Víctor Esquirol
Crítico de cine
CRíTICA DE ‘ARTHUR RAMBO’ (SECCIóN OFICIAL)

El genio y el troll

Cartel de ‘Arthur Rambo’.
Cartel de ‘Arthur Rambo’.

Nos ha tocado vivir unos tiempos en los que, definitivamente, está prohibido bajar la guardia, ni que sea durante solo un segundo. Es la naturaleza de la realidad líquida, donde todo atisbo de certeza puede ser tumbado en un abrir y cerrar de ojos, o si se prefiere, con la misma facilidad con la que se escribe y publica un tweet. Pongamos que estamos en un plató de televisión, que asistimos a la grabación de un prestigioso programa de entrevistas emitido en prime time. Pongamos que dicho espacio ha captado la atención del mundo entero porque ha invitado al escritor más importante del momento.

Y como cabía esperar, el encuentro entre este y la periodista transcurre con los gestos de cortesía y admiración que merecen esos artistas, esos pocos elegidos capaces de situarse por encima del resto de mortales, e iluminarles con su clarividencia. Resulta que el novelista en cuestión acaba de producir una obra destinada a marcar una época, y lo ha hecho a la tierna edad en la que la mayoría de personas apenas empieza a tomarle el pulso al mundo. Evidentemente, todo son sonrisas, y felicitaciones, y peticiones al filo mismo del vampirismo.

Una foto, por favor; un autógrafo, por favor; otra entrevista, por favor... Hasta que todo termina de sopetón. Una acusación estalla en internet, y prende a la velocidad de la fibra óptica. Un like, un retweet, un comentario, y otro, y otro... La nueva película de Laurent Cantet está planteada como el acto más doloroso que puede proveer la red de redes. Esto es, la lectura de todo lo que la gente tiene que opinar de nosotros. Los efectos de dicho ejercicio son transformadores, hasta el punto de la degradación más infrahumana.

Al final de dicha terapia de shock, quien iba para nuevo Premio Nobel de Literatura queda reducido a la condición de sucio y vulgar troll. Solo que, y ahí está la gracia endiablada de la propuesta, a lo mejor estas dos facetas han coexistido desde el principio en el mismo personaje. A lo mejor el mayor acierto de Cantet en “Arthur Rambo” sea el del tratamiento de la continuidad. A pesar de que su metraje de apenas hora y media concentre la acción de prácticamente una jornada entera, da la sensación de que todo transcurre a tiempo real, es decir, a ese ritmo incontrolable en el que se levanta y se derruye todo lo que creemos saber.

En el espacio de una noche y un día, Karim D, nueva sensación del mundo editorial, se verá obligado a confrontarse a Arthur Rambo, perfil falso que a lo largo de los años ha usado para inundar las redes sociales a base de mensajes y consignas situadas mucho más allá de cualquier límite identificable del humor, del buen gusto o directamente de la decencia humana. Todo esto, conviene recordarlo, tomando como macro-escenario el país donde las desigualdades sociales y los encajes culturales elevan, más si cabe, una tensión ya de por sí crispada a razón de una alerta terrorista que se mantiene siempre en los más altos niveles.

Si en 2008 Laurent Cantet tomó en el aula de instituto como muestra estadística para entender las complejidades de la sociedad francesa moderna (esto era “La clase”, una de las Palmas de Oro más incontestables de la historia del Festival de Cannes), ahora hace lo propio con la virtualidad, ese no- espacio en el que supuestamente podemos mostrarnos tal y como somos. “Arthur Rambo” es, en este sentido, y como no podía ser de otra manera, un relato alimentado por los combustibles nocivos de los influencers y sus respectivos followers. A saber: la soledad y el odio.

La respuesta a ambas toxicidades es la enigmática expresión facial de Rabah Nait Oufella, encargado de encarnar al «Dr.Jekyllesco» protagonista de esta historia. En su sonrisa congelada y en su mirada cada vez más perdida en el vacío, está la preocupante falta de respuestas ante el drama de un mundo que se desmorona. Una pregunta sobrevuela en prácticamente todos los encuentros filmados: «¿Por qué?», y ahí se queda, resonando como un eco doloroso. El vacío, terrible de por sí, lo llena un guion empeñado en llevarnos ahí donde Karim D (o Arthur Rambo) no quiere (o no puede) llevarnos. Ahí está el problema.

En la híper-textualización de una función con la sabiduría suficiente como para detectar todos los elementos necesarios para alcanzar la consideración de «importante» (aquello a lo que debería aspirar todo buen drama social), pero marcada también por la poca sutileza con la que estos se conjugan. La fineza del genio y las groserías del troll compartiendo el mismo cuerpo.

Por esto, “Arthur Rambo” termina siendo una especie de manual de «internet para dummies», un repaso acertado, pero muy obvio, de los males imperantes en la era digital. Así ve el mundo Laurent Cantet: en código binario. Unos y ceros, «Sí» y «No», blanco y negro... ignorando la escala de grises que hay entre un extremo y el otro.