Daniel   Galvalizi
Periodista

La marcha neonazi en Chueca, un recordatorio de la sombra sobre el colectivo LGBTI

Hace una semana, ultras se manifestaban con cánticos LGBTifóbicos en el corazón de la diversidad de Madrid. Con un 10% más de delitos de odio este año, los colectivos de la diversidad sexual alzan la voz y recuerdan por qué el presunto oasis español no es tal.

Manifestación ultraderechista en el barrio madrileño de Chueca, el sábado pasado. (CEDIDA/TWITTER/EUROPA PRESS)
Manifestación ultraderechista en el barrio madrileño de Chueca, el sábado pasado. (CEDIDA/TWITTER/EUROPA PRESS)

«Nuestra falta de libertad no es una denuncia falsa», decía un cartel en una de las grandes concentraciones que hubo en Madrid a raíz del caso del joven que mintió sobre un presunto ataque homófobo. Finalmente dijo que había sido una denuncia falsa para no perder a su pareja. Pero el error de un joven aturdido no pudo tapar el hecho verdaderamente importante: el proceso de creciente peligro que está viviendo el colectivo LGBTI en el Estado español.

Los números oficiales al menos así lo respaldan. Hace unas semanas, el Ministerio de Interior informaba de que en el primer semestre del corriente año se había registrado un 9,3% más de delitos de odio con respecto a 2019 (2020 no es comparable por el confinamiento y las restricciones a la movilidad). De 610 delitos de odio se ha pasado a 748.

La narrativa, especialmente de cierto sector nacionalista español, indica que el Estado es una suerte de oasis para el colectivo LGBTi, siendo la legislación española –cierto es– una de las más avanzadas en esta materia, y habiendo sido uno de los primeros estados en consagrar el matrimonio igualitario. Hablar con extranjeros (incluso de países europeos más socialmente conservadores como Italia o Portugal) sobre la libertad que sienten al caminar por la madrileña Chueca o el barcelonés Eixample retroalimenta ese marketing.

Pero la realidad demuestra que el panorama no es tan ideal. No solo los números mencionados, sino en el plano simbólico la cuestión comienza a preocupar: hay un discurso de odio desde la derecha y la ultraderecha contra «chiringuitos LGBTI», en alusión a las ONG que reciben subvenciones, más la estigmatización de los discursos colectivistas tanto LGBTI como feministas, que provocan un caldo de cultivo que dista de lo ideal.

El crimen del joven Samuel en Galiza en julio pasado, con testigos oyendo a los asesinos que lo pateaban con los gritos de «maricón», sensibilizaron y pusieron en alerta al colectivo LGBTI. La manifestación neonazi del sábado pasado por Chueca, autorizada por la Delegación del Gobierno que luego dio sus excusas por haber sido engañada, dan la razón para entrar en alarma.

«Fuera sidosos»

Con vestimenta de color negro estricto, cabezas rapadas (los hombres) y unos cánticos esperpénticos, un grupo de manifestantes de ultraderecha caminaron por el barrio emblemático de la diversidad sexual, tal vez el más icónico de Europa. Ante el estupor de quienes los veían, ellos cantaban «fuera maricas de nuestros barrios» y «fuera sidosos de Madrid». Por cierto, escoltados por la Policía Nacional.

El grupo ultraderechista Madrid Seguro había pedido permiso a la Delegación del Gobierno para manifestarse contra las ‘agendas 2030/2050’. Según la nueva delegada, la socialista Mercedes González, los organizadores anunciaron una asistencia de 200 personas que iban a recorrer durante dos horas las dos plazas icónicas del colectivo LGBTI madrileño (Chueca y Pedro Zerolo). El error fue tan grosero que hasta el PP de Madrid acusó a González de mentirosa por justificarse en que no podía prohibir la manifestación y pidió que una manifestación así «no pueda repetirse».

