Josephine Baker entra en el Panteón y con ella un baile vital contra la discriminación

46 años después de su fallecimiento, en 1975, Josephine Baker, o mejor dicho, el cenotafio de la que fuera artista de music-hall, colaboradora de la Resistencia y militante antirracista, reposa en el Panteón, en París.

Cuatro retratos que resumen las diversas facetas de Josephine Baker han presidido el acto de homenaje. (Thomas COEX /AFP)
Cuatro retratos que resumen las diversas facetas de Josephine Baker han presidido el acto de homenaje. (Thomas COEX /AFP)

‘Me revoilà Paris’, una de sus más célebres canciones, ha sonado al inicio de la ceremonia solemne en la que el cenotafio, que no contiene los restos de Josephine Baker pero sí cuatro puñados de tierra, a saber, de su localidad natal, Saint-Louis, del París que le dio la gloria, de su castillo en Milandes en Dordogne, y del Monaco donde terminó sus días, ha entrado en el «templo laico» de la República francesa, el Panteón.

Tras hacer un largo recorrido por una larga alfombra roja, que ha sido utilizado para trazar su recorrido vital, lleno de furor artístico pero también de duros episodios ligados al combate por la emancipación, el féretro ha sido saludado con el Canto del los Partisanos, himno de la Resistencia francesa, con el que la Armada del Aire ha saludado a una mujer que se comprometió con la lucha contra el nazismo. Y que fue la primera mujer negra en ser despedida, a su muerte, con honores militares, por el Ejército francés.

Mujer, negra, artista de éxito en París pese a su origen extranjero, colaboradora de la Resistencia y militante por los derechos civiles, Baker compartirá Panteón con 80 personajes ilustres, de los que es la sexta mujer.

Sucede en ese honor a la superviviente de los campos nazis y artífice de la ley que regula el derecho al aborto, Simone Veil, que entró en el imponente edificio neoclásico en 2018.

Para Brian Bouillon-Baker, uno de los doce hijos adoptados por Josephine Baker, de los que viven once, esta jornada es «un día de gloria y de emoción». El homenaje a la que Baker llamaba su «tribu arcoiris» ha estado presente en el acto con una actuación de jóvenes promesas de la Opera Cómica parisina.

La familia de la artista, pero también los amigos y compañeros de profesión o de luchas de la bailarina de ritmo frenético –mención especial ha recibido su protectora, la fallecida Princesa de Mónaco, Grace Kelly– han compartido un lugar de honor con las personalidades reunidas para escuchar el discurso en el que el presidente francés, Emmanuel Macron, ha rendido homenaje a «una artista de renombre mundial, comprometida en la Resistencia, incansable militante antirracista que hizo suyos todos los combates que unan a las personas de buena voluntad, tanto en Francia como en el mundo».

Ya el pasado 23 de agosto, cuando anunció su entrada en el Panteón el jefe del Estado francés consideró a la estrella de music-hall nacida en el sur de Estados Unidos «la encarnación del espíritu francés». El portavoz del Gobierno, Gabriel Attal, remataba en los micrófonos de Europe 1 que «Josephine Baker es un magnífico símbolo ya que encarna ese amor por Francia que puede emanar también de personas no nacidas aquí».

En plena batalla por la bandera electoral de la ultraderecha, que le disputa el polemista Eric Zemmour que se ha proclamado oficialmente candidato en esta jornada consagrada a Baker, la presidenta de Rassemblement National, Marine Le Pen, ha mostrado su satisfacción por el reconocimiento a la militante antirracista aseverando que «Francia no es mi país de adopción, es simplemente mi país».

Nacida en el sur segregacionista

Nacida el 3 de junio de 1906 en Saint-Louis (Missouri), Josephine Baker fue la hija de una mujer amerindia negra y de un padre inmigrante español.

A los 19 años abandonó ese hogar para tratar de dejar atrás la vivencia racista extrema y de paso para tentar su suerte. Así se convirtió en la primera vedette negra del teatro de los Campos Elíseos en París.

En 1937 obtuvo la nacionalidad francesa y se asentó en el Hexágono, a caballo entre su capital y Dordoña, que también le ha rendido homenaje esos días.

Su canción más conocida, titulada, ‘J'ai deux amours, Paris et mon pays’, ha sonado en la ceremonia, sirviendo de entrada propicia para un discurso en el que Macron ha definido a Baker como «infinitamente francesa», y abordado cuestiones como la lucha por la libertad y la igualdad, el compromiso con la nación, la determinación personal y la búsqueda permanente de respeto hacia todos los seres humanos, argumentario que, a cinco meses de la elección presidencial, cobra una significación precisa, por más que el Elíseo haya remarcado el amplio consenso que suscita el homenaje a Baker para asegurar que «no hay que ver un mensaje político tras la panteonización de una mujer ejemplar».