AFP

El hormigón es el tercer emisor mundial de gases de efecto invernadero

La producción de cemento, clave en la mezcla del hormigón, genera el 7% de las emisiones mundiales de CO2. Así, por cada kilogramo de cemento se libera casi 1 kilogramo de CO2.

Una hormigonera en Iruñea.(Jagoba MANTEROLA/FOKU)
Una hormigonera en Iruñea.(Jagoba MANTEROLA/FOKU)

Si la industria hormigonera se considerase un país productor de gases de efecto invernadero, ocuparía el tercer puesto en el ranking de países más contaminantes en el mundo, solo por detrás de China y Estados Unidos. Y es que la producción de cemento, que es imprescindible para la mezcla del hormigón, emite el 7% del CO2 de todo el mundo ya que por cada kilo de cemento se libera casi otro kilogramo de dióxido de carbono.

«Es más que las emisiones del conjunto de la Unión Europea o de la India, por detrás de las de China y Estados Unidos», afirma la paleoclimatóloga y copresidenta de un grupo de expertos climáticos de la ONU Valerie Masson-Delmotte.

Según calcula la Asociación Mundial del Cemento y el Hormigón (GCCA), en el mundo se consumen alrededor de 150 toneladas de cemento por segundo, siendo así el material más utilizado en el planeta, y en consecuencia, al año se consumen otros 14.000 millones de metros cúbicos de hormigón. De ahí que el sector de la construcción represente el 13% del PIB mundial.

El cemento, que es la sustancia une los granulados y la arena que componen el hormigón, está formado sobre todo por clínker, un compuesto que se consigue quemando a altísimas temperaturas la caliza y la arcilla. Es en ese momento del calcinamiento cuando se libera el CO2.

Esta reacción química, que apenas ha cambiado desde que se inventó la fórmula actual del cemento, supone el 70% de las emisiones del sector. El 30% restante viene del consumo de energía de los hornos al quemar la caliza.

La industria mundial del hormigón prometió el año pasado que alcanzaría la neutralidad del carbono para 2050. Sin embargo, tiene otras ambiciones a un plazo más corto. Para 2030 pretende reducir sus emisiones «un 25% adicional», evitando liberar alrededor de 5.000 millones de toneladas, utilizando para ello nuevas tecnologías de captación de carbono.

Para alcanzar dicho objetivo, la industria apostará por la comercialización de nuevos cementos ‘verdes’ que sustituyan el clínker por materiales reutilizados. Y en sintonía con esta medida, prevén cambiar combustibles fósiles por residuos industriales como las escorias de los altos hornos, cenizas volantes de biomasa o residuos de arcilla para la fase de calcinamiento. Este cemento ‘verde’ tendría un sobrecoste de producción de unos 25 euros por metro cuadrado.