Pello Guerra

Víctor Moreno desmonta las falsedades sobre Eduardo Aizpún, el «olvidado» presidente de Osasuna

Ni fue «republicano de izquierdas», ni fue inhabilitado como juez, ni «represaliado y ejecutado en 1936». Estas son algunas de las falsedades que Víctor Moreno desmonta sobre Eduardo Aizpún en su biografía sobre el «olvidado» presidente de Osasuna, una persona «más que franquista».

Víctor Moreno desmonta las falsedades sobre Eduardo Aizpún en su último libro.
Víctor Moreno desmonta las falsedades sobre Eduardo Aizpún en su último libro. (Jagoba MANTEROLA/FOKU)

Con el objetivo de desmontar las falsedades que se han llegado a escribir sobre este juez, Víctor Moreno publica con la editorial Pamiela el libro ‘Eduardo Aizpún, el presidente «olvidado» de Osasuna. «Un navarro ejemplar»’.

Aizpún fue futbolista, máximo mandatario del club rojillo y juez, y alrededor de su figura se han realizado una serie de afirmaciones alejadas de la realidad, según ha podido constatar Moreno en su investigación sobre esta persona «turbia, cerrada, taciturna, inquietante y taimada».

Como ha explicado el escritor en la presentación ante los medios de su obra, se decidió a «entrar a saco por la cantidad de falsedades que se han dicho sobre él» y escribir esta «biografía no autorizada».

Nacido en 1895, Aizpún era un portento a varios niveles. En los estudios, «sacaba todo matrículas de honor» y a nivel físico, como futbolista, «era un jugador de pegada», capaz de desplazarse en bicicleta hasta Logroño para disputar un partido y volver a Iruñea de la misma manera.

Como futbolista, jugó en Salamanca y en Osasuna, entidad de la que llegó a ser presidente, a pesar de que prácticamente no es recordado por ostentar ese cargo. Pero por lo que destacó a lo largo de su vida fue como juez. Fue magistrado en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera y de la Segunda República española en Tafalla y Ejea de los Caballeros, y «cumplió muy bien, como hizo siempre», añade Moreno.

Por haber ejercido como juez durante el periodo republicano, se había extendido la idea de que lo era a nivel ideológico, «pero nunca lo fue». De hecho, cuando se produjo el golpe de Estado que derivó en la Guerra del 36, se alineó con el régimen franquista sin reservas.

«Más que franquista»

Así, a partir de 1937, se encargó de incoar expedientes de incautación de bienes contra «los rojos, socialistas y republicanos de las Cinco Villas, en Zaragoza, en aplicación de la Ley de Responsabilidades Políticas».

De hecho, y a pesar de que a lo largo de su vida prácticamente «nunca dijo nada», fue el único juez que «manifestó públicamente su adhesión a los golpistas, sintiéndose ‘profundamente emocionado’ por la concesión de la Laureada a Navarra por Franco en 1937».

Mientras, no tenía ningún empacho en dar la espalda a su hermano Marcos y a su cuñada, la socialista Rosaura López, encarcelados por los sublevados. Era el modo de proceder que, según Moreno, rigió la vida de Aizpún y que se basaba en «sacarle a la vida la tajada necesaria para poder sobrevivir», para lo que se adaptaba a las circunstancias del momento.

Entonces arrancó una carrera en la magistratura que le terminó llevando a Gipuzkoa y Barcelona como fiscal provincial de tasas, uno de los organismos «más importantes de la represión franquista durante el racionamiento y, según los historiadores, el más odiado por la población».

Si esos cargos y en esos lugares ya evidenciaban que era «una persona de confianza absoluta del régimen», que era «más que franquista» se puso en evidencia cuando fue nombrado capitán del Cuerpo Jurídico Militar. Como tal, ejecutó «la parte más nefanda» de su vida, ya que «llevó adelante una de las más bárbaras represiones conocidas después de terminada la guerra en Ciudad Real. Fue el juez instructor más importante de ese grupo de jueces, tanto por el número de casos en los que intervino como por los expedientes militares tramitados».

Y sus decisiones terminaron con «condenas a la pena de muerte a prisioneros rojos, incluidas varias mujeres» en el período entre 1939 a 1943.

Una vez asentado en Barcelona a partir de 1943, se integró socialmente en la alta burguesía catalana, donde mantuvo amistades con las más altas autoridades franquistas. Unos vínculos con la jet set que mantuvieron sus descendientes, que, en cambio, no tuvieron ningún contacto con los descendientes de Marcos y Rosaura, la rama familiar que sí sufrió la represión franquista.

Teniendo en cuenta su trayectoria vital, todavía resulta más chocante las cosas que se han llegado a decir sobre Aizpún, convirtiéndolo en víctima del régimen al que sirvió con tanto empeño. De hecho, «si hubiera sido más abierto, podría haber llegado a ministro». Poner los puntos sobre tantas íes erradas es precisamente lo que ha hecho Víctor Moreno en su último libro.