El Nuevo, el Viejo y el eterno juego de Hollywood
La 78ª Mostra pone la velocidad de crucero invocando el desembarco de algunas de las grandes apuestas de Netflix y Universal de cara a la nueva temporada de premios fílmicos.

Estábamos avisados (porque en Venecia, al menos durante el reinado de Alberto Barbera, siempre sucede lo mismo) y, aun así, nos está faltando aire para llegar de una sesión a la otra; están faltando neuronas, también, para asimilar todo lo que este festival se ha empeñado en proponernos.
No falla: los primeros días de la Mostra son gloriosamente infernales, pues se traducen siempre en ese breve (brevísimo) lapso de tiempo en el que los grandes títulos de la competición se dan codazos los unos con los otros. La disposición, teniendo en cuenta que vamos a estar aquí durante casi dos semanas, ciertamente tiene delito, pero de verdad que no quedan ni segundos ni líneas de texto para quejarse más. Toca mirar atentamente a la pantalla, porque ahora mismo, si nos despistamos aunque solo sea un instante, seguro que nos habremos perdido alguno de esos títulos destinados a conquistar la gloria de la nueva temporada de premios.
Es el eterno (e irresistible) juego de Hollywood, del Nuevo y del Viejo, que ha encontrado en la ciudad de los canales su patio de recreo predilecto. Y ahí va Netflix, el más nuevo y ambicioso de los jugadores, que ya no quiere ir a Cannes porque en Venecia, dice, se siente mucho más a gusto. Y lo demuestra trayendo no uno sino dos títulos que aspiran a conquistar todo lo que se encuentre entre el León de Oro y el Óscar, esa meta soñada.
Y ahí va Paolo Sorrentino, el más cool de la cinematografía italiana moderna. El cineasta napolitano vuelve precisamente a su ciudad natal, para captar sus orígenes. ‘Fue la mano de Dios’ abre con una dedicatoria a «el futbolista más grande que hubo y que habrá jamás», un Diego Armando Maradona que, en el inicio de esta historia, todavía no se sabe si se quedará o se irá de Barcelona.
Sorrentino, tan a gusto con su familia «y otros animales». Su nueva película es el nuevo despliegue de uno de los más dotados estetas del panorama cinematográfico mundial. Un cariñoso freak show en el que la belleza adquiere, como cabía esperar, las propiedades de lo grotesco y lo efímero. Una autobiografía ciertamente muy endiosada, en la que la particular mirada del autor, siempre mitómana e iconográfica, sigue luciendo como ese pincel privilegiado a la hora de inmortalizar el espíritu de esa Italia de finales del siglo XX.
A continuación llega la ilustre Jane Campion y nos lleva a los inicios de ese mismo siglo. En el corazón rural del estado de Montana, dos hermanos (Jesse Plemons y Benedict Cumberbatch) heredan un inmenso rancho, pero este no es un drama de época sobre el control de la tierra, sino más bien un western a vueltas con la masculinidad tan-tan frágil que evidentemente acaba siendo tóxica.
La cineasta neozelandesa continúa cabalgando por los tambaleantes roles de género. Su cine, de una sensibilidad y sentido de lo imprevisible siempre remarcables, camina ahora con paso dubitativo, muy marcado por las exigencias productivas de una factoría (de Netflix sigo hablando) a la que casi siempre se le atraganta la gestión del tempo narrativo.
Por suerte, con Paul Schrader (el más veterano de hoy en el concurso, y también el mejor) remontamos el vuelo. ‘The Card Counter’ es un thriller casi perfecto, llevado por un Oscar Isaac descomunal, aquí en la piel de un exmilitar y exconvicto reconvertido en profesional de los juegos de azar. El mítico guionista de ‘Taxi Driver’ vuelve a lucirse en la escritura y la dirección de una función que atrapa por su –pulcra– turbiedad, y que cala gracias a esta misma suciedad (moral), ilustrativa de una nación y unos tiempos adictos a la auto-destrucción.

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