Ibai Gandiaga
Arquitecto

Frases para arquitectos

Pese a ser un tanto muermos, entre proyecto y proyecto, los arquitectos solemos tener la fortuna de contar con amigos que nos colocan los pies en el suelo. En el artículo de hoy, me gustaría comentar una pequeña delicia arquitectónica, obra de los catalanes Joan G. Cortés y Rubén F. Berenguer, usando para ello un itinerario de frases con las que los arquitectos nos topamos cuando nos decidimos a salir de la caverna y aventurarnos a hablar con el resto de los mortales.

La primera, en la frente: «Es una típica casa de pueblo». Probablemente, un pequeño escalofrío nos recorra la espalda al oír esto entre caña y caña, poteando con los amigos; tras esa afirmación, muchas veces nos encontramos con un festival neorrural de detalles que pueden ir desde un barandal digno de la Toscana, hasta un entramado de madera de inspiración neovasca pero que no es neo, ni es vasco, ni es madera, pasando por triglifos, metopas y enseres que harían las delicias de Fidias de Atenas, pero en lugar de mármol, usando fibra de vidrio. Incluso, a veces podemos encontrarnos con la verdadera casa de pueblo, con sus sillares y sus mampuestos, sus tejas de pizarra –si nos encontramos por allí–, o con su teja árabe –si nos encontramos por allá–, y su solana de madera maciza, todo estupendo.

Entre medio de esos dos extremos, en ocasiones nos topamos con casas de pueblo que, simplemente, no tenían ni dinero ni ganas para copiar la tradición, y han preferido una construcción sencilla, de ladrillo y mortero monocapa, y déjate tú de tonterías. Hechas con más o menos acierto, la verdad de la arquitectura de los pueblos pasa por este último tipo de vivienda anodina, que incluso alguno ha decidido dotar de cierto empaque circunscribiéndola –y en algunos casos ensalzándola– a un movimiento llamado feísmo. Toma ya, como si no tuviéramos bastante.

Una casa de pueblo. La casa MDN, de los ya citados Nook Architects, lidia precisa y magistralmente con esa estética feísta de los pueblos. Lo hace desde la principal herramienta que tiene la arquitectura: el volumen construido. La casa, ubicada en un pequeño pueblo del interior de Catalunya, en el Alto Penedés, se construye para una familia que se muda a esa localidad buscando el cambio de ritmo y el proyecto educativo e innovador de la escuela local. Los propietarios compran dos parcelas, donde se supone que tienen que ir dos viviendas entre medianeras, pero construyen una sola. De ese modo, pueden tener una tercera fachada a la que abrir ventanas. Sin embargo, la normativa indica que el perímetro íntegro de las dos parcelas debe de ser construido, con lo que se plantea un muro perimetral, a modo de zócalo, que cierra la parcela y obra de puerta de garaje. La proporción que se crea entre los dos elementos, el volumen vertical, y los huecos de las ventanas de este último, llama a la vez a la casa del pueblo de un modo no inventado, sino reinterpretado. Escalofrío, desaparecido.

Seguimos con las frases: «Si es como imitación madera». El escalofrío vuelve más fuerte que nunca. No sabemos qué nos pasa a los arquitectos con los materiales, pero algo sí nos pasa. Hace poco conocía como, en una famosa empresa vasca que se dedica a rehabilitar fachadas, andaban dando vueltas al nombre de un producto que ‘imitaba’ a la piedra, siempre con el objetivo de que a los arquitectos no nos pareciera una absoluta cutrez, y lo prescribiéramos en nuestros proyectos. Es difícil de explicar por qué no nos gustan esas imitaciones, pero a veces me gusta describirlo como un ejercicio de honestidad y economía; si usamos un material, ¿por qué cubrirlo con otro si no es necesario? Si no nos gusta el acabado de ese material, ¿por qué no lo cambiamos por otro cuyo acabado sí que sea el deseado?

En la casa MDN se plantea un sistema constructivo con paneles de madera contra laminada, que forman los pisos y las paredes. Para la estructura principal, se usan vigas y pilares de acero, el mismo material que se usa para la escalera. El suelo, se deja en un mortero de cemento pulido, y el zócalo exterior se construye con bloques de arcilla aligerada, en una disposición del material muy catalana (que por ejemplo en Euskal Herria resultaría extraña). ¿Crea esto espacios menos confortables, menos sensoriales, menos humanos? A la vista está que no. Volvemos a respirar tranquilos.

Por último, la frase más temible de todas: «La cocina es un open concept». Alvar Aalto que estás en los cielos, líbranos de todo show televisivo en las que se digan esas dos palabras.