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Misión cumplida para Abascal en Getxo: «Un saludo a la afición» y un detenido

El pasado fin de semana fue San Francisco en Bilbo y este sábado ha sido Getxo, un escenario socialmente muy diferente, el que ha deplorado la presencia de Vox. Su líder, Santiago Abascal, ha dejado un par de provocaciones y todo ha concluido con un detenido por la Ertzaintza.

Las decenas de asistentes al acto, tras haber promovido autobuses en comunidades vecinas.
Las decenas de asistentes al acto, tras haber promovido autobuses en comunidades vecinas. (Vox | Europa Press)

Pese a organizar autobuses desde lugares como Oviedo, el mitin de Vox en Getxo a mediodía de este sábado ha contado con una participación ínfima frente a un rechazo muy mayoritario. Pero su presidente, Santiago Abascal, se ha ido satisfecho.

Ha señalado que la respuesta ciudadana cosechada, que ha ido desde pancartas a persianas bajadas, «es un buen síntoma»; ha lanzado «un saludo a la afición»; y ha añadido que «solo hay un puñado de getxotarras entre nosotros, pero lo damos por bien empleado».

En las inmediaciones de la plaza se han concentrado un grupo de personas, algunas de las cuales portaban pancartas en las que se podía leer «Faxistak kanpora» y que han dirigido pitidos e insultos contra los asistentes. Al término del mitin, una persona ha sido detenida acusada de lanzar un objeto que ha impactado contra un ertzaina del cordón policial mientras otras dos han sido imputadas por la Ley Mordaza.

Abascal ha señalado que los que están concentrados son los que «han apoyado el terrorismo durante décadas». «Me alegro de que les moleste nuestra presencia. Que estén enfrente es un buen síntoma, es que estamos defendiendo lo correcto», ha manifestado el presidente de Vox. El ambiente de tensión le hace sentirse «muy bien», ha subrayado.

Los actos de Vox en esta campaña están pasando mucho más desapercibidos que las ocasiones anteriores en que la ultraderecha era novedad en Euskal Herria. Como especialmente provocativo se entendió el acto de arranque en el barrio de San Francisco en Bilbo, de donde sus dirigentes se marcharon entre increpaciones y ruidos de cacerolas.