Un programa doble, para entendernos, compuesto por un corto y por un largo, firmado cada uno por un maestro del séptimo arte. Por dos veteranos a los que, por supuesto, conocemos casi como si fueran de la familia. Está por una parte Carlos Saura, de casi 90 años de edad, y por otra Zhang Yimou, quien supera ya los setenta. Entre ambos acumulan docenas de títulos en los que constan como directores, claro está, pero también como guionistas, como productores… incluso como actores.
Dos hombres de cine para un certamen que nos invita, un año más, a adivinar hacia dónde se dirigirán esas imágenes en movimiento, pero que también nos recuerda de dónde vienen estas… y ya de paso, de dónde venimos nosotros. Empezamos a ritmo de José Antonio Labordeta, ni más ni menos. Durante los poco más de cinco minutos que dura ‘Rosa Rosae. La guerra civil’, Saura articula una narración que es más bien un mural; un retablo musicalizado por las líricas del cantautor zaragozano que invoca, como anuncia el título, los fantasmas de aquel terrible conflicto bélico, pero que pretende (y de hecho, consigue) erigirse en testigo universal del horror que acompaña a cualquier guerra.
Dibujos en blanco y negro mimetizan la pureza de la mirada infantil, y nos llevan de las aulas a la devastación del campo de batalla. Una transición traumática hecha a partir de un montaje que, de forma pausada (de nuevo, el tempo lo marca Labordeta), impacta por la sabia conjunción audio-visual. Vemos el infierno; oímos una voz entre nostálgica y combativa, que nos recuerda que no debemos olvidar.
Precisamente en estas aparece Zhang Yimou con ‘One Second’, primera entrada a Concurso por la Concha de Oro, una película que llevábamos persiguiendo por lo menos desde hará ya dos años. En 2019, recordremos, el Festival de Cine de Berlín tendría que haber presentado dicho film en su Competición, pero a última hora todo se torció. La censura del gobierno chino opinó que no lo podíamos ver, de modo que tocó lamentar la ocasión marrada, condenar la situación y, por supuesto, esperar.
Hasta ahora, solo para descubrir que la ya mítica ‘One Second’ va precisamente sobre esto: sobre la búsqueda de una película; de un puñado de fotogramas (un segundo, en total) que en el desesperado contexto de la Revolución Cultural (de ahí la intervención gubernamental, en su momento), se convierten, en las manos de Zhang Yimou, en un brillante macguffin. En un pretexto irresistible, primero para sumergirse en una delirante aventura persecutoria en el desierto del Gobi, y después para proponer una pirueta meta-fílmica que simplemente emociona.
De repente, la restauración y la proyección de una película se descubren como un esfuerzo (íntimo y colectivo) titánico; como un compromiso para con la verdad de la memoria histórica que, por mucho que incomode a algunos, merece la pena ser concretado. Empieza Zinemaldia de la mejor manera: con una Sección Oficial luciendo como impresionante invocadora del gran talento cinematográfico. El que más importa, no solo por el prestigioso pedigrí que arrastra (que también) sino más bien por la valentía en sus ideas (visuales, conceptuales). Mirar al pasado sin miedo para afrontar el futuro con más esperanza. El cine también es esto.

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