El curioso y doloroso caso de Sean Penn

Un poco de contexto cannoise. Hasta el año 2017, lo normal en «le Festival» era que la prensa tuviera ocasión de ver las películas ahí presentadas, un poco antes de su pase de gala oficial. Este gesto (aún presente en la mayoría de certámenes del mundo) respondía a la concesión de algo de tiempo extra para que las críticas, crónicas y demás piezas estuvieran listas para el momento en que la película de turno pasara a ser de «dominio público».
De acuerdo, pero sucede que en 2016 Sean Penn presentó, en la Competición por la Palma de Oro, una película titulada “The Last Face” (aquí, “Diré tu nombre”), protagonizada por Javier Bardem y Charlize Theron. Una propuesta tan desafortunada, tan ridículamente patosa en todo lo que proponía, que evidentemente, la crítica se la cargó. Esto, por lo visto, molestó al equipo de la película y a la propia organización de Cannes.
Y por supuesto, la factura la pagó la prensa. Desde entonces, Thierry Frémaux nos tiene castigados; desde entonces, tenemos que esperar a que las estrellas hayan desfilado por la alfombra roja, para poder abrir la boca. Y así estábamos ayer por la noche: esperando, incrédulos, a ver una nueva película dirigida por Sean Penn optando a la Palma de Oro. Porque hay gente con un crédito infinito.
Por cierto, el filme (de título “Flag Day”) no fue tan insultantemente desastroso como el antecedente más cercano... lo cual no quiere decir que hubiera por dónde cogerlo. A este paso (porque se da por hecho que Sean Penn seguirá dirigiendo, y que todos sus trabajos conseguirán llegar al primer escaparate cannoise), no es descabellado pensar en un futuro en el que las películas de este cineasta, aquí solo las vayan a poder ver sus familiares, algún que otro invitado y, por supuesto, el jurado.
Y a decir verdad, casi que sería mejor así, porque el espectáculo que está dando Sean Penn con sus últimos trabajos, recuerda demasiado al dolor de ver a esos antaño esplendorosos deportistas arrastrarse por el terreno de juego, en la recta final de sus respectivas carreras. Ni rastro del hombre que firmara las estupendas “Pacto de sangre”, “Cruzando la oscuridad” o “El juramento”. En “Flag Day”, solo se vio a un autor perdido, dando tumbos primero hacia el drama escabroso, después hacia el thriller criminal... y siempre cayendo en la peor comedia: la involuntaria. El morbo de ver a Sean Penn y a sus hijos Dylan y Hopper encarnando una desgarradora historia de lazos paterno-filiales condenados al fracaso, se disolvió rápidamente por la incredulidad de seguir asistiendo al suicidio (artístico) de un hombre incapaz de ver que tras su pose de afectadísima derrota vital, solo había una invitación irrechazable a la carcajada burlona. Un desastre. Otro.
Por suerte, la jornada quedó un poco arreglada con el otro film a Concurso. “Compartment Nº6”, del finlandés Juho Kuosmanen, nos recogió del suelo y nos llevó a la remota ciudad de Murmansk. Una estudiante quería descubrir sus petroglifos, así que se embarcó en un gélido y a la vez cálido trayecto ferroviario a través de la estepa rusa. Cine del dejarse llevar (ideal, ahora mismo), de silencios elocuentes y gestión sabia de un tempo narrativo que favorecía la óptima sedimentación de las emociones humanas. Nada del otro mundo, pero acertado en todo lo que proponía. No todos pudieron decir lo mismo.

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