Un exdelegado del Gobierno en Madrid dijo fuera de micrófono ante la pregunta de NAIZ que «las manifestaciones no se autorizan» y que solo «pueden prohibirse por motivos muy concretos establecidos en la ley». En su opinión, «la asociación comunicó la intención de manifestarse pero sin los motivos ni las consignas. Evidentemente la Delegación no vio motivos para prohibir».

El hecho cobra gravedad no solo por demostrar una vez más que la ultraderecha y el discurso de odio avanza en su legitimación en el discurso público del Estado español, sino lo fácil que es para el mismo aprovechar las grietas del sistema y las distracciones de las autoridades.

«El discurso de odio lo que ha hecho es validar esto, normalizarlo y banalizarlo. Lanza el mensaje que es permitible odiar, insultar a un gay en la calle. Esta violencia ha sido validada porque la han dejado entrar bajo el amparo de la libertad de expresión, a costa de los derechos de otra gente. No se trata de locos, son personas que odian y lo hacen bajo el amparo de la locura», dice en entrevista con NAIZ el periodista y escritor Rubén Serrano, autor del libro ‘No estamos tan bien. Nacer, crecer y vivir fuera de la norma en España’ (Ed Temas de Hoy, 2020).

Serrano también cuestiona la cobertura mediática de estos sucesos: «Los medios lo cuentan para instrumentalizarlo y toda la alarma le viene bien a la prensa, pero es la propia prensa la que compra el relato policial (en los hechos de delitos de odio), no hay interés real por informar en general con perspectiva de derechos humanos sino de carnaza. Las empresas periodísticas están dominadas por machos burgueses blancos y todo lo que sale de esa perspectiva se les escapa porque es lo que oprimen, viven en su hegemonía».

«Ni hecho aislado ni tendencia»

Serrano, un alicantino que reside en Barcelona, señala que los ataques de odio LGBTIfóbicos «no son un hecho aislado ni son una tendencia en alza. Es algo que ha existido siempre porque es histórico. No es que no había agresiones en 2005 o el año pasado, solo que ahora son más explícitas, son más nazis y brutales». Y añade: «Ahora no nos callamos y gritamos más ante la violencia, tenemos más herramientas, pero no significa que no hubiera. Siempre hubo acoso escolar, en el trabajo, vergüenza dentro de la familia, etc, y además hay mucha infradenuncia».

Con respecto al caso que causó conmoción sobre el joven madrileño que dijo mentir sobre su supuesto ataque con navajazos en su glúteo, el periodista recalca: «No importa que haya sido una denuncia falsa porque eso no esconde las otras agresiones que venimos denunciando. Una hoja rota no daña todo el árbol, que es un mapa inmenso de homofobia. Por ejemplo hace poco le tiraron ácido a una chica lesbiana, o la paliza en Valencia que sufrió un joven gay, etc. El odio está ahí».

Serrano cree que este fenómeno LGBTIfóbico «es claramente estatal, sucede en todos lados, la violencia está enraizada en la sociedad española» y dijo que lo primero que hay que hacer es «poner una línea roja a los discursos de odio del fascismo, hacer educación y campañas estatales y autonómicas a favor de la igualdad, mostrarla como algo positivo, no como una impureza o inferioridad».

Preguntado por el rol del PP y su posición ambigua ante la ultraderecha, señaló: «El PP se está jugando su entierro porque la única con autoridad para enfrentar a la ultraderecha es la derecha, es la única que puede decirle que esta es la línea roja. Hasta que no se marque la línea roja, se seguirá arrastrando».

Hace dos años, Serrano acababa de escribir su libro, un disparo contra el marketing del presunto oasis español para los LGBTI. «Nunca pensé, lo juro, jamás pensé que dos años después el volantazo fuera a ser así y estuviera pasando lo de ahora. Hay formas de actuar y de decir cosas que veo hoy que me recuerdan a prácticas del franquismo, cómo se nos intenta adoctrinar», lamenta. Por ahora, tanto él como muchos referentes LGBTI no ven un futuro promisorio para sí mismos.