Artxanda, cruel testigo de las últimas batallas de la toma franquista de Bilbo

Tras bombardeos de terror en Durango o Gernika en la primavera de 1937, el ejército franquista se abalanzó sobre su gran objetivo, el Bilbo metropolitano y su vital industria. El cinturón de hierro apenas pudo postergar la toma de la ciudad, que fue testigo de batallas épicas, como la de Artxanda.

Trinchera de la guerra del 36 reconstruida en Artxanda.
Trinchera de la guerra del 36 reconstruida en Artxanda. (Asier ROBLES)

Las visitas organizadas por Bilbao Izan bajo el título ‘La Guerra Civil en Bilbao: Una mirada hacia atrás’ han tenido este último mes a Artxanda como protagonista. Tras conocer los meses anteriores cómo se estableció en Abando (Bilbo) el primer Gobierno de Euzkadi en los primeros días de guerra y cómo Santutxu se convirtió en una zona carcelaria en medio de bombardeos, esta vez nos centramos en las últimas semanas de la contienda, con el ejército franquista acechando el Bilbo metropolitano.

Contexto histórico

Retrocedemos hasta la primavera de 1937. Tras un duro invierno en el que el temporal había evitado grandes avances en la guerra, el ejército franquista estaba empeñado en tomar Bilbo con el fin de poner en sus manos la potente industria y finalizar con el frente del norte. Ya el 31 de marzo realizó más de 15 bombardeos. La mayoría de ellos eran táctico-estratégicos, pero también ponían un grado más de crueldad a la guerra. Por orden del general Emilio Mola, la Aviación Legionaria italiana bombardeó y ametralló el casco urbano de Durango, causando más de 300 muertes.

La ayuda alemana e italiana a los golpistas españoles, especialmente en la aviación, desequilibró la balanza y marcó un precedente en las futuras guerras

Tuvo como objetivo sembrar el terror, y se convirtió en uno de los primeros bombardeos a gran escala sobre población civil de la historia. Pero durante las siguientes semanas, este tipo de ataques indiscriminados por parte del ejército sublevado se convirtieron en el pan de cada día. Elorrio, Areatza, Otxandio, Zeanuri, Mañaria, Sestao, Barakaldo… sufrieron estos bombardeos. El más conocido fue el de Gernika, el 26 de abril de 1937, donde la Legión Cóndor de la recién creada Luftwaffe de la Alemania nazi redujo a escombros la villa llevándose por delante la vida de más de 1.600 personas. Esto cambió el curso de la contienda y también marcaría un precedente para las futuras guerras.

Durante la primavera, la superioridad de los franquistas en el campo de batalla se hizo evidente. La ayuda que le otorgaron los fascistas italianos y los nazis alemanes fue crucial, especialmente en el ámbito aéreo.

La rotura del Cinturón de Hierro

Tras sucesivos bombardeos y batallas como las de Saibigain o Sollube, para principios de junio los sublevados ya estaban rodeando el Cinturón de Hierro. El día 11 comenzaron la ofensiva definitiva. Lo hicieron por la zona de Larrabetzu, sabedores de que era la zona más débil.

Mapa del Cinturón de Hierro de Bilbo. (GOGORA)

Y esta es otra de las claves. El ejército invasor conocía con exactitud las posiciones vasco-republicanas del cinturón y sus puntos más débiles, ya que el ingeniero que dirigió su construcción, Alejandro Goicoechea, traicionó a la República, pasó las líneas del frente y entregó a los franquistas la información necesaria para romper dicha línea de defensa de unos 82 kilómetros de perímetro.

Aun así, este sistema defensivo tenía muchas deficiencias, ya que había sido construido deprisa y teniendo en cuenta las formas de combate de la Primera Guerra Mundial, por lo que no estaba en condiciones de soportar las modernas tácticas que estaban empezando a implementar los alemanes, especialmente con la aviación.

Tras fuertes batallas en Bizkargi y Gaztelumendi, los franquistas consiguieron romper la primera línea de defensa del Cinturón de Hierro, y para el día 12, ya tenían a tiro todo el Txorierri, que tomarían casi por completo al día siguiente, y con ello, el estratégico aeródromo de Sondika.

Para el 15 de junio, la caída de Bilbo estaba asegurada y el lehendakari pidió un último sacrificio a los gudaris para finalizar la evacuación de la villa

La situación era muy complicada para los defensores. Tras la toma de Lezama y Zamudio, los gudaris y milicianos retrocedieron sus posiciones hasta Artxanda y Monte Avril. Por el este, los franquistas avanzaban por Galdakao y Basauri, y por el sur acechaban el monte Malmasin desde el día 15.

Llegados a ese punto, el Gobierno de Euzkadi se convenció de que Bilbo acabaría cayendo y aceleró la evacuación de la ciudad. Durante esos días, la mayoría de los miembros del Ejecutivo también abandonó la capital vizcaina y se refugió en Turtzioz.

Para poder llevar a cabo la evacuación de miles de personas, el lehendakari Jose Antonio Agirre pidió un último esfuerzo y sacrificio a los gudaris y milicianos republicanos, que a estas alturas tenían ya la moral muy baja. «Decidieron mis compañeros de Gobierno que yo debía dirigirme a nuestros gudaris recomendándoles un último escuerzo para detener por unos momentos al enemigo, a fin de que la evacuación se llevase a cabo. Por ello, para proteger su salida, pedí a los batallones vascos que se lanzaran en contraataque», escribió el Lehendakari.

Trincheras en la zona de Artxanda, con el Casino de fondo. (Indalecio Ojanguren - Gipuzkoa Kultura)

Antes de dar la última batalla, cientos de voluntarios y voluntarias ascendieron hasta Artxanda para fortalecer las posiciones. Es de alabar el esfuerzo realizado, pero gran parte de la gente que participó en ello no tenía ningún tipo de conocimiento militar y las trincheras que cavaron eran muy vulnerables.

