
La vuelta de Megan Fox es, al igual que les ha pasado a tantas otras estrellas de Hollywood caídas en desgracia, con una producción de bajo presupuesto hecha a su medida de lucimiento. Quiere esto decir que estamos hablando de un trabajo físico, sin exigencias dramáticas comprometedoras.
Tanto es así que durante gran parte del metraje tuvo que arrastrar a peso un cuerpo inerte, por necesidades de realismo visual, ya que de tratarse de un maniquí no habría quedado bien en cámara. El debutante australiano S.K. Dale quería que el relato fuera una sucesión de imágenes violentas e impactantes, rodadas en Bulgaria para abaratar costes, dentro de una atmósfera inhóspita e invernal.
Pero el guion que ha de sostener la función macabra está ya muy visto, pues no pasa de ser el consabido trhiller sangriento con juego sicológico del gato y el ratón como motor de la acción. A fin de significar que la protagonista, tal como deja claro el subtítulo con spoiler de la versión doblada, está encadenada a su matrimonio, tras la lujosa celebración de su aniversario de pareja, se despierta esposada al cuerpo de él.
Sin tiempo para reaccionar, la protagonista deberá enfrentarse a un par de invasores en su mansión del lago, que pretenden ser la versión adulta de los ladrones de ‘Solo en casa’ (1990), entre lo terrorífico y lo risible.

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