Festival de Berlín: El día del escritor frustrado
En ‘Suzume’, Makoto Shinkai se abandona al cine de turismo. ‘Infinity Pool’ envía la postalita al infierno y ‘Afire’ acerca las llamas a la puerta de casa.

Día de resaca tras el estreno mundial de ‘20.000 especies de abejas’, el debut de Estibaliz Urresola Solaguren que representó a Euskal Herria en la Competición berlinesa. Para los medios internacionales, el recibimiento ha sido generalmente positivo: ‘Guy Lodge de Variety’ la describía como «exitosa, gentil y humana» y Peter Bradshaw de ‘The Guardian’ destacaba de ella sus interpretaciones, «muy generosas».
En Panorama, otra película trans alborotaba la parrilla. ‘Transfariana’ de Joris Lachaise, sigue el inesperado romance entre una antigua trabajadora sexual trans (Laura Zamora) y un militante de las FARC (Jaison Murillo). El documental, claro, es un festín entre lo político, lo íntimo y lo escandaloso en el mejor sentido. Por último, pudimos ver ya la primera parte de otro gran evento del festival, ‘Mal viver’ de João Canijo, melodrama familiar al estilo de ‘Gritos y susurros’ de Ingmar Bergman, desplegado como díptico entre la Sección Oficial y Encounters.
Makoto Shinkai quiere que viajes a Japón
Quién pudiera dejarse arrebatar por la pericia que Makoto Shinkai muestra al volcar todo su dispositivo estético y narrativo en aras de la emoción. El responsable de ‘Your Name’ lleva años cargando las bellas tintas de sus composiciones (no me atrevo a llamarlas ‘plano’, ellas mismas se vuelven alérgicas al término) para commovernos.
En ‘Suzume’, una chica descubre las puertas por las que los terremotos se infiltran en el país y deberá cerrarlas, con la ayuda de una silla hablante (que es también su interés amoroso). Sin embargo, los engranajes para la emoción de Shinkai acaban sirviendo al retrato de un Japón idílico, de puro panfleto, y plagado de marcas: hay product placement de McDonalds, de Lawson, de Jr… Olvidaríamos la postalita a cambio del relato mitológico y de aventuras que nos propone, incluso pasaríamos por alto su necesidad de encajar los lazos familiares y el amor romántico como centro de todas sus tramas. Sin embargo, la poca maña de un guion que avanza a volantazos nos recuerda una y otra vez que estamos ante una película.
‘Infinity Pool’ carga contra los ‘guiris’
Después de ‘Successor’, Brandon Cronenberg (hijo de David) viste a Alexander Skarsgård como James, un hombre emasculado que viaja a un resort de lujo con su esposa y, llevado de la mano apetitosa de Mia Goth, se ve envuelto en una espiral de violencia imparable.
La película de Cronenberg, una crítica al cuerpo amoral del turismo sin frenos, bebe de la intransigencia mordaz de Ruben Östlund, de la absurda crueldad sistémica de Yorgos Lanthimos, de la expresión artística-grotesca de Sion Sono y, en línea directa, del vaciado sicológico que Michel Franco volcaba en el antihéroe posvacacional de ‘Sundown’ (2021). Sobre estos temas, ‘Infinity Pool’ moldea una imagen extrema, que ataca a nuestros ojos a través de parpadeos, un montaje que tiende al morphing y las imágenes dantescas que invoca: muecas terroríficas, asesinatos colectivos y máscaras de demonios que comprar en cualquier tienda de recuerdos.
‘Afire’ o la repelencia del escritor medio
La nueva película de Christian Petzold (‘Ondina. Un amor para siempre’) se aleja de los grandes mitos y de las metáforas políticas para trabajar sobre las vacaciones de un grupo de colegas desde una comedia muy rebajada, casi vecina del melodrama. En ella, un escritor mediocre (Thomas Schubert) se retira a la casa de campo de un amigo para editar su novela, pero se ve molestado por las caóticas idas y venidas de una mujer que también se aloja allí (Paula Beer) y que, cual buena Mary Sue, tratará de acomodarlo para que se relaje y mejore su convivencia. La tarea de reeducación que la película de Petzold disfraza por romance veraniego resulta tan frustrante como inexplicable, y malogra aquellos encajes de diálogo que lubrican la película, volviéndola valiosa por unos pocos instantes.

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