Entre el ‘Pobre de mí’ y el ‘Beste bat’

Pues esa es la encrucijada que te encuentras cuando la alfombra roja ya no aloja caminantes y el telón cubre una nueva edición de Zinemaldia.
Entre el cansancio de encadenar horas y prisas entre sesión y sesión, lo que deriva en poder compartir una cerveza con las amistades sin que el maldito conejo blanco te dicte la hora, y ese regusto amargo que siempre queda cuando algo se acaba y que, en el caso de este evento, se traduce en horas y horas de todo tipo de emociones. Vamos, que a pesar del cansancio, anhelas otra ronda más de películas.
Un breve vistazo a esta 69ª edición nos ha revelado el gran momento creativo que atraviesa un medio que ha sido fuertemente sacudido por la pandemia. Se han apilado a lo largo de todo el circuito de festivales un buen número de filmes de gran calidad y que serán devorados por una cartelera necesitada de una transfusión urgente. Donostia no ha sido ajena a esta ola fílmica.
La polémica en torno a Johnny Depp también ha inspirado todo tipo de conversaciones, debates y sentencias que han puesto de manifiesto que, no solo no ha pasado a hurtadillas por el certamen, sino que ha tenido un gran eco internacional.
Un último vistazo a este recuerdo que, espero, no sea borrado como lágrimas en la lluvia, también incluye un hueco a esa tremenda actriz llamada Jessica Chastain, la cual aterrizó en el Maria Cristina tan reluciente como Cenicienta poco antes de la medianoche.
Una actriz versátil y muy camaleónica que da igual que descienda de un coche-calabaza tirado por ratones, se transforme en un par de horas en una femme fatale al estilo Lauren Bacall o que salte de un helicóptero a las puertas del hotel vestida con una polvorienta ropa de campaña.
Su credibilidad es tal en este oficio de engaños llamado cine que urge que su nombre se sume a los premios Donostia.

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