tiempo antes de que estuviera compitiendo en los campeonatos regionales británicos. Después de convertirse en campeón británico de 94 kg y 96 kg con una serie de récords nacionales, el Comité Olímpico Internacional lo recompensó con una Beca de Atleta Refugiado. Con fondos adicionales, pudo concentrarse y ha conseguido formar parte del Equipo de Refugiados en los Juegos Olímpicos de Tokio en 2020.

Además, comenzó a estudiar para convertirse en enfermero de salud mental, con el fin de ayudar a rehabilitar a otras personas que experimentaron un trauma similar al suyo. El estudiante modelo se graduó con un título de primera clase de la Universidad de Middlesex y ahora espera comenzar una maestría junto con su formación.

Dorian Keletela

Nacido en la República Democrática del Congo en 1999, Dorian Keletela llegó a Portugal en 2016 procedente de Nigeria, con 17 años y con su tía después de perder a ambos padres en un conflicto en el Congo a una edad temprana.

Empezó a correr a los 15 años y la pista se ha convertido en su segundo hogar. De hecho, ha sido asesorado por el medallista de plata olímpico de Atenas 2004 en los 100 metros, Francis Obikwelu, con quien entrena en el Sporting Clube de Portugal, el mismo club que generó a otros deportistas de élite como Cristiano Ronaldo, que entrena habitualmente con Francis Obikwelu.

Ahora Keletela entrena tres horas al día, seis días a la semana con un objetivo en mente. Se está acercando cada vez más a un tiempo de menos de 10 segundos en los 100 metros. Corrió 6.49 segundos en 60 metros en febrero de 2020 y luego 10.46 segundos en 100 metros en agosto de 2020. El reto será algún día igualar los 9,86 segundos de Obikwelu en la final olímpica de Atenas ganada por Justin Gatlin, hasta el día de hoy tanto el récord nacional portugués como el récord europeo conjunto con el francés Jimmy Vicaut.

Otro de los objetivos de Keletela es inspirar a la próxima generación, como le dijo al Equipo Olímpico de Refugiados del COI en Instagram: «Quiero, después de mi carrera, que los jóvenes recuerden mi nombre como inspiración».

Abdullah Sediqi

La pandemia del covid-19 también ha ocasionado muchos problemas y dolor. Que se lo digan a Abdullah Sediqi, atleta de taekwondo que se convirtió en refugiado en 2017, cuando se vio obligado a huir de Afganistán en busca de seguridad.

En una entrevista reciente con Taekwondo Vlaanderen, reveló que no pudo ver a su madre antes de su muerte por el coronavirus. «Mi madre murió de coronavirus hace seis meses. Su muerte fue difícil para mí, no la había visto desde mi llegada a Bélgica. De repente, te dicen que está gravemente enferma; un tiempo después se había ido», relató.

«Eso es difícil, pero tengo que seguir adelante». De hecho, el taekwondo le ha proporcionado una salida para canalizar unas emociones que en muchas ocasiones las tiene bien claras: «Los países pueden unirse a través del deporte, no importa quién sea usted. Negro, blanco, mujer, hombre o de cualquier país de donde sean. En los Juegos Olímpicos son todos de un solo lugar», subrayó Sediqi a la web de Tokio 2020 el año pasado.

Ahora, una vez que ha logrado plaza para los Juegos, el afgano tiene claro con quién quiere enfrentarse. «Lee Dae-Hoon», dijo refiriéndose al dos veces medallista olímpico de Corea del Sur. «Quiero vencerlo. Es el mejor peleador del mundo».

Aker Al Obaidi

La historia deportiva de este refugiado iraquí comenzó cuando tenía seis años, edad con la que se inició en la lucha. El joven compitió por diversión y mostró un potencial enorme, pero cuando cumplió 14 años, la diversión se detuvo abruptamente. Un grupo autodenominado Estado Islámico (ISIS) se apoderó de su ciudad natal de Mosul y comenzó a reclutar niños de su edad. Huyó del país.

«No quería irme, pero tenía que hacerlo», cuenta Obaidi, ahora de 21 años. «Fue una experiencia muy aterradora. No sabía a dónde iba o dónde terminaría. Estaba separado de mi familia y seguía a un grupo de otros. Tenía miedo de que mi familia no sobreviviese a la guerra. Tuve que cuidar de mí mismo», relata.

Al Obaidi admite que también necesitó de atención psicológica antes de temrinar en Austria, donde se le concedió asilo. Allí, buscando de nuevo la felicidad, Obaidi volvió a la alfombra de lucha grecorromana. Continuó entrenando cuando no trabajaba como pintor, y después de dos años Benedikt "Mo" Ernst lo persuadió de que se mudara a la pequeña ciudad montañosa de Inzing para continuar entrenando. No podría haber sido un cambio cultural más grande para el joven iraquí, que estaba acostumbrado al ajetreo y el bullicio de las grandes ciudades. Pero se adaptó de nuevo.

«Hice amigos austriacos que realmente me ayudaron», cuenta. «Amo a Austria, es un país muy hermoso. La comida es excelente y me encantan las montañas. Ahora sme siento como en casa. Participar en el deporte y ser deportista me ha ayudado a asentarme. Mi talento me abrió muchas puertas e hice muchos amigos en la lucha libre», explica.

El luchador está en contacto con su familia, y él sabe que están orgullosos de él. Pero si su sueño de competir en los Juegos Olímpicos se hace realidad, lo hará por cada persona desplazada del planeta. «Estoy tratando de darnos una voz, de mostrar que los refugiados no son malas personas. No siempre se nos debe considerar como los malos y asociarnos con cosas negativas. Queremos demostrar que los extranjeros pueden hacer cosas buenas, ser buenos en los deportes, conseguir medallas», subraya.

Masomah Ali Zada

Masomah es originaria de Afganistán, pero pasó sus primeros años en el exilio en Irán. Para la ciclista todo cambió cuando en 2016 se emitió un programa de televisión francés llamado “Les Petites Reines de Kaboul” (“Las pequeñas reinas de Kabul”). Junto con su hermana Zahra, el documental mostraba las dificultades de andar en bicicleta como mujer en su país de origen. «En Afganistán, los hombres piensan que no es adecuado que una mujer ande en bicicleta, y los talibanes nos han prohibido hacer deporte», relataba Masomah a France24.

Después de ver el programa, un abogado francés retirado, llamado Patrick Communal, hizo los arreglos para que vinieran al Estado francés con una visa humanitaria y presentó una solicitud de asilo exitosa. Ambas hermanas están inscritas en la Universidad de Lille y Mosomah, a los 24 años, ha estado entrenando duro en el norte francés hasta conseguir clasificarse para los Juegos Olímpicos.

«Al participar en los Juegos Olímpicos, quiero convencer a los que piensan que una mujer en bicicleta es inapropiada o les resulta extraño que una mujer musulmana con pañuelo en la cabeza sea ciclista de que no, es normal», dijo Masomah a Paris Match.