
Unas matinales desenfadadas abren la jornada, donde diferentes escuelas exponen el trabajo de sus mejores alumnos animados por proyectos de artistas locales para aliñar la hora del vermut. En esta ocasión los alumnos de la escuela de música Luis Aramburu y el quinteto del contrabajista Fran Serrano, uno de los compositores más prometedores del jazz estatal, fueron los encargados de abrir esta sección matutina.
A las 17.30, en el Teatro Principal. salía a escena el cuarteto del guitarrista vizcaino Miguel Salvador, inaugurando esta sección dedicada al jazz estatal y local más consolidado. Presentaron los temas de su último disco ‘10 años después’, dedicados casi todos ellos espacios naturales que han ido dejando huella en los devenires montañeros del líder del cuarteto o bien a personajes relacionados con el mundo del alpinismo.
En su empeño por plasmar en su música las sensaciones vividas fueron transcurriendo temas cómo Alluitz, Peña Castell, Ice Cavern, Gamueta y La gran diagonal, entre otros. Todos ellos, aunque por momentos explorando atmósferas intimistas o misteriosas, destilan una armonía alegre, esperanzadora y amable que sin duda reflejan la sintonía entre el guitarrista y sus paisajes naturales.
Diez años o más, según comenta el líder de la formación, es lo que llevan colaborando con él el bajista Marcelo Escrich así como el batería Gorka Iraundegui y el pianista Jonathan Hurtado, cuyos solos más coloridos contrastan con el discurso más minimalista y austero del guitarrista. Un trabajo maduro y de marcada firma personal.
Borochov y Atlantic Bridge
A las 19.30 en el Iradier Arena comenzaba la sesión de los artistas más consolidados. El trompetista israelí Itamar Borochov salía con un cuarteto joven dispuesto a recorrer diferentes ritmos y armonías de clara inspiración mediterránea.
Un concierto meditativo e irregular en el que los mejores momentos los dejó el propio trompetista con su voz en algunos breves pasajes y ráfagas de frases que recordaban a grandes trompetistas como Miles, Chet o al sonido ECM de Kenny Wheeler, pero sin llegar a conseguir las atmósferas sofisticadas del sello alemán.
La energía llegó de la mano de Atlantic Bridge, proyecto que reúne a músicos de ambos lados del océano y que sin duda pusieron sobre el escenario la música más fluida e intensa de la jornada. El quinteto liderado por Alberto Conde domina lo profundo del lenguaje de jazz, y una de sus características fundamentales, el diálogo y la interacción entre los músicos, entre solista y base rítmica, y de ello se encargaron el batería Miguel Cabana y el contrabajista King García, ambos sólidos, inspirados e intensos durante todo el recital.
El trompetista Walter White y el saxofonista Rosario Juluani pusieron las frases vigorosas, las improvisaciones ágiles y el blues del que careció el resto de la jornada, y ambos estuvieron cerca de calentar al público que por lo demás, no alcanzó a llenar la mitad del aforo en un Iradier Arena de complicada sonorización.

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