Danza, cine y música, estos son los tres elementos sobre los que se sustenta el nuevo proyecto de la prestigiosa bailarina zumaiarra Lucía Lacarra.
Titulada ‘Lost Letters’, esta producción nació de las emociones sentidas por la propia Lacarra tras el visionado de un documental basado en una exposición que el museo Smithsonian de Washington dedicó a multitud de cartas que se habían perdido en el transcurso de diferentes guerras y que habían sido recuperadas tiempo después.
Aquel hilo comunicativo entre los combatientes y sus seres allegados, roto por las contiendas, tuvo para Lacarra un siguiente capítulo en el libro ‘Love Letters of the Great War’, que recogía diferentes cartas de amor escritas durante la primera Guerra Mundial. De entre todas ellas, hubo una que llamó poderosamente la atención de la bailarina y del también bailarín y coreógrafo Matthew Golding. En dicha misiva, un soldado le decía a su esposa que, en caso de ocurrir su muerte, ella siguiera su vida y fuese feliz.
Sobre estos mimbres, el dúo creativo formado por Lacarra y Golding desarrolló durante la pandemia una idea en el que el cine adquiriera una especial relevancia y no fuese, como en proyectos anteriores realizados por ambos, un encadenado de secuencias.
Un proyecto experimental
En esta etapa de su nueva aventura, Lacarra contactó con un joven director de Zumaia, Ekain Albite, para que se embarcara en este proyecto.
Según explica el propio Albite a NAIZ, «mientras me encontraba en un rodaje en Nafarroa, recibí una carta de Lucía Lacarra en la que me preguntaba si estaría interesado en participar en su nuevo proyecto. Cuando ella y Matthew Golding me lo detallaron, no dudé en hacerme partícipe. Para mí ha supuesto un gran reto porque supone una fusión de diferentes vertientes artísticas que deben funcionar milimétricamente dentro de un contexto muy experimental».
Sobre la complejidad que encierra mantener un equilibrio entre danza, cine y música, el director apunta que «todo ha sido pensado al detalle. Hemos mantenido conversaciones sobre los planos que debían funcionar a partir de la música. Es una película sin palabras pero que tiene el añadido, o la singularidad, de una pareja de baile que aporta sentido a la historia mediante el diálogo de sus cuerpos».