La última bandera

Mientras las fuerzas franquistas avanzaban inexorablemente en todos los demás frentes, en Artxanda-Santo Domingo, la defensa vasco-republicana continuaba resistiendo a pesar de los ataques de artillería y aviación. Fue a partir del jueves 16 de junio, cuando los sublevados lanzaron su ataque definitivo.

Varios batallones vascos ascendieron las laderas de Artxanda entonando el ‘Eusko Gudariak’. Era prácticamente una misión suicida que, más que evitar la caída de Bilbo, tenía como objetivo retrasarla lo máximo posible. Ahí se libraron las últimas batallas, con momentos épicos como la recuperación del Casino.

Trincheras y refugio alrededor de la ermita San Roque de Artxanda. (Indalecio Ojanguren - Gipuzkoa Kultura)

Los franquistas bombardearon la capital vizcaina, poniendo especial empeño en la zona de Artxanda, donde el día 16 llegaron a lanzar más de 5.200 kilos de explosivos y el día 17, más de 7.500. «Salí a llevar un parte a la zona de San Roque. Allí estaban las trincheras que daban al valle de Asua. Cuando volvía hacia el Casino, donde estaba el puesto de mando, de repente oí unas explosiones y vi el edificio ardiendo», recordaba en 2016 Luis Ortiz, miliciano del batallón Capitán Casero que luchó en Artxanda.

Gudaris y milicianos llegaron a rechazar varios ataques franquistas en Artxanda, e incluso recuperaron el Casino en un acto heroico

Tras durísimos combates y la defensa tenaz de los gudaris y milicianos, que llegaron a rechazar a lo largo del día 17 al menos cuatro ataques de infantería apoyados por carros de combate, los franquistas consiguieron tomar posesión de prácticamente todos los puntos de esa zona: Berriz, Molino, Txakoli Artxanda y el Casino.

Apenas había algo que hacer, la caída final de Bilbo era irreversible. Sin embargo, algunos batallones vascos no habían dicho todavía la última palabra y, en un último intento desesperado, lanzaron un contrataque sobre el Casino de Artxanda.

Casino de Artxanda después de los bombardeos. (Indalecio Ojanguren - Gipuzkoa Kultura)

Se desconocen las condiciones exactas de este contrataque, que debió de ser algo más espontáneo que organizado. Fuera como fuese, entre el desconcierto del combate y con la mayoría de los combatientes republicanos retrocediendo por las faldas de Artxanda hacia la ciudad, algunos batallones volvieron sobre sus pasos y lanzaron el contrataque contra el Casino sin apenas munición.

Se dice que también actuaron en esta arremetida algunas unidades de reserva acuarteladas en la Universidad de Deusto, que subieron el monte a todo correr. De forma casi inexplicable, consiguieron recuperar el Casino, pero la apabullante potencia de fuego franquista y la falta de armamento de los gudaris hacían insostenible su defensa, y acabaron volviendo a perderlo. Muchos gudaris y milicianos perdieron la vida en los duros enfrentamientos de aquellos días.

Entrada de los franquistas en Bilbo

Para el 18 de junio ya no había ninguna esperanza, ya que los franquistas prácticamente habían cerrado el cerco sobre la villa e incluso entrado en algunos barrios. Solo un grupo de irreductibles republicanos comandados por Natalio Bustamante aguantaba en el alto fortificado de Santo Domingo, pero finalmente decidieron retirarse por Begoña.

El consejero de Justicia, Jesus Maria Leizaola, ordenó liberar a los presos derechistas de las cárceles Larrinaga y Carmelo, que fueron escoltados hasta su paso hacia las líneas enemigas en el alto de Santo Domingo para evitar ataques contra ellos. Esto generó discusiones entre los antifranquistas, así como la decisión de no destruir las fábricas industriales al abandonar la zona.

Mientras, se volaron los puentes para dar más tiempo a la evacuación de los últimos batallones de gudaris y republicanos por Zorrotza, y los últimos representantes del Gobierno Vasco negociaron algún tipo de acuerdo de capitulación con el fin de amortiguar la represión franquista.

El 19 de junio el ejército franquista entró definitivamente en las calles de Bilbo de forma ordenada y sin oposición alguna. La ciudad estaba prácticamente desierta, ya que en las últimas semanas, alrededor de 200.000 personas habían huido hacia el oeste por tierra y por mar, entre ellos unos 30.000 niños.

«Ha caído vencida, aniquilada para siempre esa horrible pesadilla siniestra y atroz, que se llamaba Euskadi… Para siempre has caído tú (Aguirre), rastacueros del nacionalismo vasco, mezquino, rencoroso, torcido y ruin que jugaste a personaje durante los once meses de crimen y robo en que te encaramaste al poder», decía José María de Areilza, el nuevo alcalde franquista de Bilbo.

Restos de la batalla

Hoy en día, en todo el cordal Artxanda-Ganguren se pueden ver los restos del Cinturón de Hierro. En la zona del Vivero hay un gran búnker que, a pesar de los proyectos anunciados, está abandonado y sin ninguna señalización. En Ganguren-Monte Avril hay un sistema de trincheras reconstruido.

Escultura ‘La Huella’ en honor a los combatientes antifranquistas de Artxanda. (A.R.)

Ya en Artxanda existe un pequeño itinerario de la memoria con una pasarela peatonal de madera que acerca un tramo de la trinchera del Cinturón de Hierro que ha sido restaurada. En el lugar donde se situaba el Casino, actualmente se encuentra un amplio parque donde se ha colocado la escultura ‘La Huella’ en honor a todos los combatientes antifranquistas que perdieron la vida durante la guerra.