Una jornada memorable de jazz en Gasteiz
El día que Mendizorrotza habría sus puertas al público del Festival de Jazz de Gasteiz, el dúo de pianistas Marco Mezquida y Moisés Sánchez, el sexteto de Baldo Martínez y la gran banda de Maria Schneider ofrecieron tres grandes conciertos, de conceptos musicales diferentes y una calidad sublime.
Podría decirse que ayer miércoles arrancaba definitivamente y a pleno rendimiento el Festival de Jazz de Gasteiz de no ser por los dos conciertos ofrecidos lunes y martes, que sirvieron para calentar los motores dando oportunidad a jóvenes promesas. Señalar también como un gran acierto de los festivales en los últimos tiempos la idea de apostar por proyectos exclusivos, es decir, solicitar del músico un concierto elaborado para la ocasión, inédito, y esto es lo que pudimos escuchar en los conciertos de Mezquida-Sánchez y en el del contrabandista gallego Baldo Martínez y su banda.
La música, escuchaba decir a un cineasta recientemente, cuanto mejor es más te toca, más te emociona y en este sentido, una jornada como la de este miércoles pone a prueba la resistencia de un corazón atado a unas orejas sensibles. La jornada comenzaba en la calle San Prudencio a las 17.30 horas, con la consabida puntualidad de cualquier teatro que se precie y es que por otra parte, siempre parece que a los músicos se les hace corto el tiempo del que disponen del escenario por lo que no hay tiempo que perder.
Marco Mezquida y Moisés P. Sánchez, ven y va
En el escenario dos pianos de cola uno frente al otro auguraban un amistoso duelo de pianistas, en concreto dos de los más destacados pianistas de la escena actual. El público abarrotaba las butacas del teatro, expectante. Se palpaba en el ambiente que algo importante había de pasar. Aparecieron ambos en el escenario y tras saludar brevemente se pusieron a la faena sin mediar palabra, sin explicar nada de lo que iban a tocar, sin hablar del cómo, del por qué y tampoco del para. Todo habría de explicarse en el lenguaje de la música y así fue durante la hora larga que pasaron tocando. Fuimos entendiendo que habían pensado la música para dos pianos desde un inicio, orquestada e ideada por y para ellos, y difícilmente podríamos imaginar a ningún otro pianista tocando algo que a pesar de ser cosa de dos, resultaba muy personal y particular.
Repartiéndose las zonas del piano para no formar demasiado lío repartiendo las funciones, iban enlazando música con influencias de clásico, funk, flamenco en una especie de suite, con tema elaborados y mezclando las improvisaciones con partes escritas. Dos maneras de improvisar diferentes, una más basada en los arpegios y acodes, la de Mezquida y otra más aguda y melódicamente rítmica de Sánchez. Imposible describir con palabras lo sucedido pero la descarga musical detuvo el tiempo, haciendo que este pasara sin dar a nadie tiempo para pensar. El silencio del público durante la interpretación, los aplausos y de nuevo sólo música. Gran compenetración entre los dos talentosos pianistas que gozaron de compartir escenario, composiciones en una noche única, de estreno, y de música, solo música, sin títulos ni explicaciones, sin excentricidades. El público salía renovado por la experiencia, y muchos pensando en tomar un tentempié camino de Mendizorrotza.
Baldo Martínez Sexteto, música imaginaria
El festival encargó al contrabajista gallego un proyecto exclusivo con libertad artística, y el resultado fue este conjunto de composiciones que el autor dio en denominar Música Imaginaria. Por segunda vez en el mismo día, el público se ve abocado a descubrir en el momento en el que escucha la música que se va a tocar, dado que no existía previamente más que en la mente de su autor y de los músicos hasta la hora de los ensayos.
Acompañado por su socia habitual, la baterista también gallega Lucía Martínez, por el portugués Joao Barrada al acordeón, el trompetista granadino Julián Sánchez, a la flauta y saxos el cántabro Juan Saiz y por Andrés Coll al vibráfono desde Ibiza se presentaba Baldo Martínez en la primera de las actuaciones que tendrían lugar en Mendizorrotza. Una curiosidad es que la banda se juntó a preparar la actuación días antes en la capital alavesa, como una manera de cerrar el círculo.
Quienes conocieran la obra anterior del gallego podrían hacerse una somera idea de por dónde iría la noche, pero lo que tiene el jazz improvisado y de tintes contemporáneos es que puede ser impredecible. Excepto un tema dedicado a su perrita, otra vez estuvimos huérfanos de información, obligados a disfrutar de la música en toda su abstracción, sin títulos que predispongan o prejuicien el entendimiento. Con un sinfín de efectos sonoros de todos los instrumentos, asistimos a un concierto energizarte, sorprendente, lleno de momentos locos, de dúos entre la batería y el vibráfono, entre el bajo y la trompeta, entre la flauta y la batería de nuevo, momentos en los que todos improvisaban a la vez y sobre todo, sujetando la idea principal y como toma de tierra, una línea de bajo sobre ritmos de amalgama y lo suficientemente melódica como para justificar el avance de los acontecimientos musicales.
En definitiva, un acierto del festival, un gran trabajo de los músicos que proporcionaron una experiencia única al respetable y un polideportivo que sin presentar un lleno claro, como es habitual por otra parte en los primeros días del festival, mostraba un aspecto cálido y una concurrencia dispuesta, casi hambrienta de arte.
Maria Schneider y Oslo Jazz Ensemble
Hacía su aparición en el escenario de Mendizorrotza la aclamada compositora y arreglista de Minessota Maria Schneider. Acompañada del prestigio Oslo Jazz Ensemble con el que viene trabajando los últimos años nos presentó las composiciones de su último trabajo discográfico Data Lorda, ideado como una crítica al acopio y uso de los datos de las grandes empresas tecnológicas y al beneficio que de ellos sacan. Un trabajo musical premiado con dos Grammys y que representa un trabajo delicado, personal e intimista y un tanto más oscuro que la música que había desarrollado en trabajos anteriores.
Para interpretar este trabajo contó con una banda formada por cinco saxofones, cuatro trombones, otras tantas trompetas, acordeón, guitarra eléctrica, piano, contrabajo y batería, un total de diez y nueve músicos sobre el escenario con una Maria Schneider siempre muy activa en la dirección e indicaciones, transmitiendo a los músicos con su actitud corporal la intensidad y la intención que cada situación musical requiere.
En cada tema fueron apareciendo al frente del escenario diferentes músicos que serían los encargados realizar los solos y de llevar la voz cantante, intercalándose en la función los diferentes instrumentos del Oslo Jazz Ensemble, ahora un trombón, luego un acordeón, después un trompeta y así, entre sutiles arreglos y movimientos de voces ideados por la genial compositora y el sonido particular de cada uno de los solistas, dieron cuenta de algunos de los temas del disco. Y así, con subidas y bajadas de intensidad en oleadas, muy al estilo de las grandes bandas, llegó el momento de reflexionar sobre todo lo que ayer ocurrió en los escenarios gasteiztarras.
Este jueves la jornada comienza con una master class matutina impartida por Baldo Martínez, y a partir de las 17.30 horas podremos asistir a los conciertos de Samora Pinderhughes, Immanuel Wilkins y el inagotable y genial trío del pianista Brad Mehladu. Promete ser otro gran día de jazz.