Mariona Borrull

Venecia: Madres y padres como gran fallo en el sistema

Enfilamos el tramo final del Festival de Venecia con dos películas a Competición, ‘The Son’ y ‘Saint Omer’, y un simpático caso real: ‘Dreamin’ Wild’.

La actriz francesa Kayije Kagame y la directora Alice Diop han presentado ‘Saint Omer’.
La actriz francesa Kayije Kagame y la directora Alice Diop han presentado ‘Saint Omer’. (ANDREAS SOLARO | AFP)

Choca cruzar el glamour de la alfombra roja con el tema que une a las dos grandes películas de la jornada: el fracaso. Este miércoles paseaban por el Lido caras habituales de la fama estadounidense, desde Casey Affleck y Zooey Deschanel (por ‘Dreamin’ Wild’), hasta Hugh Jackman o Vanessa Kirby, comitiva de la nueva de Florian Zeller, director de la doblemente oscarizada ‘El padre’.

Ambas películas, muy conservadoras, han sido diseñadas para no errar el tiro en la temporada de premios.

El hijo mata al padre, por Florian Zeller

‘The Son’ (‘el hijo’, en inglés) arroja una nueva luz sobre los vínculos familiares, tema que Florian Zeller ya exploró con ingenio en la doblemente oscarizada ‘El padre’. Sin embargo, su segunda película borra todo el riesgo que volvía la anterior algo más que un simple producto diseñado para los Oscars.

Zeller ha abandonado toda su garra para entregarse a los sabores de un melodrama simplista y algo tramposo, que luce actores, pero queda relegado a versión de alto presupuesto de un telefilm de domingo por la tarde.

El film cuenta las intentonas de un padre amable, interpretado por Hugh Jackman, para conectar con su hijo (Noah Jupe, el niño de ‘Un lugar tranquilo’), un adolescente con síntomas claros de depresión. El hombre tratará de lidiar con el enajenamiento del chico y las crisis de confianza de su madre (Laura Dern), de quien se separó para vivir con su amante (Vanessa Kirby).

Sostenida solo por su reparto, la película avanza siempre en piloto automático por entre una acumulación de grandes clímax de emotividad maniquea. La viviremos como un desperdicio.

El sueño bonito de dos estrellas improbables

‘Dreamin’ Wilde’ es la segunda película de Bill Pohlad (‘Love & Mercy’), productor de grandes hits  como ‘12 años de esclavitud’, ‘Brokeback Mountain’ y ‘Un monstruo viene a verme’.

La cinta nace de una de aquellas historias tan inverosímiles que detrás necesitan tener un origen real: es el caso de Donnie (Casey Affleck) y Joe Emerson (Walton Goggins, un habitual del cine de Tarantino), dos hermanos criados en una granja de la América profunda que graban un disco (‘Dreamin’ Wild’) y, treinta años después, conocen un éxito inesperado y fulgurante.

A partir de un artículo publicado en ‘The New York Times’, Pohlad escribe su historia como un cuento emotivo, desvergonzado y edificante sobre las virtudes y los sacrificios que conlleva la lealtad a la familia. Honesta, la película desliga el éxito del talento personal y lo convierte en resultado, tantas veces fortuito, de una carrera esforzada en la que nunca tenemos todas las de ganar.

Dulce, concluye con una simplicidad algo excesiva que la familia es también un hogar, no un sitio de regreso (eso incluye a la pareja de Donnie, una Zooey Deschanel muy secundaria).

Las malas madres de Saint Omer

El debut en la ficción de Alice Diop (‘Nous’) continúa investigando los mundos atravesados por la cara fea de la ‘madre Francia’. Hoy nos lleva a los juzgados de la ciudad de Saint Omer, adonde viaja una novelista (Kayije Kagame) para documentar el proceso contra Laurence Coly (Guslagie Malanga).

Coly es una mujer de linaje senegalés que ha confesado el asesinato de su hija de quince meses. De ideas claras y lengua ágil, deberá responder sobre las razones que la llevaron a cometer semejante crimen. De paso, cambiará las ideas de la novelista sobre su propia condición.

Diop hace subir al estrado a una Francia odiosa y violenta: la que acarrea el prejuicio a las francesas de ascendencia africana, mientras juzga a mujeres y a madres por su condición.

Bañada en luz natural gracias a la fotografía de Claire Mathon (habitual del cine de Céline Sciamma), la película se aleja de los códigos del subgénero de los procesos judiciales y convierte los días para la sentencia en un intercambio didáctico sobre dos de los grandes temas de la izquierda actual.