Víctor Esquirol

Desbordados por el cine de autor: Cannes y el efecto cuello de botella

La 75ª edición del Festival de Cine de Cannes celebra el regreso a la normalidad dentro de la siempre concurrida (ahora más) esfera de los grandes certámenes. Sin restricciones pandémicas, ningún periodista ni ningún gran nombre de la industria ha querido quedar fuera.

Operarios colocan el cartel oficial del certamen en La Croisette, este lunes.
Operarios colocan el cartel oficial del certamen en La Croisette, este lunes. (Patricia MELO | AFP)

La cronología de la 75ª edición del Festival de Cannes, la celebración cinematográfica más importante del mundo, de momento se explica con un choque de sensaciones aparentemente irreconciliables. Por una parte, tenemos la euforia de volver a las salas de cine sin el engorro de las mascarillas ni la depresión de los aforos reducidos (sin el miedo latente al coronavirus, vaya). Por otra parte, está la preocupación de enfrentarnos, dos años después, al punto donde lo dejamos todo: el agobiante frenesí de un mundo sobre-poblado; sobre-explotado.

O sea, que si para esta edición del reencuentro echamos en falta alguna cara conocida, seguramente será porque no quedaba hueco para ella. El espacio en la Croisette, una vez más, luce como ese bien de primerísima necesidad... a precio de lujo inasumible para la mayoría de mortales. Cannes es exactamente esto: lo era antes de la pandemia, y nada parece indicar que haya cambiado lo más mínimo. Esto sí, a tan inestable mezcla de circunstancias debe añadírsele la frustración de unas expectativas tan inasumibles que, por supuesto, de ninguna manera pueden ser satisfechas.

Digo esto a razón de la ausencia más sonada en el siempre estelar grupo de nombres conjurados por el equipo de Thierry Frémaux, inamovible y omnipotente director artístico de la cita francesa. Días antes del anuncio de los títulos que compondrían esta 75ª edición, creció en las redes sociales el rumor de que David Lynch tenía a punto una nueva película / episodio / cosa de su propia cosecha. Recordemos que las dos últimas veces que el genio surrealista se dejó ver por Cannes, fue para dejar patas arriba el panorama cinematográfico (‘Inland Empire’) y televisivo (‘Twin Peaks: The Return’). Pero no, resultó ser un bulo: uno de esos chascos que bien podrían arruinar la experiencia.

Solo que Cannes, ya se sabe, siempre tiene ases escondidos en la manga. Al fin y al cabo, este es el certamen del que nadie quiere quedar fuera. Y aquí estamos, ‘consolándonos’ con películas que, a priori, justificarían cualquier infierno logístico y/o emocional. Así, la 75ª edición de LE Festival tiene que servir para la puesta de largo de ‘Top Gun: Maverick’, de Joseph Kosinski, con la mastodóntica presencia de Tom Cruise como garante de la experiencia cinematográfica entendida como un viaje tan trepidante como inolvidable.

Pero también habrá tiempo para bailar al ritmo de ‘Elvis’, biopic de Baz Luhrmann dedicado al ‘Rey del rock’, y de ‘Jerry Lee Lewis: Trouble in Mind’, documental dirigido por Ethan (sin Joel) Coen, y de ‘Moonage Daydream’, otra pieza de ficción, esta a manos de Brett Morgen, dedicada a la inagotable figura de David Bowie.

¿Y qué hay de la Palma de Oro? Como cabía esperar, su lista de pretendientes compone una sección competitiva espectacular. En la parrilla de salida, brilla ‘Crimes of the Future’, esperadísimo regreso del maestro David Cronenberg a la ciencia-ficción, y ‘Stars at Noon’, de Claire Denis, y ‘Showing Up’, de Kelly Reichardt, y ‘Decision to Leave’, con la que Park Cahn-wook intentará alargar el momento histórico del cine coreano, misión a la que se sumará el japonés Hirokazu Koreeda con ‘Broker’... Y por si todo esto no fuera suficiente, ahí estará también ‘Pacifiction’, del catalán Albert Serra, el más polémico, el más genial... el más cannoise de todos.