
El Festival Internacional de Cine de Gualajara, que se desarrollará del 1 al 9 de octubre, está considerado como uno de los más relevantes de México.
La 36ª edición de este evento se realizará de forma presencial en el Conjunto de Artes Escénicas de la capital de Jalisco e incluirá dentro de su sección oficial competitiva de largometrajes documentales dos producciones vascas: ‘Non Dago Mikel?’, dirigida por Miguel Angel Llamas ‘Pitu’ y Amaia Merino, y ‘Bizimina’, de Pablo Iraburu, Migueltxo Molina y Jon Maya.
Amaia Merino, codirectora de ‘¿Non dago Mikel?’ valora de forma muy positiva la presencia del filme en este certamen y señala que «la participación de la película en la Sección Oficial de un festival de cine de alto perfil muestra la calidad de la película y el interés y actualidad del tema que trata».
Por su parte, Miguel Angel Llamas ‘Pitu’ añade que «para la familia Zabalza es una oportunidad única para compartir su lucha por la verdad, la justicia y la reparación».
Finalmente, la productora Izaskun Arandia, recuerda el gran interés que despertó el largometraje a nivel estatal después de su estreno en la pasada edición de Zinemaldia, donde el jurado del Premio Irizar de Cine Vasco otorgó a la película una Mención Especial.
«Estamos muy emocionados de que la selección del FICG haya cruzado la línea y haya hecho que la historia de Mikel sea accesible al público mexicano», ha manifestado la productora.
Movimiento en tiempos de pandemia
La segunda presencia vasca dentro del FICG y en la misma categoría en la que competirá ‘Non dago Mikel?’ es ‘Bizimina’.
Dirigida por Pablo Iraburu, Migueltxo Molina y Jon Maya, se trata de una pieza documental en la cual se citan la danza, el espacio y la fotografía. Con una duración de 30 minutos y teniendo las coreografías del grupo Kukai Dantza como hilo conductor, este documental fue rodado íntegramente durante el confinamiento.
Creador del concepto de este proyecto, Jon Maya señala en torno a ‘Bizimina’ que «hibrida el cine documental con la danza. A través de una serie de piezas independientes, se compone un relato en el que se encuentran las emociones que tanto nos cuesta expresar estos días: la distancia, la añoranza del otro, el deseo, el sentimiento de comunidad, la impotencia, el aislamiento, el desconcierto, la esperanza. La coreografía construye un relato que sirve para confortar y acompañar en este tiempo incierto».

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