Mariona Borrull
CRíTICA: ‘20.000 ESPECIES DE ABEJAS’

Las buenas intenciones enferman la colmena

Imagen del rodaje, con Ane Gabarain y Sofía Otero.
Imagen del rodaje, con Ane Gabarain y Sofía Otero. (NAIZ)

El campo, la familia y la infancia son los grandes polos sobre los que se ha construido ese nuevo nuevo cine estatal, hoy algo agotado. Si la fórmula funciona (‘Alcarràs’), en todo caso, es porque nace del trabajo a fondo con un reparto carismático y divulgativo a partes iguales.

Muy ‘verdadera’, las ‘20.000 especies de abejas’ de Estibaliz Urresola son el retrato de un momento especialmente delicado en la formación de Cocó (Sofía Otero), una niña trans. El viaje que emprende hacia el reconocimiento propio removerá el barro bajo los pies de las mujeres de su familia: una madre en plena crisis existencial (Patricia López Arnaiz), una abuela desaprobadora (Itziar Lazkano) y una tía hippie que antepuso la libertad a la compañía (Ane Gabarain). Desde una emoción blanca y comprensible, la película tiende puentes para una conciliación futura.

Serán más interesantes, en todo caso, las sombras que el guion proyecta para consigo mismo y que nunca llega a resolver. Ane, la madre, arranca el relato preocupándose de veras por el bienestar de su hija, pero no puede dejar de chantajearla (le espeta un ‘ya veo que no confías en mí’). A partir de ahí, la película va a navegar entre lugares dolorosamente reconocibles en cualquier transición (la importancia del lenguaje, el pánico por los trámites), con algún que otro paralelismo impostado (la doble metáfora de la colmena familia rígida y valedora del cambio).

Habrá más aspectos por pulir, como un guion disperso y que no responde fluido a los cortes de montaje, aunque mi mayor frustración nace al adivinar el potencial de una historia con alma y garra, pero cuya puesta en escena queda siempre en las puertas de la contradicción, aplacada bajo las fórmulas de ese cine mil veces visto. Decíamos: el realismo social-emocional explica, y poco más.